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¿Qué cambia si Correa es condenado este lunes?

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El lunes a las tres de la tarde: a esa hora los jueces de la Corte Nacional de Justicia darán a conocer su veredicto ante el recurso de casación interpuesto en el caso de los sobornos 2012-2016. Los tres magistrados anunciaron esa decisión ayer, 4 de septiembre, tras dos días en los cuales escucharon a los abogados de los incriminados, a la Fiscal General de la Nación y también a inculpados como Rafael Correa y Alexis Mera.

Si los magistrados niegan el recurso de casación, la condena de ocho años de prisión para Correa, Jorge Glas, otros funcionarios de su gobierno y diez empresarios, ratificada en dos instancias, quedará en firme. Ese fallo podría ser histórico. No por los ocho años de cárcel ni por la imprescriptibilidad del delito juzgado. Sería histórico porque cerraría, en buena parte, un capítulo aciago de la vida nacional. Correa no solo concentró el poder, instaló un gobierno autoritario y dilapidó los fondos de la mayor bonanza petrolera que ha conocido el país. Sistematizó el odio. Dividió a los ciudadanos en partidarios y enemigos; en revolucionarios y reaccionarios. Impuso el repudio a los ciudadanos que no hacían coro con sus fanáticos. El encono, la saña, la persecución, el resentimiento fueron erigidos en mecanismos sociales para relacionarse, para identificarse, para diferenciarse, para existir. Correa crispó al país. Lo acostumbró a vivir partido. Lo adoctrinó. Le enseñó que tener la razón no es un ejercicio de raciocinio sino de fuerza. Y que el ciudadano no vale nada: vale el partido, su proyecto político, el Estado gobernado por él. Por ellos.

El correísmo distorsionó los cánones usados habitualmente para entenderse. La verdad dejó de ser la coincidencia entre hechos y versiones. Pasó a ser el relato del líder y su aparato de propaganda. Con esa potestad, la esfera pública mutó: se volvió propiedad privada de la revolución ciudadana. Y la justicia su brazo legal: Alianza País inauguró la famosa lawfare, que hoy él endosa a quienes le piden cuentas.

Correa polarizó el país. La posibilidad de diálogo y el consenso desaparecieron y se implantó la lógica del western: los buenos (ellos) contra los malos (el resto). En medio, la persecución y el escarnio practicados por él y sus aparatos de inquisición. Ese daño hecho a la sociedad se mantiene. Y las amenazas de arreglo de cuentas, de venganza contra los traidores, los jueces, los políticos opositores, los periodistas… han marcado estos años en los cuales perdió las riendas del poder y tuvo que responder ante la Justicia.

Si la sentencia se ratifica este lunes, se abrirá otra etapa en el país: la posibilidad cierta de voltear una de las páginas más aciagas de la vida política nacional. Por eso sería histórica. Porque el correísmo es Correa. Y sin él -constreñido a no volver porque nunca vendrá a cumplir esa y otras posibles condenas-, el correísmo quedaría reducido a ser motivo de nostalgia de una secta.

Los seguidores de Correa han querido anclar la idea que su tótem es inocente y lo persiguen porque si viniera, el país se rendiría a sus pies. No admiten que Correa cometió un sinnúmero de delitos y, rehén de una visión totalitaria, borró las diferencias que hay entre ser presidente o ser delincuente. Él no es un peligro porque puede venir a ganar las elecciones: es un peligro por la capacidad de daño que arrastra. Porque sin la banda presidencial y sin títere a su servicio, se ha convertido en un fantasma que delira con volver al poder, pero ahora para vengarse.

Si Correa es condenado por sus delitos, ese fantasma con mala vibra en que se ha convertido, dejará de rondar. No solo cambiará la campaña electoral: cambiarán las preocupaciones y sobre todo las preguntas que el país tiene que formularse y tiene que resolver. El dilema dejará de ser si vuelve o no Correa. Si el país sigue en esta guerra civil larvada que no osa decir su nombre. Hay dilemas reales cuya gravedad y urgencia no afloran: ¿qué hacer para poner el país a producir? ¿Cómo y dónde crear empleo? ¿Qué hacer para atacar la pobreza y miseria que afecta a millones de ciudadanos? ¿Cómo cerrar, en forma sistémica, las posibilidades que tienen los corruptos para robar? ¿Qué políticas de Estado acordar en educación, salud, seguridad, acceso a nuevas tecnologías, desarrollo agrario, inclusión social, protección de los más vulnerables…?

Si la condena a Correa se ratifica este lunes, ciudadanos en general y políticos, en particular, podrán desembarazarse de un fantasma y de un pretexto. Si así ocurre, el mismo lunes se podrá plantear dos interrogantes: ¿Y ahora madurará ese país que tiene, hasta hoy, 16 binomios en la papeleta presidencial? ¿Al fin surgirá alguna masa crítica que, con sensatez, decida echarse el Ecuador al hombro?

Foto: Metro

49 Comments

  1. Hoy lunes, es un día muy importante en la vida de este país, en el que tres jueces decidirán si la impunidad sigue institucionalizada, o si podemos albergar la esperanza de que los que roban el dinero de todos, serán castigados.

    Es cierto que este proceso ha requerido de tiempo y mucho un esfuerzo por parte de la Fiscalía, pero el monto del dinero involucrado en este proceso es muy modesto.

    Nos embarga la incertidumbre por saber si es posible iniciar los procesos judiciales tendientes a recuperar las decenas de miles de millones que es el verdadero monto del atraco correísta.

  2. Importante reflexión. Lo que no creo es que sea un tratamiento del verdadero dilema político nacional y si, aún siéndolo, trata todo (puesto que topa sólo una opción; la relativa a la sentencia admitiendo la casación, se deja suelta). Si bien los tópicos de la política están atravesados por la disputa con el correísmo, varios analistas y medios se han encargado de acotar las relaciones a esa confrontación. Así, se ha convertido a Correa en el exclusivo contradictor y motivo de la lucha del momento. La realidad ha puesto muchos temas en la palestra y usted los recoge como cuestiones posteriores, cuando ya están y deben exigir posicionamiento y análisis de propuestas que, también, ya están y no se quiere visibilizar por que seguimos eclipsados. Los juicios a Correa son aspectos importantes y deben ser seguidos por el periodismo para evitar la consumación de nuevas indecencias de algunos jueces y, por ello, hay que poner más acento en esas actuaciones antes que en el show de los correístas. Por ello, otro aspecto refiere a qué pasa si los jueces incurren en una nueva burla, no al clamor popular, sino a las consecuencias que el rigor jurídico procesal debe obligar como consecuencia en una sentencia. Si Correa logra impunidad y los delitos, en general, cometidos por esa banda podrían ser objeto de sentencias similares, una vez que el correísmo recobre fuerza y poder, se plantea la cuestión de qué necesidades deberían afrontar las fuerzas políticas y los ciudadanos. Y eso, otra vez, pasa más que por el correísmo, por los fines y la práctica política de los otros. Las posturas de búsqueda mezquina de beneficios que llevó a negociar con el correísmo allanándose a la imposición de Moreno y todas las secuelas, deberían enseñarnos que si bien hay que combatir contra Correa, esa no es la única presencia ilegítima y mafiosa contra la que se debe convocar al pueblo si se quiere sanear al país y recuperarlo del control criminal que nos tiene en un período de gobierno de las mafias.

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