Fernando del Rincón, es un periodista mexicano que trabaja en CNN. Es conocido por ser agudo y directo. Y también por ser coleccionista de cabezas. La última en su lista es la de Juan Sebastián Roldán, secretario del gabinete de Lenín Moreno. Anoche lo arponeó, como había hecho con María Paula Romo el 26 de marzo, lo ninguneó, le alzó la voz, no le dio tiempo de responder y, por último, lo sermoneó. Nadie sabrá si los técnicos del periodista o la mala señal impidieron que, mientras del Rincón trapeaba con Roldán, se oyera su voz. En todo caso, se dio un paseo con él y lo despachó cuando se le antojó.
En este asunto no entran ni los buenos modales ni el supuesto respeto debido al cargo que tiene Roldán. Peor, supuesta afrentas al país; un discurso que Roldán ensayó con muy poca gracia. Se trata de periodismo. Y por fortuna hay protocolos deontológicos y clásicos del oficio: esos grandes profesionales que son mirados como ejemplo.
Del Rincón está lejos de ser un ícono del periodismo. Por supuesto lo es para los activistas que confunden el periodismo con el papel de justiciero. O de cura. Sus invitados no están ahí para responder sus preguntas sino sus cargos. Para confirmar sus tesis. La entrevista no está pensada para que la audiencia entienda sino para que juzgue. Y que juzgue sin los elementos informativos necesarios, porque no da tiempo para el desarrollo de temas que, como en este caso, son complejos. Por eso, tras dos entrevistas a funcionarios del gobierno, es seguro que su audiencia por fuera de Ecuador debe seguir sin saber por qué ocurrió lo que ocurrió en Guayaquil, por qué Ecuador tiene las peores cifras en esta tragedia del coronavirus en la región y cuál es la responsabilidad real del gobierno de Lenín Moreno.
Cualquiera que haya visto un solo capítulo del desaparecido programa “Apostrophes”, en Francia, puede admirar el talento del conductor, Bernard Pivot, para sacar lo mejor de sus invitados. Oriana Fallaci, otra periodista referente en este género, entrevistó a dictadores y gente de lo peor que ha parido la tierra: todos estaban en el poder. Nunca les daba cuartel, nunca se arrugaba y usualmente desgranaba las pruebas de su investigación a lo largo de la entrevista. La audiencia se empapaba de los hechos, mientras el entrevistado buscaba una puerta de escape…
Se dirá que todo eso ha cambiado. Que la televisión necesita ir más rápido forzando incluso a los entrevistados a dosis de entrenamiento para estar ante las cámaras. Pero una cosa no cambia: la necesidad de que el entrevistado (el incriminado en el caso de del Rincón) pueda expresarse. Eso fuerza al periodista a ser más incisivo, más inteligente, más versátil, más veloz. Periodistas de esas características hay muchos en Estados Unidos para solo hacer alusión al país donde trabaja del Rincón. Y de seguro compiten por ganar el combate intelectual y periodístico que plantea una entrevista. Pero ninguno de esos nuevos referentes en el género-entrevista muta en justiciero. Ni se convierte en vocero de causas por dolorosas que sean. Ver a del Rincón iracundo por los e-mails dolorosos que dice recibir; iracundo hasta perder la compostura, no aumenta su credibilidad; la derrumba. Lo convierte en sujeto de un show populista que está lejos de su tarea central: poner a los poderosos a dar explicaciones a su audiencia.
Es obvio que María Paula Romo quiso comportarse más como profesora que como política en la entrevista con del Rincón. Esa parecía ser su estrategia. Del Rincón debía contraponer la suya. Juan Sebastián Roldán confesó el motivo por el cual buscó la entrevista de anoche: ir a desquitarse. Un deseo de adolescente, sazonado con esa ironía hiriente y esas dotes de arrogancia que no lo abandonan. Si se suma su aseveración, con aire de superioridad moral, de que él sí está yendo a los hospitales mientras del Rincón está frente a una cámara en Miami, se puede colegir que Roldán se preparó para una bronca mediática. ¿Es eso lo que tiene que hacer el secretario del gabinete para explicar, en un canal internacional, lo que hace el gobierno en estos tiempos de coronavirus?
Romo y Roldán hacen parte de un gobierno cuya religión es justificarse. Y hay errores en esta pandemia que no pueden ser eludidos: han pasado semanas y las cifras oficiales todavía no hacen sentido con las otras cifras provenientes de cementerios y el registro civil. No ha habido un mando central. Ha habido descoordinación entre autoridades y es evidente que en eso ha contribuido la actitud errática de Cynthia Viteri. 4P. ha señalado numerosos errores políticos que el gobierno ni siquiera se ha dado la pena de registrar.
Romo y Roldán están en el poder y el poder siempre tiene estrategias para actuar y comunicar. La prensa tiene el deber de desmontarlas, mostrar sus costuras, poner en evidencia sus eventuales coartadas. Eso exige tino, inteligencia y respeto por la audiencia. Del Rincón no se plantea esos problemas: parece más interesado en cortar cabezas que en saber lo que maquinan.
Foto: CNN
Los ecuatorianos, independientemente de nuestro criterio sobre el Gobierno de Lenín Moreno, no podemos aceptar indolentes la actitud de Rincón. El Gobierno debe reaccionar severamente. No es aceptable que CNN permita que uno de sus empleados actúe de manera ofensiva con sus entrevistados y, menos aún, con el país al que éstos representan. Un periodista puede ser firme en la ejecución de su trabajo y en la defensa de sus ideas, pero no puede ignorar los límites impuestos por el respeto a la dignidad de todo ser humano. Gracias¡
No estoy de acuerdo de como el gobierno enfrentó esta crisis, como se trató a mi ciudad dando pie a situaciones impensables que dieron la vuelta al mundo dando una pésima imagen de la ciudad