La menguada credibilidad de los partidos políticos, unida a los altos niveles de corrupción e impunidad, están cocinando una receta perfecta para posicionar la idea de que en el Ecuador se necesita una candidatura antisistema. Esa es una de las consecuencias que trae la corrupción, especialmente cuando ésta también involucra al ejercicio de la política.
Cuando los partidos entran en crisis se experimenta una baja en la participación política, hay menos gente que, pudiendo involucrarse, no lo hace porque las tiendas políticas disponibles no satisfacen sus aspiraciones éticas.
Por otro lado, los ciudadanos de a pie dejan de confiar en quienes lo representan y empieza a buscar opciones por fuera de lo convencional, creyendo que la solución está en escoger alguien distinto. La colectividad empieza a soñar en un salvador que les redima de todo mal: así se forjan los mesías políticos.
En el espacio de la ciencia política, se libra una interesante discusión sobre estos personajes y su capacidad de fortalecer la democracia y se valora su desempeño ya en el ejercicio de sus cargos cuando son electos. Por eso, vale la pena analizar y comprender el origen de estas candidaturas, sus desventajas y bemoles en el contexto democrático.
Los candidatos antisistema son personajes que, desde la independencia, surgen como producto de la inconformidad ciudadana respecto a la debilidad de los partidos políticos, generalmente unido al fracaso de los controles del Estado en la lucha contra la corrupción.
Compiten en el marco electoral y se someten a sus reglas sin provenir del entorno de un partido político –aunque pueden haber colaborado con uno–. Pretenden entonces, desplazar a aquellos que sí representan la organización política formal y se alejan –en el discurso– de sus prácticas, usos y costumbres, presentándose como la línea distinta que marcará la diferencia y arreglará los problemas que aquejan al país y al electorado.
No obstante, aun cuando pretenden desde el discurso representar la pureza de una visión apartidista, ya en la práctica, para competir, al menos en el Ecuador, tendrán que contar con el soporte y apoyo de alguna agrupación política y es allí, donde pueden estar empeñado sus legítimos intereses a otros credos y visiones que no necesariamente reflejen su forma de pensar ni sus motivaciones. Siendo así, fácilmente podrían terminar siendo artífices de otros intereses y funcionales a determinados partidos.
Hay quienes creen que una de las ventajas de estas candidaturas es la frescura que pueden dar a una campaña electoral, colocando en la agenda pública temas nuevos que son abordados sin el prurito y las cargas ideológicas de los partidos tradicionales. Sin embargo, en el afán de cumplir las expectativas mesiánicas de la ciudadanía, pueden llegar a ofrecer todo y nada a la vez y podrían tener problemas al momento de traducir el discurso más allá de los conceptos y la retórica, en políticas públicas efectivas y realizables. Además, podría su gestión ser secuestrada por las tiendas políticas que lo ayudaron a llegar al poder y perder su capacidad de liderar desde sus propias convicciones.
Latinoamérica ha tenido algunos ejemplos de candidatos antisistema y la experiencia ha demostrado que uno de los desafíos con los que se enfrentan es, ya en el ejercicio del poder, no sucumbir fácilmente a la tentación autoritaria. A ese respecto, resulta interesante mirar el ejemplo del Perú: Fujimori en 1990 llega al poder ungido por su independencia y, a los dos años, disolvió el Congreso y luego intervino el Poder Judicial so pretexto de que estos órganos le impedían cumplir sus promesas de campaña. Además de su historia de violación de derechos humanos.
El Ecuador también tuvo su candidato independiente contemporáneo, que presentándose como un antisistema, se trepó a la camioneta de la indignación ciudadana, terminó creyendo que los plenos poderes se los otorgaron a él y gobernó desde la visión autoritaria en todos los sentidos.
La posibilidad de que en las próximas elecciones se presente un candidato antisistema debería servir para que los partidos políticos pongan sus barbas en remojo y, más bien, mientras aún hay tiempo, revisen sus prácticas y se reposicionen con sus electores con programas sólidos, amplios, con agendas de progreso pero también de derechos, con enfoque económico y también de inclusión.
En la eventualidad de una candidatura independiente, de un outsider, para las próximas elecciones, la ciudadanía tiene una gran responsabilidad: realizar un escrutinio riguroso sobre su oferta, su idoneidad y sobre su capacidad real de ejecución de políticas públicas, más allá de la retórica. Solo así elegiremos al mejor.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.
Estimada Ruth: ¿Y que tal un candidato antisistema, con “Poder de Honor Ciudadano”, que no busque, ni quiera infiltrarse en el Sistema Político Partidista y que, por el contrario, lidere un Gran y Masivo Movimiento de Oposición Ciudadano Apartidista (“MOCA”); creado por fuera del sistema de partidos políticos?. Este candidato tendría el respaldo ético-moral por no contaminarse del sistema actual, corrupto y corruptor. Su capacidad de Incidencia Política, para promover cambios a favor del Bien Común, provendría de su desapego: al Poder, al Dinero y a la Lujuria; y, de un masivo y poderosos respaldo ciudadano.
Muy sensato su análisis. Un mensaje a los partidos, para que se despojen de su modorra intelectual e ideológica y otro al electorado, que bajo la percepción actual de deterioro moral del estado, piensa que bajo el sistema de elección vigente, elegirá al próximo jefe de la mafia.
Para que el país, pueda salir de la atrófia política en que se encuentra, no sólo hace falta un candidato a presidente, que tenga la suficiente idoneidad, hace falta muchos ciudadanos idóneos, para trabajar en la asamblea nacional.
Que sacamos con un presidente, con excelentes intenciones, sí en la asamblea nos encontramos con individuos, que apenas saben leer y escribir, pero eso sí, les encanta la troncha.
Para el futuro inmediato, la ecuación esta de tercer grado. Tal vez si educamos a nuestros hijos en el seno familiar, sobre el futuro de nuestra querida patria, podriamos a mediano plazo, tener un cambio drástico y sentirnos que pertenecemos y ser orgullosos de ser ecuatorianos.