Un amigo de juventud, que tempranamente militaba en el marxismo, me decía luego de la caída del muro de Berlín y mascullando su decepción, que a ellos les debieron informar sobre los horrores escondidos tras la cortina de hierro. Por ellos, se refería a sus maestros, inspiradores que en esa época frecuentaban Moscú, se formaban en la Patrice Lumumba, eran recurrentes en La Habana y preconizaban la fantasía espantosa del totalitarismo.
Éramos jóvenes y militamos en alguna forma en la izquierda marxista. Y fue en la militancia en la que, rápidamente unos, lentamente otros, fuimos deshaciéndonos de los dogmas absurdos de la dictadura del proletariado, de su moral cómplice con la estatización de las vidas y la anulación del individuo. Y su insoportable mecanicismo para ajustar la realidad a los corsés ideológicos. Los axiomas, como el que la lucha de clases era el motor de historia, eran asumidos con fe y la emoción de la revancha social. Un poco de racionalidad y harto sentido dialéctico fueron necesarios para reconocer la invalidez conceptual y moral de ideas orientadas a esclavizar el ser humano al Estado y para reconocer las virtudes de la libertad.
Este molde de pensamiento persevera, sin embargo en sus yerros. Historiadores, que se dicen, relatan sus prejuicios desde la lucha de clases. Políticos que levantan banderas de la lucha social desbordando populismo por una falsaria igualdad. Feministas que endilgan al capitalismo la discriminación. Curas que añoran la filomarxista versión de la pobreza como pecado colectivo. Y es que a pesar del fracaso histórico del socialismo real, de millones de desplazados de sus miserias, la irracionalidad tribal todavía se atreve a defender ese sistema y ataca al sistema que ha reducido la pobreza, reducido la desigualdad, garantizado las libertades, el mejoramiento de la equidad de género y los derechos de minorías. Porque eso muestran las evidencias y los datos. El socialismo es pobreza y sumisión. El capitalismo es espacio de oportunidades.
Tenía pendiente hace rato referirme al testimonio de la evolución dialéctica que Mario Vargas Llosa hace en el libro “La Llamada de la Tribu”. Él, marxista de juventud, hizo la ruta para decantar las ideas-emociones contra la realidad. Su oficio de escritor le llevó a estar inmerso en la utopía socialista para sentirse asqueado de la verdad, que era una monumental mentira maquillada por la propaganda que, como los nazis, alienaba la mente de los creyentes. El daño provocado en la calidad de vida, la pobreza, las restricciones, palidecen frente al pisoteo de la dignidad humana y de sus libertades fundamentales. El bloque soviético implosionó pero persisten dictaduras, como la cubana y sus engendros del socialismo del siglo XXI, que son la amenaza contemporánea contra la paz, incluso, por su podrida adhesión a las bandas narcoterroristas. Pero hay otra amenazas, fruto de la gran influencia del pensamiento colectivista.
Pero estos autoritarios experimentos neomarxistas no son la única amenaza contra el crecimiento y reparto de oportunidades que se crean en mercados libres. Lo son aquellos que, jugando en la democracia, como dirigentes sociales, indígenas y llamados académicos, con tozudez de cerebros anquilosados siguen profetizando sobre las virtudes del estatismo, de los controles de precios, de la redistribución expropiativa, de la persecución a la creación de riqueza.
En España, por la ambición de los socialistas, han encaramado a unos enemigos del sistema. En Chile, los comunistas que han gozado de los réditos de la libertad, renuevan los métodos de guerrilla urbana de sus lejanos antepasados. En Ecuador, todos se vuelven a reunir en torno a la violencia y al desquite. Un nuevo llamado de la tribu entre mentes irracionales impermeables a cualquier evidencia. A mujeres y a jóvenes los quieren asumir colectivos de pensamiento uniforme y propósitos idénticos. Feministas y ambientalistas son primero socialistas y eso confunde su causa.
El libro de Vargas Llosa es un relato del pensamiento dinámico. De la obligación ética de pensadores y dirigentes de refrendar sus modelos teóricos sobre la realidad. De estar atentos a las tendencias, libres de consignas y con la capacidad de aprehender y reformular ideas. Me sentí llevado en el mismo proceso. Alto sentido crítico y búsqueda de la libertad, que es la del individuo ejerciendo su individualidad. Las referencias a los autores sobre los que reflexiona, teóricos de la libertad, confirman la validez de ese pensamiento y la importancia de defenderlo como expresión del derecho de cada ser humano de ser artífice de su destino, libre de la tutela de autoritarios que postulan al Estado como tutor del individuo. Vargas Llosa también muestra que es mediante la política y la militancia y no desde el diletantismo que la promoción y defensa de la libertad se hace eficiente.
Diego Ordóñez es abogado y político.
Pero también recordemos que la responsable para que asome el marxismo fué la explotadora y aburguesada iglesia católica,apostólica y romana.
Excelente artículo. Deseo que por el bien del país, los fanatizados por la revolución corrupta de los últimos 10 años reflexionen y no quieran tapar el sol con un dedo.
Cada cual tiene derecho a cualquier ideología, pero lo abominable es que la usen como un escudo para ocultar la corrupción.
El caso nuestro es un ejemplo patético, de que gente cuya única ideología es el dinero y el poder, tomó como bandera de lucha un izquierdismo en la totalmente inexistente, solo para engañar al pueblo y así distraer la atención que les permitió un enriquecerse de la forma jamás vista en toda la historia patria.
Si el estado va a ser dueño de mi vida, preferible no haber nacido.