Más allá de la conformidad o no con la reciente decisión de la Corte Constitucional respecto al matrimonio igualitario, este hecho sirve como punto de partida para colocar sobre el tapete varios temas de interés nacional. En primer lugar, somos un país con bajos niveles de tolerancia. Las reacciones tanto de defensores como de detractores del fallo de marras suelen partir de la agresión y el descalificativo para luego proponer argumentos (cuando los hay). En segundo lugar, la decisión constitucional revitaliza la discusión pública en torno a la importancia que tiene este tipo de cortes en una democracia moderna. De hecho, hasta hace pocos meses no se discutía sobre el contenido de las sentencias de la Corte Constitucional sino respecto al monto pagado para obtener una de ellas. Enormes diferencias. En tercer lugar, la resolución mencionada sirve como un claro ejemplo de que la comprensión de lo que es la “derecha” y la “izquierda” en el país (en realidad, en buena parte de América Latina) no siempre guarda relación con la complejidad del posicionamiento ideológico de las personas.
En general, se asume que una persona ubicada a la derecha es, en lo económico, defensora del libre mercado; y, en los valores, tradicionalista y conservadora. A la par, se piensa que quien se define como orientado a la izquierda es estatista en el plano de la economía y abierto a los cambios sociales en cuanto a valores. Si esta categorización de las ideologías en realidad funcionaría así, quienes defienden la interacción de la oferta y demanda como catalizador de las preferencias económicas deberían estar ahora en contra del matrimonio igualitario. Por el contrario, quienes creen en la presencia de un aparato estatal todo poderoso y abarcador deberían cerrar filas en torno a la defensa de la decisión judicial citada. Sin embargo, lo que las redes sociales y la discusión pública nos demuestra es un fenómeno bastante diverso.
Independientemente de sus diferencias en lo económico, hay un colectivo que ha cerrado filas en contra del matrimonio igualitario. En la línea opuesta, y nuevamente dejando de lado las discrepancias en el eje relacionado al papel del Estado vs. el libre mercado, otro grupo converge en torno a defender la decisión de la Corte Constitucional. En términos simples, a pesar de sus diferencias en la comprensión del manejo de la economía, muchos correístas ahora convergen al unísono con el PSC para oponerse a la decisión de la Corte Constitucional e incluso para mocionar una consulta popular que deje sin efecto la posibilidad del matrimonio igualitario. En la vía opuesta, grupos políticos tradicionalmente estatistas, como los ecologistas, se acercan en la defensa del derecho de las personas del mismo sexo a contraer nupcias con quienes creen en el libre mercado, como varios sectores de CREO.
De lo dicho se desprenden algunas conclusiones. En primer lugar, el hecho de ser izquierdista en términos económicos no garantiza ser open mind en cuanto a la tolerancia con la diversidad. El ex Presidente Correa es un claro ejemplo de este tipo de personaje. En segundo lugar, ser aperturista en lo económico es plenamente compatible con tener la mente abierta a asumir los derechos de las minorías. El ex asambleísta constituyente Pablo Lucio Paredes o César Montúfar estarían en este grupo. Por tanto, ser ‘progre’ no es atributo de las izquierdas ni tampoco excluye a cierto sector de las derechas. En definitiva, la decisión de la Corte Constitucional no sólo ha servido para que el país asuma de forma más clara la importancia de ese tribunal en la vida democrática sino también para que tengamos una idea más clara que los ‘progres’ están en todo lado, independientemente de su posicionamiento ideológico respecto a la comprensión de la economía pública.
Santiago Basabe es académico de la Flacso.
Dos columnistas de El Universo, Alfonso Reece y Manuel Ignacio Gómez Lecaro, expresamente con gran claridad la posición de los que nos llamamos “libertarios”.
Con lo que la división arcaica entre izquierda buena y derecha mala debe arrojarse al tacho de basura y aceptar que las diferencias de opinión provienen de procesos mentales y como tal deben ser emitidas, discutidas y respetadas.
Tal vez el progresismo en este caso no se relacione tanto con la visión económica, sino con el grado de religiosidad de la gente. Más religioso, menos progresista y viceversa.