Tras la visita oficial a Washington, el gobierno nacional ha intentado posicionar una imagen entre la opinión pública: el país era uno antes de la reunión con Donald Trump y sus altos funcionarios y es otro ahora, a la llegada de la extensa comitiva al país. Anochecimos con unos problemas y amanecimos con las soluciones. Soplar y hacer botellas no ha sido algo tan difícil de alcanzar, en realidad. Si hasta hace unos días habían dificultades para el intercambio comercial con el mundo y la ausencia de inversión privada extranjera era notoria, a partir de esta semana todo ha sido resuelto. Hasta hablaremos inglés en pocos meses o cuando mucho en un par de años. El sueño americano, en su versión siglo XXI, nos ha llegado. Y nos ha llegado pronto, raudo y veloz, sin que medie nada ni nadie. Ha bastado un poco de relaciones personales a nivel diplomático para que ahora, desde ahora, seamos parte de las denominadas democracias industrializadas. Welcome to the first world!
Sin embargo, lo que en Washington no se ha dicho, o seguramente sí se dijo pero no se lo puede mencionar en público, es que cualquier forma de acuerdo comercial de mediano alcance requiere indiscutiblemente un régimen laboral flexible y acorde con las particularidades de los distintos sectores de la economía. Ahí es cuando los buenos oficios de la Casa Blanca no alcanzan y es necesario volver la mirada a la política local. En ese punto es donde se necesitarán amplias mayorías legislativas para aprobar reformas de fondo al Código de Trabajo, aquél de la década de los treinta del siglo pasado. En ese punto es, precisamente, donde el gobierno nacional requerirá apoyo de las distintas agrupaciones partidistas. En ese punto, nuevamente, es donde basta voltear a ver la configuración de las bancadas legislativas para percatarse que el gobierno ni siquiera cuenta con el respaldo unánime de Alianza País.
Seguramente en el Salón Oval también se comentó que se requieren ajustes importantes al tamaño del aparato estatal y, en general, al manejo de las finanzas públicas, de cara a que el respaldo de los organismos multilaterales continúe como hasta ahora. No obstante, lo que el Presidente Trump no habrá dicho, aunque lo habrá dejado entrever, es las decisiones trascendentales que el país debe asumir implican un costo político importante y que compatibilizar dichos efectos con una candidatura presidencial oficialista es claramente inmanejable. Por ello, si efectivamente hay la decisión del gobierno nacional de empujar la reforma económica, una primera y necesaria señal que se debería dar va en la línea de despojarse de cualquier ambición electoral de cara al 2021. Esa señal no sólo abonará para que otros actores políticos puedan apoyar la propuesta gubernamental sino además para que en lo que resta del período presidencial se tomen decisiones esencialmente técnicas.
En medio del protocolo y los discursos grandilocuentes, lo que el país esperaba también es que la transferencia de tecnología ofrecida desde la “Yoni” vaya acompañada de algunas ideas esenciales respecto a cómo manejar de forma discreta la posibilidad de firmar acuerdos comerciales entre Estados Unidos y la nueva potencia de América Latina. En principio, parece que esas necesarias sugerencias nunca llegaron pues, a pesar de que ese es un tema extremadamente álgido y ha sido la plataforma electoral de la izquierda más radical -indígenas y Revolución Ciudadana de por medio-, los funcionarios del gobierno no han dudado en proclamarlo a los cuatro vientos, sin la mesura y cálculo estratégico que se requiere. Negociar de forma secuencial, conversar previamente con los distintos sectores involucrados; y, finalmente, trasladar un mensaje sencillo a la ciudadanía, en el que se enfatice en los beneficios generales de llegar a acuerdos comerciales con los Estados Unidos, es el libreto a seguir. No obstante, da la impresión que octubre de 2019 fue rápidamente olvidado.
Indudablemente, cualquier acercamiento comercial, político y de cooperación entre Ecuador y Estados Unidos es valioso y digno de reconocimiento. Sin embargo, hay varias cosas que no se han dicho. A las expuestas hay que agregar que este tipo de entendimientos no llegan de la noche a la mañana y que lo que ahora el país observa no es sino el resultado de un trabajo de largo alcance en el que el Embajador Francisco Carrión fue una pieza clave, aunque ahora poco reconocida. Tampoco se ha dicho que la viabilidad de los acuerdos va a depender en buena medida de la decisión del gobierno y su capacidad de maniobra política, dos características que no han acompañado al Presidente Moreno a lo largo de sus casi tres años de mandato. Finalmente, no se ha dicho -y vale la pena mencionarlo-, que firmar acuerdos de forma precipitada, por el solo hecho de obtener réditos de corto plazo, no es responsable con el país ni con la necesaria reestructuración política y económica que ahora se demanda. Acuerdos sí, pero con una estrategia y un pliego de requerimientos nacionales previamente discutidos.
Por ello, si efectivamente hay la decisión del gobierno nacional de empujar la reforma económica, una primera y necesaria señal que se debería dar va en la línea de despojarse de cualquier ambición electoral de cara al 2021. Esa señal no sólo abonará para que otros actores políticos puedan apoyar la propuesta gubernamental sino además para que en lo que resta del período presidencial se tomen decisiones esencialmente técnicas. Tampoco se ha dicho que la viabilidad de los acuerdos va a depender en buena medida de la decisión del gobierno y su capacidad de maniobra política, dos características que no han acompañado al Presidente Moreno a lo largo de sus casi tres años de mandato.
Totalmente de acuerdo ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡