El economista francés Thomas Piketty lidera, a nivel del pensamiento, la crítica a la desigualdad en las sociedades actuales, especialmente en los países desarrollados. Hasta hace pocos años, la desigualdad económica había dejado de ser un tema político en el Norte global. La aceptación de la legitimidad de las diferencias de ingresos o de patrimonio, producto del mercado, formaba parte de la incuestionable hegemonía neo-liberal. En los últimos diez años, en cambio, la desigualdad se ha vuelto a politizar, en el sentido que es nuevamente uno de los ejes alrededor de los cuales gira el debate político, sobre todo en EEUU. Varios candidatos en las primarias presidenciales demócratas, especialmente Bernie Sanders y Elizabeth Warren, están basando sus campañas en la crítica a una desigualdad creciente.
Thomas Piketty dio el primer cañonazo en la actual cruzada contra la desigualdad en su libro El capital en el siglo XXI (2013), que argumentó, con base en un aparato estadístico impresionante, que la desigualdad había aumentado desde 1980, en varios países desarrollados. Propuso en ese texto una serie de medidas para revertir esta tendencia, como fuertes impuestos al patrimonio y a la herencia. Recordemos que Rafael Correa se inspiró en Piketty cuando intentó imponer impuestos severos a la plusvalía y a la herencia. Por un instante, Correa volvió a tener la ilusión de que su proyecto era redistributivo y no simplemente un esquema de acumulación de riqueza por parte de la argolla correísta.
En su nuevo libro Capital et idéologie (Paris, 2019), Piketty realiza un erudito recorrido histórico por los sucesivos “regímenes de desigualdad” que han existido. Sobre todo, valiéndose de la gran tradición de investigación histórica francesa, explora los justificativos ideológicos de la desigualdad desde la Edad Media hasta el presente. Según Piketty, las sociedades han pasado de un esquema de desigualdad estamental o estatutaria a aquel anclado en la propiedad privada que se consolidó en el siglo XIX. A partir del siglo XIX, el “derecho inalienable a la propiedad” blindó ideológicamente a la desigualdad, lo que facilitó que la brecha en los ingresos y los patrimonios se disparara. La sacralización del derecho a la propiedad estuvo acompañada de sistemas políticos censitarios en que el sufragio emergente estaba fuertemente asociado a la riqueza. La Belle Époque (1880-1918) en muchas partes del mundo marcó el apogeo de la desigualdad y sistemas políticos controlados por notables.
Luego, según la bien lograda narrativa histórica de Piketty, el “régimen de los propietarios” entró en crisis con las dos guerras mundiales. El crecimiento en las capacidades del Estado, el impuesto a la renta y el sufragio de masas hicieron que éste esquema se erosionara en la inter-guerra (1918-1939). Las tendencias igualitaristas se profundizaron en la post-guerra (1945-1980) cuando una coalición social demócrata de tipo clasista instituyó tasas marginales de impuesto a la renta cercanas al 100%, la nacionalización de activos clave y la masificación de la educación superior. Incluso en EEUU, donde la socialdemocracia se ocultaba bajo el Partido Demócrata, los niveles de desigualdad bajaron en esa época. La postguerra es la época de oro perdida para Piketty, la cual muestra que la desigualdad no es inevitable y que una mayor igualdad es compatible con altos niveles de crecimiento. Recordemos que Francia experimentó sus treinta años (trente glorieuses) de expansión económica y Alemania su milagro económico en el contexto del Estado de bienestar.
Para Piketty, varios factores se conjugaron para revertir la curva descendente de la desigualdad y provocar una vuelta a la desigualdad. Las políticas neo-liberales, bajo la égida del pensamiento de F. Hayek, la globalización y el colapso de las coaliciones social demócratas hicieron que la desigualdad repuntara bajo un régimen “neo-propietario”. En la actualidad, los principales justificativos ideológicos para la desigualdad son la meritocracia y el emprendimiento. No obstante, la creciente monopolización de la riqueza y las fuertes brechas en los niveles de educación, sobre todo en EEUU, hacen que la igualdad de oportunidades se esté convirtiendo en un mito legitimador. En el ámbito político, según Piketty, la coalición socialdemócrata ha sido reemplazada por la “izquierda de los diplomas” o “izquierda brahmana”. Esta se encuentra dominada y respaldada por los poseedores de prestigiosos títulos universitarios, que luchan por los valores progresistas (aborto, derechos GLBTI, derechos de minorías) en lugar de impulsar la redistribución. Esta izquierda, que acepta el neo-liberalismo, ha provocado un divorcio entre los partidos izquierdistas y los sectores populares. Los últimos tienden a optar por el “social nativismo” de la nueva derecha, que culpa a los migrantes por el deterioro relativo de las condiciones de vida de las clases populares blancas.
No hay que compartir las soluciones que propone Piketty (como el retorno a tasas marginales altas de impuesto a la renta) para admitir que su análisis es un tour de force. Su manejo de la larga duración histórica y de la filosofía política es impresionante, en contraste con los enunciados superficiales y reiterativos de los economistas neo-liberales. Aunque las tesis de Piketty están enfocadas en el Norte global, nos conducen a pensar en sus implicaciones para América Latina. ¿Está creciendo la tradicionalmente alta desigualdad en nuestro continente? ¿Cómo se justifica ideológicamente? ¿Son creíbles estos justificativos o de manera recurrente son puestos en entredicho? En fin, Piketty nos deja con una multiplicidad de interrogantes.
Carlos Espinosa es profesor/investigador de Historia y Relaciones Internacionales en la USFQ.
Correa quiso aplicar las teorías de Piketty en teoría : distribuir la riqueza entre los más pobres, pero en la práctica , aplico’ una poli’tica perversa : hizo ricos a unos cuantos corruptos. Las consecuencias las estamos pagando.
En nuestro países corruptos los impuestos van del bolsillo de los ciudadanos (pobres y ricos)
al bolsillo del corrupto de turno en el poder
No he leído el último libro de Piketty, pero los anteriores fueron muy cuestionados por su poca validez estadística.