En menos de dos meses el gobierno nacional ha sufrido dos traspiés políticos de envergadura. En el primero, tuvo que recular en el intento de eliminar los subsidios a la gasolina y el diésel. En el segundo, debió dar muchos pasos atrás pues la ley de crecimiento económico le fue lanzada al escritorio más recóndito de Carondelet. Hace pocas semanas, los indígenas colocaron a los ases del pensamiento gubernamental tras las cuerdas, implorando el fin del metafórico enfrentamiento pugilístico. Hace un par de días, la conjunción de varios partidos políticos, Pachacutick, socialcristianos e independientes (nunca se sabe de qué), echaron por los suelos el intento recaudatorio de las masas grises del gobierno de todos, como ahora se llama a la versión light del gobierno de antaño, el de las mentes lúcidas (unas tras las rejas, otras en la clandestinidad, las restantes implorando un infundado asilo).
Es cierto es que en uno y otro enfrentamiento los opositores se mostraron beligerantes y poco abiertos al diálogo. Es cierto que en las dos ocasiones faltó una mayor predisposición de quienes se apostaron en contra de las intenciones del gobierno nacional. Sin embargo, es cierto también que en ambos episodios la tozudez de Carondelet para entender cómo se diseña política pública en el país de Manuelito es proverbial. En ambos casos primero enviaron las medidas y luego consultaron. Así, sin más ni más. Por eso es que a veces da la impresión que el adagio popular de “más vale pedir perdón que pedir permiso” es entendido en el gobierno a rajatabla, sin ningún tipo de criticidad. Por eso es que a veces da la impresión de que la propiedad conmutativa de algunas operaciones matemáticas según la cual “el orden de los factores no altera el resultado” en el gobierno la asumen sin restricción alguna. Por eso es que a veces da la impresión, y muchas veces la certeza, de que en el gobierno no entienden que la política es el arte de conseguir lo que más se pueda para el interés nacional a partir de las restricciones que imponen los intereses del resto de actores en escena.
No obstante, la política da nuevas oportunidades. Ahora viene la tercera intentona y esperemos que sea la vencida. El país espera que al fin, luego de los dos revolcones sufridos, el gobierno entienda que los acuerdos a los que puede llegar con la Asamblea Nacional son pocos y deben ser procesados previamente, de forma paulatina y secuencial. No es el momento de elevar impuestos pues, independientemente de la discusión técnica que exista respecto a su viabilidad, no tendría los votos suficientes para la aprobación. No es el momento tampoco de grandes medidas de austeridad pues, más allá de la necesidad que tenga el país de ellas, incluirlas en un nuevo intento reformista sería generar mayores tensiones de las que ahora mantiene el gobierno con las fuerzas políticas en la legislatura. Al día de hoy, Carondelet debe entender que en el siguiente proyecto de ley de urgencia económica no se van a solucionar prioritariamente los problemas de finanzas públicas que tiene el país, sino los de orden político. Aquéllos generados en las últimas semanas por su necedad, ausencia de autocrítica y presunción de que siempre la responsabilidad está en el otro.
Bajo el escenario detallado, la tarea que le queda al gobierno de aquí en más es doble. De un lado, recoger dentro del nuevo proyecto de ley los temas en los que hay acuerdos mínimos, como la reducción del impuesto a la salida de divisas, la eliminación del pago anticipado del IVA o la condonación de intereses de mora a los usuarios de becas de estudio. De otro lado, cabildear ante los organismos multilaterales de cara a calmar las ansiedades e incertidumbres respecto al futuro del país. Allí, en ese foro, el gobierno debe plantear que las metas económicas irán mucho más despacio de lo que se preveía y que, por tanto, los alcances de las reformas serán mas bien limitados. Es preferible presentar escenarios realistas a aquellos excesivamente optimistas pero inviables. Es mejor que el FMI tenga desde ya una idea clara de que la reforma económica inmediata servirá básicamente para recomponer la imagen política del gobierno nacional.
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Los errores políticos tienen consecuencias prácticas en diferentes niveles y de eso debe estar consciente el gobierno. La primera consecuencia es que la reforma económica ya no podrá cumplirse dentro de los plazos previstos y quizás ni siquiera en lo que resta del período del presidente Moreno. La segunda consecuencia es que los acuerdos partidistas en la legislatura son tan débiles que el nuevo proyecto de ley de urgencia económica tendrá mínimos alcances recaudatorios. La tercera consecuencia tiene que ver con la necesidad de renegociar los términos de los acuerdos con los organismos multilaterales: ligerísimas modificaciones en lo económico a cambio de estabilidad en lo político. Esa es la consigna ahora. Aunque el gobierno se resista a depurarse y criticarse, la política y sobre todo la economía se encargarán de revelar sus falencias en el corto y mediano plazo. ¡Ojalá en el tercer intento no cometan los mismos errores del pasado inmediato!
Santiago Basabe es académico de la Flacso.
Excelente artÍculo Dr.
Solo falta HACER una nueva organizaciÓn Nacional para la recolecciÓn de firmas para que que le otorguen: el Premio Nobel de la Paz a Moreno por su ternura y cinismo, el Premio Nobel de FÍSICA por su labor cuÁntica el de EconomÍa a su antecesor el Troposaurio Correa por su invento EN EL manejo econÓmico… y por tratar de unir al pueblo ecuatoriano…
la C O RR U P C I Ó N avanza… CON infinito A M O R….
LA C O RR U P C I Ó N ya ES de todos… AVANZAMOS C O RR U P C I Ó N….