Una de las características que tienen las democracias que funcionan es que gozan de un sistema de control de poder efectivo, que impide que quien ostenta el poder lo use de forma incorrecta; es decir, que abuse de su situación de autoridad.
El sistema de check and balances permite el equilibrio de poderes, por eso es tan importante mantenerlo, tutelarlo y promoverlo. De hecho, algunos expertos opinan que es el corazón del estado de derecho puesto que, manteniendo la independencia de poderes, se consigue que un Estado funcione apropiadamente, porque entre otras cosas, asegura que el imperio de la ley sea el pilar al cual se sujetan todos: los políticos a la cabeza.
Uno de los problemas que América Latina en su conjunto afronta tristemente es que hemos sufrido, en los últimos años, procesos de desinstitucionalización progresivos. Hemos sido testigos de la catástrofe que ha significado para países hermanos la cooptación de poderes, que ha conseguido debilitar sistemas democráticos que, con sus aciertos y defectos, venían funcionando de alguna manera, y en los cuales se alcanzaba a controlar de alguna forma las hambres del poder.
Visiones nuevas y revolucionarias echaron abajo los conceptos clásicos de democracia, transparencia y estado de derecho, y fueron posicionando nuevas teorías. Se reescribió la historia sobre presupuestos torcidos, desde donde, la corrupción tomó el nombre de acuerdo entre privados; la persecución política se renombró como lucha contra el estado de opinión y así por el estilo.
Dentro de estos supuestos y prácticas antidemocráticas, tomó preponderancia la incursión de financiadores privados a las campañas electorales, creando un círculo perverso de deuda de favores con pago anticipado.
Si pensamos en la situación de América Latina desde hace más de una década, podemos ver que uno de los fenómenos que ha promovido, gestionado y servido de la corrupción, es la proliferación de negocios electorales que se activan en tiempo de elecciones, y cuyo objetivo siempre es aportar para luego recibir más.
Escándalos como el develado en el Ecuador respecto al financiamiento de campañas políticas por parte de empresas, que luego fueron contratistas del estado, y después de ver el resultado de lo que esto provocó, nos obliga a concluir que el apoyo privado a las campañas, se puede volver en una práctica que termina por corromper, no solo el sistema político sino también arruinando el electoral.
Lo cierto es que, basados en lo ocurrido en el Ecuador, es evidente que hay una relación insana entre donaciones de campaña y contratos públicos en los pasados diez años. Que las empresas que entregaron montos y aportes, que además no fueron transparentados, luego hayan sido los grandes contratistas del Estado demuestra, de largo, lo
dañino que puede ser el no tener un control efectivo sobre esas prácticas.
Claro que otra cosa hubiese sido si en el momento habríamos tenido poderes independientes, que cumplan su rol y pidan cuentas adecuadamente a los partidos y movimientos. Y allí es donde el concepto y la necesidad de los check and balances se entiende a la perfección, porque de haber tenido Contraloría, Autoridad Electoral y Justicia independiente, este momento no estábamos salpicados de ningún color ni embutidos a la fuerza de ningún arroz.
La cosa es que, cuando se hace una donación a la campaña electoral de cualquier partido por fuera de la ley, sin rendir cuentas y recibiendo “al que se caiga con plata”, lo que se está haciendo es condicionar al Estado entero a que, a futuro, no únicamente se le entreguen contratos grandes al aportante, sino también, puestos burocráticos en general.
Al darse este fenómeno, también se pone en riesgo que, en determinado momento, la empresa que dona para la campaña al margen de la ley también quiera influir en la toma de decisiones sobre políticas públicas.
En el rompecabezas de la lucha contra la corrupción, hay que darle un espacio preponderante en como construimos normas que desincentiven los aportes a los partidos por fuera de la ley y aceptar que, aunque sea inconveniente para algunos, la dinámica: financiamiento de campaña versus compromisos de contratos públicos, marcan el camino seguro hacia la corrupción.
Es claro que la democracia latinoamericana, la ecuatoriana incluida, está herida de muerte por el mal de la corrupción, y el financiamiento ilegal de las campañas es una de sus raíces comprobadas. Pero si no buscamos formas de acabar con esto, tendremos democracias empeñadas de por vida a sus aportantes, alimentando el círculo perverso de este mal.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.
Coincido con Carlos, la única salida si bien no perfecta es la DEMARQUIA , una elección aleatoria (estococracia) como ya se lo hacía en Grecia, con ello ,fin a los partidos políticos , y la entrega inmoral a los financiadores de campañas, por supuesto que este modelo no va a gustar a toda esa gente acostumbrada a vivir y medrar perversamente de la política ,llevada bajo ese sistema tradicional y seudodemocrático que solo ha servido para la manipulación y para la entronización de grupos y líderes corrompidos, lo que propone Carlos es digno ya de ser tomado en cuenta para de una vez por todas configurar un sistema que revolucione el destino de Latinoamérica. Sra. Hidalgo, muy distinguida dama, le proponemos estudiar el asunto y estructurar una propuesta que cambiará el destino del Ecuador .
Sra Hidalgo, nunca ha habido en nuestro país independencia real de poderes. Correa profundizó y generalizó más la dependencia de todas las instituciones al ejecutivo para realizar impunemente sus nefastas acciones.
EL enfoque institucionalista no ha resuelto los problemas de la democracia en todo el mundo porque concibe el poder de manera objetiva sin caer en cuenta que quien lo ostenta es un ser humano o un grupo de personas que no se mueven por razones altruistas. Quien lo hace es la pregunta. Asi llegue al poder la persona o el grupo mas desvalido de la sociedad, siempre va a caer en el tiranismo y la arrogancia porque asi es el poder. Quien gobierna lo hace desde su posición subjetiva, asi diga lo contrario. Y la institucionalización no resuelve el problema porque las instituciones estan hechas de personas que en el peor de los casos pueden ser afines a los otros poderes como sucedió con el narcocorreismo.
El poder hay que ponerlo en balance aludiendo al poder ciudadano, al verdadero poder ciudadano, no a su falsa representación en los partidos y movimientos politicos. Tenemos las herramientas y los instrumentos para que algo asi sea posible. El verdadero poder fiscalizador debe estar en las manos de ciudadanos comunes y corrientes que viven y trabajan de forma honesta. No es necesario caer en la meritocracia para ese fin, simplemente basta que se los elija en forma aleatoria para ejerzan un trabajo de control sobre los otros poderes.
El sistema judicial debe funcionar en base a la selección aleatoria de ciudadanos limpios que conformen jurados libres de cualquier infección partidista o de grupos de poder.
La base esta en los ciudadanos que son los verdaderos portadores de poder y a la final son los que aportan con su dinero para que el estado exista como tal. Sin su dinero (sin nuestro dinero) no habría ejercito, hospitales, escuelas, policías, etc. No podemos seguirles negando su importancia en la toma de decisiones. Tenemos la tecnología para lograrlo, es una cuestion de convicción política hacerlo.
Interesante, sin embargo el ciudadano comun tampoco es un santo que se mueve por motivos altruistas; al final del dia tambien se mueve por intereses personales egoistas. Es la condicion humana.
Totalmente de acuerdo contigo, creo que es muy a fin con lo que escribi al inicio. Si hacemos lo mismo siempre, siempre vamos a tener los mismos resultados.
Le parece que la democracia representativa podria ser mas suceptible a la corrupcion? cree usted que en democracia directa o democracia semi-directa la corrupcion incluso estaria ahi rondando? Si el pueblo gobierna directamente y “sortea”, no elige funcionarios seria menor el hambre o ganas de estar en politica ?