En el relato de la derrota que el correísmo empezó a articular, luego del anuncio del Tribunal de Casación, no hay mea culpa ni reconocimiento de errores. Tampoco humildad para entender la legitimidad de la alegría de quienes fueron amenazados, insultados y perseguidos durante el correato. En ese relato no hay asomo de reflexión, peor de análisis o argumentos que puedan echar luces sobre las catastróficas consecuencias que acarrea, por ejemplo, asumir, como verdad divina, que el poder es un patrimonio eterno e indisputable.
Por el contrario, el correísmo está tejiendo una suerte de parte de guerra en tono lírico, con pretensiones y alcances mesiánicos en el que se afirma que lo ocurrido es consecuencia únicamente de la maldad de aquellos que están en el lado equivocado de la historia. Y que lo que les espera a ellos, los que están del lado correcto, es un mañana luminoso y una tierra prometida donde la luz brillará porque habrán retomado el poder.
En ese relato, que parece brotar de una profunda actitud religiosa frente a la adversidad, una justicia divina que está muy por encima de la perversa justicia de los mortales, les devolverá todo lo que les han arrebatado: la patria, la justicia, la esperanza, la alegría y los sueños. “Hoguera bárbara. Jueces y fiscales despojando a la nación de sus cimientos. Pero amanece. El pueblo sabe. La memoria común forja su historia”, decía en un tuit la cineasta correísta Tania Hermida.
En las líneas de Hermida está retratada, quizá mejor que en ningún otro lado, la excusa lírica que usaron los partidarios de Correa para adjudicar la derrota a la maldad de proporciones satánicas de unos perversos. En su mensaje también se anuncia, al mismo tiempo, algo que está presente en la narrativa de los vencidos: el advenimiento inevitable de un paraíso por ahora perdido. “Se viene al suelo. La nación se desvanece. Celebran los opresores, los mismo que anuncian fosas y envían cartones”, dice mientras se multiplican, paradójicamente, los mensajes en redes sociales de decenas de personas que, por primera vez, se atreven a confesar la persecución de la que fueron víctimas: la señora que recibió amenazas del Ministerio de Gobierno por sus opiniones en Facebook. La chica a la que le advirtieron que si se casaba con un abogado que defendió a un acusado del 30-S sería despedido del gobierno. El tuitero que cuenta cómo tuvo que desactivar su cuenta, luego de que un grupo de grandulones le interceptaron en un carro para advertirle que mejor se calle y decirle que sabían el nombre de su hijo y del colegio donde estudiaba.
La noticia de la descalificación política de por vida de Correa activó el nervio místico de los correístas: en lugar de negar la acusación que se formula en la sentencia del caso Sobornos, la reacción fue la de exclamar que por algún designio divino se les había “condenado a vencer”. Y así fue cómo cientos y hasta quizá miles de usuarios en redes publicaron textos con la idea de que lo se produjo en el Tribunal fue una “condena a vencer”. Fue el mismo Correa quien puso a circular la frase. “Yo estaré bien. Denle toda la solidaridad a los perseguidos allá. Recuerden: a lo único que nos condenan es a vencer”, escribió en un tuit que, a manera de rendición, escribió cuando aún no se sabía oficialmente el contenido de la sentencia. “Hoy nos ha condenado a vencer”, replicó casi enseguida el candidato presidencial Andrés Arauz, al igual que la asambleísta Marcela Holguín que dijo que “frente a su injusticia, estamos condenados a vencer”. La cuenta de somosRC machaca, por su lado, la imagen del paraíso que les espera: “Rafael volverá, volverá la justicia, volverán las oportunidades. No comprendieron que somos semilla e intentaron enterrarnos”.
Como en cualquier narrativa de derrota con perfil religioso, como la que el correísmo teje, también hay alusiones diabólicas: “los anticorreístas pactan con el diablo pero no pueden engañar al diablo. Solo ha existido un Cantuña… ¡y ni siquiera están en capacidad de aventajar su leyenda! Porque Correa es de verdad”, escribía la socióloga y periodista del correísmo Carol Murillo.
El deseo de la revancha también marca las reacciones del correísmo. Sobre todo de los cuadros considerados como los más visibles y activos; los más radicales y militantes. “El pueblo ecuatoriano castigará no solo a los perpetradores de esta burda injusticia contra @MashiRafael y otras personas, sino a todos los que lo permitieron con su silencio cómplice por atacar a un proyecto progresista”, escribe la asambleísta Doris Soliz, mientras la ex ministra de Salud, Carina Vance, no oculta su deseo de vindicta cuando dice: “el juicio de la historia será implacable con los que hoy han consumado el Lawfare contra @MashiRafael”. Más adelante abunda en su aspiración de revancha: “esto no se queda así. Si permitimos esto, permitimos la barbarie”. Sin dar argumentos en contra de la sentencia, el mensaje es claro: ya verán cuando recuperemos el poder.
En general, la idea de que irremediablemente llegará, sea por voluntad del pueblo o por un acto de justicia de la historia, el día en que el correísmo recuperará el poder para saldar cuentas figura en casi todo el discurso del correísmo más radical. Virgilio Hernández escribe: “Por los muertos de octubre y por los que se han producido por el manejo irresponsable de la pandemia; contra la infamia y la justicia selectiva; por los presos y perseguidos vamos a vencer y recuperar el futuro y la esperanza para todos los ecuatorianos y ecuatoriana”.
Por los muertos de octubre y por los que se han producido por el manejo irresponsable de la pandemia; contra la infamia y la justicia selectiva; por los presos y perseguidos vamos a vencer y recuperar el futuro y la esperanza para todos los ecuatorianos y ecuatorianas! https://t.co/klAM6a2tsW
— Virgilio Hernández E (@virgiliohernand) September 7, 2020
En el parte de guerra de los vencidos, no hay ningún intento de explicación que no sea la victimización. No se ve una reflexión sobre si hubo errores en la forma de administrar el poder o si los intentos por eternizarse en él distorsionaron la política y los condenó a la desgracia. Abundan, en cambio, anuncios que no tienen el menor sustento en la realidad sobre el advenimiento de un futuro luminoso en el que reinará la felicidad eterna bajo el liderazgo del mesías que ha sido apartado, temporalmente, por los mercaderes del templo. Es, en definitiva, un relato que tiene mucho más parentesco con las proclamas clichesudas que se escuchan en las canciones inspiradas en el Che Guevara, que en una realidad que les está diciendo, en forma inmisericorde, que la carrera política de su líder y mesías está terminada.
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Los Correistas viven en un mundo paralelo, donde todo es dicha y felicidad, su Mesías es pulcro, honesto, decente, lleno de ética y moral, desconocen la persecución que sufrieron todos los que conocían sus mas protervos intereses, desconocen la muerte de Quinto Pazmiño, Fausto Valdivieso, el general Gavela, desconocen los sobreprecios, desconocen el mal uso de los fondos públicos, desconocen que en el mayor tiempo de bonanza de la historia del Ecuador, nos dejaron endeudados, desconocen que a quien pusieron por presidente Lenin Moreno es solo una extensión de la corrupción de Correa, desconocen, que su Mesías, vive cómodamente, sin trabajar, viajando a varios lugares del mundo, de lo que robo al pueblo Ecuatoriano, desconocen que su Mesías esta cómodo en Bélgica, donde cree que la justicia no le llegará, mientras tenga tontos útiles a su servicio, en fin, ellos viven en una realidad que no es la realidad que vive el Ecuador. Hoy en el tiempo donde las libertades y los derechos están en su apogeo, déjenles la libertad de creer que es verdad lo que esta en sus pensamientos y el derecho de que su religión Correista algún día va a volver a gobernar en el país.