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¿Qué serían los revolucionarios sin coimas?

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María Alejandra Vicuña podría promocionar dentífricos. Ante las cámaras, adorna su rostro con una sonrisa que luce genuina. Sonríe incluso al ingreso de la sala donde tiene cita con sus jueces. Hacerse la desentendida, no darse por enterada, no calzar los zapatos de una acusada… hace parte de un libreto que ella encarna con total naturalidad.

Que colaboradores suyos -que presenta como coidearios- hayan depositado dinero en su cuenta personal, en forma sistemática, es para ella normal. Su abogada además dice que esas sumas fueron entregadas voluntariamente. Lo recalca con esa espontaneidad usual en personas que explican obviedades. Y quizá eso es lo más inquietante. Vicuña, que Lenín Moreno llevó a la Vicepresidencia de la República, cree o finge creer -para el caso es lo mismo- que es normal extorsionar a sus subalternos. Es normal que ellos depositen, cada mes, un porcentaje de su salario en su cuenta bancaria. Es normal que su plata y la de su movimiento político, Alianza Bolivariana Alfarista, sean la misma cosa. Es normal que no pueda probar para qué destinó ese dinero.

María Alejandra Vicuña hace parte de esos dirigentes políticos que, por decirse de izquierda, se otorgan licencias por fuera de la ley. Entre ellas extorsionar -voluntariamente- a sus colaboradores. E inventar protocolos para aprovecharse de dinero ajeno. Privado o público. Vicuña no entiende qué delito cometió; Correa y los suyos todavía preguntan qué es el caso Arroz Verde. No sorprende la pose, esa candidez forjada para sonreír ante las cámaras, la osadía para convertir a los testigos en armas fraguadas por algún enemigo en contra de sus justas causas. Sorprende la desvergüenza para mentir; ese cinismo yerto con que se pretende normalizar el delito.

La guerra del correísmo contra los jueces que procesarán los sobornos 2012-2016, se librará en ese terreno: las pruebas del mecanismo secreto que Correa y los suyos construyeron para financiar su Estado de propaganda versus un ejército de abogados ocupados en negar, en la forma que sea, que esa realidad existió. No hubo dinero de Odebrecht para las campañas de Alianza País. No hubo empresarios extorsionados, con su aquiescencia o sin ella. No hubo un sistema de sobornos y gastos gestionado por Pamela Martínez y Laura Terán… No hubo sobornos. No hubo Arroz verde.

La Fiscalía tiene que armar ante los jueces ese mecanismo. Para ello tiene 163 testigos que, se espera, tendrán que mostrar en filigrana, cómo funcionaba esa maquinaria que ya perfilaron en sus testimonios anticipados José Conceiçao Santos, ex representante de Odebrecht en Ecuador, y Pamela Martínez (asesora de Correa) y Laura Terán, su asistente. Correa y los suyos, al igual que Vicuña y su abogada, niegan por todos los medios que hubo delitos. En sus cuentas sociales, el ex presidente ironiza sobre el cheque de 6000 dólares que recibió con cargo a un fondo constituido, según la Fiscalía, con aportes ilegales de contratistas estatales recibidos por Alianza País. Pero ese no es su karma: es ser el jefe del mecanismo. Y eso es lo que tiene que probar la Fiscalía.

Ese juicio encierra la historia oculta del correísmo. Su sistema de financiamiento. Sus trucos para corromper a empresarios a cambio de contratos. El uso de dinero en la campañas y su sistema de reparto. El fondo solidario que se nutría con la plata de los burócratas de Alianza País… Pero hay, sobre todo en juego, muchos mitos políticos que la investigación de la Fiscalía podría demoler: la invencibilidad de Alianza País (gracias a esa plata su posicionamiento fue permanente y global), la adhesión del electorado al proyecto correísta (empresas privadas cancelaban su proselitismo eterno y desbocado), la genialidad publicitaria de los hermanos Alvarado (gracias a esa plata su producto fue mercadeado sin tregua)… ¿Qué hubiera sido Alianza País y Rafael Correa sin ese descomunal sistema de sobornos?

Los correístas, puestos ante los jueces, no podrán negar enteramente el mecanismo de corrupción que montaron. Pero harán, porque ya lo han hecho, lo que con tanta naturalidad alega María Alejandra Vicuña: que para ellos es normal lo que para sus críticos es delito. No porque ellos sean delincuentes sino porque la gente es mala.

28 Comments

  1. Según la Biblia Cristo fue un revolucionario, pero no ladron, es muy diferente que haya hechado afuera del templo a los ladrones.

    Más estos seudos revolucionarios a más de ladrones son ignorantes, sinverguenzas, vividores, oportunistas.

    Recuerdo sus caras y manera de vestir cuándo comenzaron, ahora causa hasta chiste verlos con ropa de marca, más parecen salchichas mal embutidas, pero nadie como el indio vestido con ropa de Pierre Cardin.

    De no haber sido por la princesa del ático, continuarían siendo lo que siempre fueron.

  2. Para ser franco, creo que la Fiscalía se está prestando para un tongo, están gastando recursos en juicios tontos de los que no saldrá nada nuevo o que no haya ocurrido en el pasado. Como dicen nuestros montubios, están gastando pólvora en gallinazo.
    Bajo que lógica legal o moral se persigue a la Pavón, a Hernández y otros cuando no se acusa a Vargas e Iza, como pueden ser “rebeldes” los que hablan pendejadas, pero no los vándalos que aterrorizaron a un país y a Quito en particular.
    Mi impresión es que los jueces, muchos de ellos correístas y ahora morenistas por conveniencia darán largas a todos los juicios para que parezca que hacen algo, cuando solo queman tiempo. Al final la función judicial resulta último día del correísmo y primero de lo mismo.

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