¿Importan sus aires de diva? ¿Sus poses ralentizadas, con evidentes afanes legendarios? No, no importan. Marcela Aguiñaga juega, otra vez, el papel de actriz secundaria. Una suerte de modelo que adorna el escenario mientras el actor principal, Rafael Correa, se cuenta, en off, y se imagina, una vez más, protagonista de la historia al lado de Bolívar y Alfaro. Con esos extravíos de grandeza, Aguiñaga vuelve al encargo que siempre tuvo al lado del macho alfa: estrella de spot publicitario.
Muchísimas gracias por todas las muestras de cariño; sin embargo, aclaro que no hay candidaturas definidas y que apoyaré a la Revolución Ciudadana desde el espacio que el momento así lo demande.
No hay tiempo para odios ni divisiones, es momento de reconstruir el país. https://t.co/FuFikgxHcG— Marcela Aguiñaga (@marcelaguinaga) August 4, 2020
¿Por qué está en ese video la mujer que, atropellando toda lógica, dijo que para ser rebelde será sumisa, una y mil veces? ¿Es la candidata de Correa a la Presidencia de la República? No se dice, aunque parece, ¿Pero importa? Si Correa la usa, como es su costumbre, es porque ella, más allá de un perfil, es a sus ojos un prototipo. Esa es la noticia. Aguiñaga cumple con los requisitos exigidos por él, entre los cuales el más importante, en esta época de paranoia que lo aplasta, es la lealtad. Lealtad no a un proyecto sino a él; lealtad entendida como sumisión. Aguiñaga es, entonces, el rostro confiable de esos compañeros de ruta que tuvo la Revolución Ciudadana. Una mujer formada por la oligarquía guayaquileña que, como otros oportunistas, adoptó un discurso ajeno y fue funcional a una organización y a su jefe que la premió por sus servicios. Ella es un producto político prefabricado por el correísmo. La perfecta revolucionaria impostada, capaz de dejar de lado convicciones y aprender a caminar en terreno minado para para no disgustar al líder todopoderoso, de cuyo aval dependía y depende el ascenso en la pirámide del poder.
Sumisa lo fue hasta reivindicarlo públicamente. Pocos de los leales a Correa han admitido, sin empacho, la condición sustantiva para estar a su lado. O para ser escogido por él: la sumisión. Una disciplina que ella practica desde hace lustros. En octubre de 2013, nada dijo cuando Correa sancionó a Paola Pabón, Gina Godoy y Soledad Buendía. Las tres, pero había una veintena de asambleístas de Alianza País que las acompañaban, defendieron la legalización del aborto en casos de violación. Correa no solo impuso su punto de vista. Chantajeó vilmente a sus asambleístas amenazándolos con renunciar a su cargo. E impuso una sanción a las tres disidentes. La rebeldía de la que dice hacer gala Aguiñaga se mueve en esos límites impuestos por el macho alfa de su manada: la obediencia ciega. Por eso cuando dice que nunca hubo en Ecuador tantos derechos para las mujeres, como los que hubo durante la Revolución Ciudadana, lo afirma repasando su hoja de vida. De anodina abogada a segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional. De abogada cercana al socialcristianismo a ministra de una Revolución Ciudadana que debía durar 300 años.
En ese prototipo que encarna Aguiñaga hay que avalar un montón de culebras. Y Roberto Aguilar hizo, alguna vez en 4P, el recuento de algunas de ellas. Pero también hay licencias para piruetas retóricas, falacias, negocios chuecos y espacio para desdoblamientos de personalidad en los cuales la artista del video es experta. Por ejemplo, atacar a sus opositores presentándolos como burgueses irredentos, aficionados a lentes y ropa de lujo. Y hacerlo luciendo zapatos o strapy bow sandal de Ferragamo, relojes Tissot o ropa de marca. La revolucionaria impostada no se somete a las servidumbres populares que predica.
Sus ideales son tan postizos como el performance que ensayó al convertir su espalda desnuda en soporte, supuestamente político, de una frase trillada: “podrán aprisionar nuestro cuerpo pero no nuestras ideas”. Aguiñaga no entiende que su cuerpo no puede hablar de subjetividades que no la habitan. Ella y su hoja de vida niegan lo que quiso significar en una burda imitación de Mon Lafarte, la cantautora chilena. Eso también es la elegida de Rafael Correa en ese video: el deseo de parecer, aunque no sea. Y una capacidad extraordinaria -muy usual en la organización correísta- de victimizarse y de repartir diplomas de machistas a todos aquellos que osan criticarla. O pedirle cuentas, capítulo en el que también es famosa, pues tuvo glosas y “sanción con destitución y multa” por parte de la Contraloría. Dos de los más publicitados han sido causados por decisiones suyas cuando era ministra de Ambiente: el sobreprecio que pagó de 41 millones de dólares por 66 lotes en Samanes, en Guayaquil; apenas valorados en 7,1 millones de dólares. Y el proyecto minero Loma Larga, en Quimsacocha, en Azuay, por “responsabilidad administrativa culposa”.
¿Correa la quiere de candidata a la Presidencia? No importa. Ella está lista. Es su prototipo. Ella le ha probado que su capacidad de obediencia es desplegable, tipo acordeón.
Foto: Asamblea Nacional.
Esta señora al igual que sus compinches Rivadeneira, Solis, Pabon etc me caen muy mal, pero francamente no entiendo que una persona inteligente y objetiva como Ud Sr. Hernández se una al coro que la achaca de una “glosa de 40 millones” que la Contraloría para quedar bien con Moreno le chantó por la “compra” del terreno del ISSFA del parque Samanes, cuando todos sabemos que eso es lo que en argot popular se llama pasar la plata de un bolsillo a otro del mismo pantalón. Correa les quitó los 40 millones que ahora igual hay que sacarlos del presupuesto para pagar a los militares jubilados.
El resultado al final es que los avispados se agarran de estas tonterías para declararse “perseguidos políticos” o incluso mártires y es que estoy seguro que la dama debe tener muchas vivezas en su historial, pero Samanes no lo es.
Debería usted decírselo a la Contraloría. 4P no se une a ningún coro, respeta los hechos; no hace como los correístas que defienden sus deseos.
Otra que ahora se expone desde la tarima a que desde abajo le lancen huevos, igual que le pasó a su ídolo cuando creyó que seguía teniendo el fervor popular y sólo encontró el agrado de la asociación Ecuatoriana de avicultores
Que excelente artículo, mi apoyo a 4pelagatos, lo que buscan los correistas no es un plan político que se acoja a una ideología que trate de solucionar la problemática social, económica y política que atraviesa el país, lo que buscan es la venganza, el incubrimiento y las ganas de que siga en el poder un prófugo de la justicia, que acto más cobarde el de utilizar a la política y a la disputa de géneros para que esté miserable siga sin pagar por todo el daño causado durante sus 10 años de gobierno.
Yo lo que veo es que están desesperados en este portal aterrados porque la tendencia indica el retorno de la revolución ciudadana, digan lo que digan más uno pierde el tiempo leyendo estas barrabasadas de estos odiadores.
Carlos P, vaya recoja su cheque por sus labores de trol. Bien ganado ese billetito.
Es claro el objetivo de los borregos. Continuar en el poder para que no salgan a la luz sus actos de corrupción, los cuales por demás son de conocimiento público. La señora Aguiñaga debe estar muy preocupada por sus actos de corrupción cuando fue Ministra del Ambiente, y que hasta la fecha ni la fiscalía ni los jueces han dado un paso adelante para esclarecer. Un ejemplo de la pobre justicia que tenemos y que mientras sigan los borregos gobernando, seguirá la impunidad como bandera de la robolucion ciudadana.