Luego de más de tres décadas del retorno a la democracia en América Latina, la asimétrica representación femenina en las distintas arenas de toma de decisión política es una de las deficiencias más importantes del régimen de las libertades y la competencia electoral. Aunque los países han avanzado en el diseño de políticas públicas orientadas a aminorar las desigualdades señaladas, los resultados aún dejan mucho que desear. Si bien las leyes de cuotas o las de paridad han generado efectos positivos, estos no son lo suficientemente contundentes para eliminar las barreras de acceso femenino a la política. Por el contrario, da la impresión de que un paso al frente en la lucha contra la discriminación de las mujeres tiene como contrapartida dos pasos hacia atrás de quienes abierta o solapadamente se encuentran en la posición contraria. Por tanto, las reformas institucionales son condición necesaria pero no suficiente para intentar resolver este acuciante problema que ataca al corazón mismo de nuestras democracias.
Ecuador es un claro referente empírico de lo dicho. Aunque contamos con una de las leyes más avanzadas de la región en cuanto al fomento de la representación de mujeres en espacios de decisión plurinominal, aquello no alcanza. Por ejemplo, durante las tres últimas conformaciones de la Asamblea Nacional, la presencia femenina no ha podido superar el umbral del 40%. Algo similar ocurre en los concejos municipales. Aunque Guayaquil y Quito se acercan a la representación paritaria, existen otros cantones, como Cuenca, donde los espacios para las concejalas no llega al 15%. La razón de estos datos es obvia: aunque la normativa establece la alternancia en la conformación de las listas de candidatos (hombre-mujer o viceversa), en la práctica los hombres encabezan las papeletas en los distritos electorales en los que existen mayores opciones de éxito. Lo más penoso es que, aún con la reciente reforma electoral, orientada a que un porcentaje de mujeres sea la No 1 de las listas, el criterio continuará siendo el mismo.
Si en los espacios en los que existe regulación estatal se presentan distorsiones como las anotadas, en los procesos electorales uninominales, en los que no pende restricción alguna, la realidad de lo que somos como país se devela por completo. Entre 1979 y 2017 apenas 6,22% de las prefecturas han sido ocupadas por mujeres y solo 4,36% de las alcaldías han tenido gobierno femenino. Ni qué hablar de los gabinetes ministeriales. En general, pocas mujeres y mucho menos en ministerios con mayor impacto. Pruebas al canto. A lo largo de todo el período democrático (1979-2020), el Ministerio de Gobierno solo ha tenido dos mujeres al mando (Ana Lucía Armijos y María Paula Romo). En el Poder Judicial las cosas no distan demasiado. La primera presidenta de la Corte Nacional en la vida republicana del país (1830-2020) acaba de ser elegida hace poco más de dos años. Si nos trasladamos a los espacios de decisión en el interior de los partidos políticos las cosas son aún peores. Salvo Wilma Andrade (ID), parecería que las mujeres simplemente no existen.
Lo más preocupante del caso es que al machismo tóxico de los actores políticos se debe sumar la indiferencia de buena parte de la sociedad. Poco se discute sobre el tema y más allá de declaraciones eufemísticas, como las que seguramente abundarán el 8 de marzo, a propósito del día internacional de la mujer, las acciones concretas escasean. Por el contrario, toman fuerza los argumentos que señalan que la representación política de las mujeres debe darse por sus propios méritos, por lo que cualquier mecanismo de acción afirmativa o discriminación positiva es atentatorio al principio de igualdad. Si bien dicha declaración es teóricamente sostenible, lo que deja de lado es que resulta aplicable en mercados políticos en los que no existen distorsiones; y, la ley de la oferta y la demanda pueden operar sin mayores dificultades. Ese, desafortunadamente, no es el caso del Ecuador ni de los países latinoamericanos donde precisamente la exclusión de las mujeres constituye una barrera de acceso estructuralmente establecida.
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En tiempos en los que las reformas electorales intentan afectar positivamente la representación política de las mujeres (también de los jóvenes), es necesario discutir más en profundidad sobre los alcances del diseño institucional para alivianar la exclusión femenina en la toma de decisiones públicas. Tales medidas son necesarias, desde luego, pero no son suficientes para alcanzar el efecto deseado. Como se ha evidenciado históricamente, a los líderes políticos no les interesa generar un cambio en su comprensión de qué es la política y quienes son los que pueden acceder a ella. Por tanto, los mecanismos de presión deben venir desde la sociedad civil organizada, la opinión pública, los medios de comunicación y la investigación científica. Si desde estos espacios no se promueve la reducción de la vergonzosa asimetría expuesta, pasarán muchos 8 de marzo más y nuestra realidad continuará igual o incluso peor que la que ahora contemplamos.
Santiago Basabe es académico de la Flacso.
Es importante reflexionar sobre la participación de la mujer ecuatoriana en la política. Si bien actualmente su presencia es mayor según los números, hay que cuestionar si esa representación es sustancial o tan solo de identidad. Además, si aún Ecuador es un país machista, ¿hay una verdadera equidad en la política?.
Siendo así las nuevas oportunidades que se brinda al género femenino como asumir cargos de todo tipo como la Alcaldesa Cintia Viteri es la representante de la ciudad de Guayaquil. El trabajo de los movimientos feministas en pos de eliminar la violencia de género ha permitido que la mujer participe más activamente en la sociedad, ya sea desde su hogar, profesión o desde la representación popular.
En tiempos correistas hubo un alto porcentaje de mujeres en la asamblea de ese entonces pero que paso, se declararon sumisas al presidente del partido , así que la igualdad de genero le regalaron al macho alfa, recuerdan?
Uno de los graves problemas que afronta nuestro país, radica en que los análisis de apariencia académica, generalmente están basados en supuestos emanados desde el escritorio, conocerá el señor Basabe las damas que estén interviniendo con afán en los quehaceres políticos….? Desde lo que este peregrino ha observado es que recorre en la sociedad la novelería de la igualdad de género y concomitante con ello la paridad en la nominación de candidaturas, solo por el prurito de que sean mujeres; y, así cumplir con lo que dice la ley. Se ve en las actividades previas a la designación de candidatas y candidatos que las bases de los partidos y movimientos se rascan la cabeza diciendo ‘A quién designamos…? Porque en el entorno no se observa Féminas que estén participando en actividades que les pondrían como potenciales; pero hasta en los discursos domésticos hablan de igualdad de género como una exigencia de derechos sin que por contra-parte se vea el cumplimiento de deberes. Que hay damas que deberían ser nominadas y elegidas como asambleístas y más cargos políticos, que serían un aporte magnífico para el país, las hay. Esas pocas están en otros menesteres, por ejemplo como académicas o como columnistas de El Comercio, digo no…
Excelente análisis del Dr. Santiago Basabe, en realidad también a pesar de los derechos actuales que tiene la Mujer, creo que falta mayor decision por involucrarse en los problemas y la política, por cuánto si hace falta más capacitación e interés por parte de las Mujeres.
Una situación que cada vez va haciéndose más grave y preocupante es el alto índice de femicidios en el Ecuador. Es indispensable que todas las instituciones del Estado pongan sus esfuerzos para frenar este delito que raya en la animalidad; como que el ser humano involuciona en vez de mejorar su racionalidad. Acciones urgentes pueden desempeñar ya la Justicia, morosa, y la Educación. Nunca estará por demás medidas que el gobierno tome para rendir homenaje a la mujer como ser humano.
Puede tener razón en los derechos que les asiste en cuanto a la participación en igualdad de oportunidades…pero me gustaría saber cuántas mujeres hacen opinión en sus escritos, por ejemplo…Lo que quiero decir es que se necesita que su participación sea una constante, si es posible, su imagen sea producto de una lucha, no solo relacionada a una cuestión de género, sino a una situación que nos afecta a todos…en Santo Domingo hay mayoría femenina, lo cuál no ha garantizado una buena administración…