El Presidente no era popular. No tenía votos. No tenía un grupo leal ni mayoritario en la Asamblea. No tenía un claro liderazgo… En medio de esa adversidad, todo militaba para que ante un movilización de la magnitud y la violencia que vivió el Ecuador, se hubiera caído como hoja de árbol en pleno otoño.
Lenín Moreno tuvo que recular y derogar el decreto 883 y se ignora cuál será el decreto que lo reemplazará. Su contenido está cargo del Gobierno y de los indígenas. Muchos consideran una verdadera traición que el presidente haya cedido, después de jugarse por las medidas que supuestamente contaban con apoyo de una mayoría de la ciudadanía. Es verdad que hubo muestras expresas de soporte por parte de Guillermo Lasso, Jaime Nebot (a la democracia), cámaras de la producción y de comercio y ciertos medios de comunicación. Pero no hay pruebas fehacientes de que las medidas encontraron apoyo en la ciudadanía. En cambio, el presidente vio cómo los factores de poder se tornaron adversos. La policía resistió y cumplió (a veces con excesos) su deber como está previsto en las leyes y en los protocolos para estos casos. En cambio los militares mostraron una discreción que algunos calificaron de debilidad. Nunca dieron muestras de querer disuadir actos de violencia para proteger la ciudad o para evitar el flujo de indígenas hacia Quito. Y eso no quiere decir que hubieran tenido que disparar. Policías y militares fueron vejados y humillados, como anotó Alberto Molina, coronel en servicio pasivo, en washapp. Sin ninguna, pero ninguna respuesta militar.
Moreno contó, es cierto, con el apoyo de todas las instituciones del Estado. Pero nada de eso bastó. Este conflicto se decidió en la calle. Y el gobierno, y esas instituciones del Estado dentro de las cuales están la Policía y las Fuerzas Armadas, no tuvieron cómo sostener su decisión. El presidente podía mantener el decreto y mantener la confrontación pero el desenlace no estaba en sus manos, sino en las de las Fuerzas Armadas,
El Presidente tuvo que recular. Con esto obtuvo serenar el país y volver a la normalidad, mantener la institucionalidad con él como representante máximo y darse, teóricamente al menos, una segunda oportunidad en el campo de las medidas económicas: habrá que ver en el nuevo decreto si las expectativas creadas coinciden con la realidad.
Moreno no retrocedió solo al derogar el decreto 883. Lo hizo el Estado en su conjunto. El presidente administró una crisis de orden público que el propio Estado fue incapaz de prever. Los servicios de inteligencia de la policía y de los militares colapsaron. No supieron lo que se venía y eso se llama ineficiencia. O no previnieron al Ejecutivo y eso se llama ocultamiento de información. En cualquier caso, el país y la ciudadanía asumieron esta crisis en estado de indefensión.
En ese contexto, Moreno, por convicción que tuviese sobre las bondades de las medidas, se vio forzado a derogar su proyecto y, con ello, perder credibilidad, espacio político y capacidad de gestión. Ese es el panorama que tiene por delante. Una Presidencia más acotada aún de lo que el país había visto durante estos dos años y medio. Lenín Moreno sabe que podrá terminar su mandato, así no sepa lo que podrá hacer hasta entregar el poder.
Ese es su triunfo. El único que puede exhibir de estos doce días de caos y violencia. Está de nuevo en Carondelet a pesar de la conspiración urdida por el correísmo en la que participaron sectores indígenas. Sobrevivió a la estrategia anunciada por Rafael Correa que pretendía obligarlo, en pleno caos, a renunciar o convocar a elecciones anticipadas. Por las circunstancias en que se vio envuelto, Moreno termina develando el rostro golpista del expresidente y de sus seguidores. No solo sobrevivió: encarna la institucionalidad del país, por más maltrecha que haya quedado. Y de nuevo esa debilidad política le asegura la permanencia hasta el 2021.
Moreno inició la debacle de Correa que se aceleró vertiginosamente durante esta tentativa de golpe. No se sabe cuán golpeada quedó la base electoral correísta. Pero el aparato operativo en el país del expresidente sufrió severas pérdidas: los asilados se confiesan culpables, pues nadie los buscaba. El grupo parlamentario tendrá un menor margen de maniobra. El sello de golpista traerá consecuencias electorales para su movimiento. Correa ve disminuida su capacidad de intervención y no es imposible que esto agrave su situación judicial.
El mano a mano con Rafael Correa lo vuelve a ganar Moreno. Es su único y mayor triunfo.
Foto: Presidencia de la República.
Mañana: Los militares forzaron el fin del paro.
Miren amigos tuvimos 10 años de correismo y no les gustó llegó Lenin moreno con su cirugía a la corrupcion no les gustó y yo les digo, entonces que quieren se quejan del uno y entonces entra otro y también se quejan ningún gobierno les parece y cada vez que entra un gobierno nuevo se la pasan sólo criticándolo y si moreno deja la presidencia y entra otro lo mismo será así que yo digo, quien diablos los entiende si tanto se quejan entonces díganme según ustedes quien puede ser entonces la persona indicada para traer un buen gobierno y no es que esté defendiendo ni a Correa ni a Moreno solo que ustedes cada vez que llega un gobierno nuevo se la pasan quejándose entonces, yo les pregunto que mismo quieren.