Este 9 de enero, se cumplieron 20 años de la adopción del dólar como moneda nacional y, a propósito de ello, han corrido varios análisis y juicios de valor. En esta lluvia de opiniones también hemos visto salir padres y madres de la dolarización que se atribuyen, con justicia o no, el giro económico en positivo que significó esta decisión que en sus inicios fue tan denostada.
Lo cierto es que la decisión del entonces presidente Jamil Mahuad de enfrentar con la dolarización la crisis que se vivía en esos momentos, analizada veinte años más tarde, resultó ser una medida que nos ha permitido aguantar el embate de crisis regionales y mundiales que se dieron en este lapso y que, de no tener moneda dura, nos habría llevado a continuas devaluaciones con las subsiguientes consecuencias.
No obstante, en un ejercicio de objetividad, también conviene traer a la memoria los costos sociales de esa decisión. Muchos siguen allí y se deben tener presente como parte de nuestra memoria histórica de país ya que son de mucha utilidad como lecciones aprendidas que se derivan de una resolución que, si bien fue tomada por el mandatario de turno, tenía que darse como producto de años de problemas económicos acumulados a lo largo de, al menos, dos décadas.
Entre los principales factores que llevaron a dolarizar el país, estuvo la falta de un control estricto a la actividad bancaria para evitar que quiebren y perjudiquen a sus depositantes. Ese fue uno de los errores que se repitió reiteradas ocasiones y que fue llenando esa olla de presión que terminó estallando. Unido a esto, el llamado salvataje bancario fue, para muchos, el punto de partida de la debacle porque generó la posibilidad de que los bancos se autopresten los dineros de sus depositantes, sin ningún tipo de control. Esto motivó un festival de préstamos internos: un círculo vicioso que con el tiempo se le fue de las manos al Estado.
Finalmente, el feriado bancario fue la última estocada que remató la crisis económica, no solo porque dejó a los depositantes sin la capacidad de retirar sus dineros sino, sobre todo, por los estragos que provocó a todo nivel, pues aún hay decenas de afectados que nunca pudieron recuperar un centavo y cuyos esfuerzos jamás se vieron recompensados pues algunos de ellos fallecieron sin obtener solución. Sin duda, esto último es un capítulo oscuro en la historia ecuatoriana y una deuda pendiente, de todos, con ellos.
No obstante, transcurridos 20 años el balance de resultados de la dolarización es favorable. Gracias a ella, pudimos sostener económicamente crisis políticas serias que atravesó el país como, por ejemplo, el caso de dos derrocamientos presidenciales que si los asumíamos sucretizados habrían significado una devaluación de la moneda; una inflación elevada y el aumento de las tasas de interés que, a su vez, no habrían llevado a una crisis macroeconómica fuerte.
Si pensamos en cómo ha sido llevada la economía en los últimos años y miramos especialmente el desorden fiscal y el déficit presupuestario, podríamos decir con certeza que esas circunstancias, con sucres, nos habría llevado a desequilibrios económicos peligrosos y quizás hasta habríamos tenido que imprimir moneda sin respaldo, colocándonos en un símil de los problemas que afrontan países como Venezuela.
No obstante, no deberíamos dormirnos en los laureles pensando que la dolarización nos va a librar de todo mal por siempre. Vivir dolarizados requiere también tomar una serie de medidas para mantenerla sana: dotar a la economía de flexibilidad laboral; tener como política la competitividad y la libre circulación de capitales son, entre otras, algunas de las medidas que se deben implementar para cuidar nuestro sistema dolarizado.
Por otro lado, vale decir que hoy en día, el capital más fuerte con el que cuenta la dolarización es quizás el respaldo ciudadano, ya que una gran mayoría de ecuatorianos la apoya y sostiene, a la vez que manifiesta poco interés de volver a una moneda nacional; en gran parte porque han podido ser beneficiarios, a todo nivel, de las ventajas de lo que significa hacer comercio, ganar un salario y vivir con moneda dura y gozar además de buenas posibilidades de ahorro y crédito.
Con todo esto, el desafío más grande que enfrenta el Ecuador, si queremos sostener la dolarización, es asumir de forma correcta las lecciones aprendidas de estos 20 años y fortalecer el sistema monetario vigente, con una disciplina fiscal rigurosa, fomento de empleo, flexibilización laboral y apertura de mercados.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.
Hay pocos políticos en Ecuador que en la actualidad hablen de un posible regreso al sucre. Es el recuerdo de la crisis económica y la devaluación constante que arruinó la economía de millones en el país. Una la moneda fuerte y manejada «desde fuera». Según la última encuesta que se realizó en el país sobre el tema, que data de 2015, un 85 % de los ecuatorianos respondió que respalda la dolarización. La administración de Mahuad, además de heredar un país que ya estaba en crisis, exacerbó esa desconfianza hacia la clase política en Ecuador y de su evidente conexión con la élite financiera del país. Y fue precisamente el manejo irresponsable de la banca y de su deuda uno de los factores que provocó la debacle económica que vivió el país en 1999. La dolarización tiene una ventaja, coinciden los expertos, y es que atrae y mantiene la inversión.
La economía ecuatoriana es vulnerable a todo a aquello que tenga que ver con la economía de Estados Unidos, país emisor de su moneda. «El Ecuador para crecer necesita dólares y los dólares vienen de exportaciones y de inversión extranjera directa» recalca Carrera. A dos décadas de haber implementado la dolarización Ecuador parece tan lejos de volver a una moneda propia como de encontrar la senda del crecimiento sostenido.
Al cumplirse 20 de la adaptación de dolar podemos ver el giro económico que el país ha tenido, aunque al inicio tuvo consecuencias muy significativas ahora podemos ver el resultado positivo de esta decisión, para resultados efectivos se necesita tomar medidas drásticas.
Esta medida tomada por el ex presidente Jamil Mahuad ha permitido que en estos 20 años el país pudiera aguantar las crisis regionales y mundiales sin tener diversas devaluaciones en nuestra moneda. Gracias a esta arriesgada decisión que fue dada a consecuencia de diversos factores como el feriado bancario, el país pudo sostener económicamente crisis políticas severas como, por ejemplo, el caso de dos derrocamientos presidenciales que sin una estabilidad monetario ya se hubiera producido una devaluación en la moneda, lo que conllevaría a una inflación elevada y el aumento de las tasas de interés. Aunque la dolarización fue una media acertada no debemos pensar que eso mantendrá al país sin crisis, debemos adoptar una cultura económica y tomar medidas en el momento preciso para que en el futuro no se tenga que adoptar decisiones mas drásticas.