Sea en un segundo mandato de Donald Trump, sea en el primero (y muy probablemente el único de Joe Biden), definitivamente los próximos cuatro años serán muy distintos a los que hemos visto hasta el momento.
El primer mandato de Donald Trump significó el desmontaje de varias instituciones, la cooptación de otras, el quiebre de varios códigos y tradiciones de convivencia democrática no escritos, pero respetados escrupulosamente. Cortes, medios públicos, Fiscalía, Correos, Congreso han sido blancos de una agenda radical conservadora, que si bien los republicanos moderados niegan que sea la agenda de la “alta right” (derecha alternativa o ultra derecha radical), se parece bastante. Polarización es el nombre del juego.
Hay varios libros maravillosos y aterradores que documentan la llegada y el ejercicio del poder en la Casa Blanca de Donald Trump. Van desde el mediocre, pero exitoso “Fuego y Furia” de Michael Wolff, al testimonial “The Room Where It Happened: A White House Memoir” de John Bolton y la extraordinaria saga de Bob Woodward que se inició con “Fear: Trump in the White House” y proseguirá con el inminente “Rage”, cuyos primeros capítulos ya han sido publicados en algunos medios del mundo. Y están libros más cercanos a la teoría política como Authoritarian Nightmare: Trump and His Followers de John W. Dean y Bob Altemeyer y Hoax: Donald Trump, Fox News, and the Dangerous Distortion of Truth por Brian Stelter. Y, por supuesto, no puede faltar las memorias familiares como la de la sobrina del presidente Trump, Mary Trump: Too Much and Never Enough: How My Family Created the World’s Most Dangerous Man. A este paso, Donald Trump bien puede convertirse en un subgénero literario en sí mismo.
No obstante, hay documentos que pueden ayudar a situar la visión más allá del estridente estilo que define al hombre y a su Presidencia. Y al respecto vale la pena darse el tiempo para volver a ver el documental “Get me Roger Stone” dirigido por Dylan Bank, Daniel DiMauro y Morgan Pehme, en el cual básicamente traza una conexión directa entre el proyecto radical conservador que quedó truncó con la renuncia de Richard Nixon después del escándalo de Watergate.
En la revista Letras Libres de México se hizo esta poderosa descripción del oscuro personaje (condenado a la cárcel y luego indultado por Trump, cabe mencionar) en el documental: “La inminencia del desastre parece divertirle. Su nombre, como él mismo revela en la siguiente toma, es Roger Stone, “un agente provocador”, un personaje que concilia un entendimiento maniqueo y demencial del mundo con una apabullante destreza maquiavélica. Como una “versión siniestra de Forrest Gump”, Stone ha aparecido en prácticamente cada momento clave de la historia electoral reciente de Estados Unidos: desde los escándalos de Watergate a las campañas presidenciales de Ronald Reagan, sin obviar el impeachment de Bill Clinton, la guerra sucia contra Barack Obama y la consolidación del cabildeo por cuestionables grupos de interés en el andamiaje legislativo moderno (Roger está particularmente orgulloso de haber cofundado Black, Manafort, Stone and Kelly, despacho conocido bajo el mote de “The Torturer´s Lobby”, dada su proclividad a representar gobiernos dictatoriales del tercer mundo, sobre todo africanos).”
Así que al ganar Trump un segundo mandato, básicamente se consolidará un proyecto autoritario y radicalmente conservador que más o menos explícitamente ha señalado que su objetivo es dinamitar el orden mundial construido después de la Segunda Gran Guerra. Por supuesto, ese es el objetivo de algunos sectores que apoyan a Trump. Otra es la agenda de los Republicanos moderados y democráticos. Otra, probablemente, la del mismo Trump. Y, además, los demócratas, liberales, ecologistas, antirracistas, feministas y progresistas, sin duda, tienen otra idea de hacia dónde debe ir el mundo.
Si gana Biden, la gran misión de su Presidencia está en desmontar el juego. Y recordemos el nombre del juego es polarización. Si Biden intenta hacerlo todo, arreglar las instituciones, avanzar desde la Casa Blanca con una ambiciosa agenda de reformas liberales y progresistas, probablemente ahonde más la brecha que ya sacude a Estados Unidos y al mundo y que explica gran parte del éxito de los modelos autoritarios.
Por supuesto, la elección que se está definiendo ahora mismo en los Estados Unidos es histórica y absolutamente clave. Pero la Historia -como el diablo- está en los detalles.
César Ricaurte es periodista y director de Fundamedios.
Lo que empieza mal termina mal. Joe Biden ya empieza con el pie izquierdo, es decir, su ganancia es mínima contra Trump y se le acusa de un gran fraude electoral. Al igual que Trump y su política conservadora y divisionista, Biden apoyado por las élites mediáticas ha polarizado no solo a los USA, sino al planeta, más de lo que lo ha hecho Trump. Amas u odias a Trump, ese es el asunto. Trump no es idiota, el va a sacar ventaja de esto, y es muy posible que pueda candidatizarse en el 2024 y puede ganar. Lo políticamente correcto de los demócratas, moralmente superiores, esta llegando al hartazgo, cada vez más en sectores mas moderados y cultos de la población mundial. No me extrañaría que Trump llegue nuevamente a la Casa Blanca en 2024 y que más lideres conservadores, como Bolsonaro, empiecen a emerger como reacción a las ideologías demagogicas y de enormes exigencias narcisistas -como eliminar la transfobia y esas cosas- que son parte de la gran quiebra moral de occidente.
Como dirían en inglés: Trump is here to stay. A fin de cuentas, la mitad del electorado votó por él, incluyendo un mayor porcentaje de negros y latinos que en 2016. Mientras tanto, Biden atrajo un mayor porcentaje de blancos. Por algo será…
Biden está frito si gana la presidencia. No tendrá mayoría en el congreso; por lo tanto no podrá hacer nada, ni leyes, ni presupuestos, ni tratados, ni guerras. Mucho menos la agenda social, económica y ambiental de los grupos “progresistas”. Será un periodo de parálisis política.
Trump le criticará todos los días (desde Twitter o tv) durante los próximos 4 años. Si los demócratas deciden perseguir a Trump judicialmente, aumentarán la polarizacion. Eso es exactamente lo contrario de lo que Biden prometió: reconciliación y unidad nacional.
En el 2024 Trump puede volver a candidatizarse…
Es decir que la era post-Trump está muy distante en el horizonte.