Las elecciones en los Estados Unidos cada cuatro años constituyen uno de los eventos más significativos de la política mundial. Sin embargo estas elecciones de noviembre 2020 representan algo adicional. Ilustran el frágil estado de la democracia occidental, el débil rol de las instituciones frente al juego político, así como la enorme capacidad de polarización de la sociedad americana como rezago de un proceso de globalización no asimilado. Lo que parecería ser hoy el signo de los tiempos.
Mas allá de las tendencias políticas y el proceso electoral en sí, se puede observar a un país dividido. Entre lo urbano y lo rural. Entre la vida sencilla, sus tradiciones, sus costumbres, su religión, con una población sin mayor acceso a la educación de tercer nivel. Frente a una creciente internacionalización de sus ciudades y su multiplicidad racial que reconfigura el mapa demográfico y donde las minorías adquieren mayor peso.
Pero este proceso fue paulatino. En la década de los noventa, Estados Unidos se embarcó en una agresiva estrategia de consolidación de su crecimiento e inversiones internacionales mediante las negociaciones comerciales. Primero por medio de las preferencias arancelarias, que luego fueron consolidándose mediante negociaciones bilaterales y regionales de comercio como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), Tratado con Centro América (CAFTA), con los países andinos, y otros países en otras regiones, hasta fallido Acuerdo de Libre Comercio de las Américas.
Los acuerdos bilaterales de comercio que se planteaban como estrategias mutuamente convenientes tenían en algunos casos altos costos para ciertos sectores agrícolas y algunos temas incómodos de propiedad intelectual pero resultaban acuerdos sin duda convenientes en el ámbito comercial para ambas partes. Para Estados Unidos los bajos aranceles abarataban los costos de los productos en los que no era competitivo, transfiriendo esos niveles de bienestar a sus consumidores vía precio. Para los otros países se consolidaba el ansiado mercado estadounidense. Estos se veían como algunos de los beneficios de la globalización.
Sin embargo estos acuerdos implicaban altos costos a nivel interno para Estados Unidos. Con acelerados niveles de desinversión en industria manufacturera y mayor competencia agrícola a sus estados rurales se fue transformando el mapa del Medio Oeste (midwest) y Noreste (rust belt) norteamericano, con cierres de industrias y plantas. Esto al tiempo que en la Costa Oeste se aceleraba el desarrollo del mercado tecnológico, de comunicaciones y de servicios lo que reconfiguró la vocación económica del país. Y en esta gran economía de servicios y en la era digital el país se partió en dos.
Durante varias décadas los impactos de la desinversión se sintieron en varios estados sin ponerse en marcha sistemas de compensación o estímulo específico para insertar esos sectores en la nueva economía. Se vio durante años a grandes ciudades industriales despoblarse y quebrar, y sectores agrícolas y manufactureros comprimirse. Los nuevos empleos de la economía de servicios no enganchaban esa mano de obra.
Y en este escenario, varios estudios dan cuenta que los jóvenes en esas regiones afectadas hoy tienen menos oportunidades económicas de las que tuvieron sus padres para adquirir un vivienda y tener una vida de clase media como sus padres. Que hay brechas cada vez más grandes entre el sector rural y la ciudad, y que hay crecientes malestares sociales, raciales y procesos de integración social pendientes. Caldo de cultivo para la polarización.
Este es el escenario donde hace cuatro años irrumpió Donald Trump, quien dio una lectura al malestar y lo transformó en ganancia política erigiéndose como su vocero anti sistema. Pero luego de cuatro años ha divido más al país, fidelizado a su base pero sin transformar de forma efectiva su realidad. Sin hablar del aislamiento internacional en especial de sus aliados tradicionales.
Frente a la incertidumbre por quien gane finalmente las complejas elecciones y su conteo de votos, lo cierto es que todos los estados occidentales hoy sufren transformaciones y amenazas a sus sistemas democráticos. Transformaciones silenciosas debido a la creciente percepción de inequidad y desigualdad en los ingresos, en las oportunidades, salud y en la educación que los posicionan distinto frente a la nueva economía de servicios. Esto sin contar con el creciente temor a la reconfiguración racial y cultural en los países. Este es el reto del presidente que sea elegido.
Se ensayan respuestas y se enuncian chivos expiatorios: el sistema capitalista, la democracia liberal, los políticos de turno incluidos los populistas y autócratas. Pero nada responde por sí solo satisfactoriamente. Por ahora se asimila que más allá de los efectos económicos y comerciales de una globalización irreversible, inclusive dentro de un país champion como Estados Unidos, queda por asimilar el enorme impacto económico, cultural, y racial que trae consigo y que representa profundas transformaciones que los sistemas sociales resisten. Y que hoy se expresan en una gran polarización de fuerzas políticas.
María Amparo Albán es abogada y catedrática universitaria.
Recientemente los noticieros mencionan de un posible fraude en la presente y pasadas elecciones en los Estados Unidos de América, el donde se presentara una demanda judicial. Pero creo que definitivamente el presidente de EEUU no quiere soltar el poder, aunque tuvo derrotas en 4 estados.
Cabe recalcar, que esto es un fraude generalizado por medios de correos electrónicos ya que es uno de los países mas poderosos del mundo que dirige la economía mundial y quedamos con el mismo resultado e incertidumbre.
Me dará gracia cuando después que el “fascista” de Trump deje la casa blanca la primera cosa que haga Biden es volver a re-establecer relaciones amistosas con China (Un gobierno que no tienen nada de fascista, aparte de los campos de concentración, restricciones a la prensa, policía secreta espiando a los ciudadanos, penalizaciones legales por criticar al partido…) e iniciar otra guerra en el medio Oriente.
Las elecciones en EEUU nos han dejado claro que el partido republicano dejo de gobernar en este pais, debido a distintas circunstancias quizás algunas por las decisiones de Donald Trump frente a esta pandemia que no la supieron manejar bien por eso Estados Unidos es uno de los mas paises con mas contagios en el mundo, o si nos vamos por otro enfoque tenemos que este ex presidente le daba duro a los extranjeros que vivían aquí todo esto con llevo a que el partido demócrata de Biden actual presidente de estados unidos gane las elecciones aunque fueron algo reñidas las elecciones, ahora nos encontramos con una nacion dividida por dos ejes económicos en sus ciudadanos pensamientos distintos.
Ciertamente que hay procesos sociales y políticos de base, pero si a esto se le suma un presidente con delirios de grandeza y personalidad disfuncional, lo que vemos en estos días es el resultado.
Los medios de comunicación, los periodistas, los analistas, los académicos, se resisten a ver lo evidente: en estos años la economía de Estados Unidos estuvo muy muy muy bien.
Hubo más empleo (para todos). Con las restricciones a la inmigración, los americanos tuvieron menos competencia desleal de extranjeros dispuestos a trabajar por sueldos bajos; por lo tanto hubo más trabajo y buenos sueldos.
Hubo más inversión. Las empresas usaron las ganancias que tenían parqueadas alrededor del mundo para invertir en USA. La manufactura se recuperó. Se abrieron nuevas fabricas. Por primera vez en décadas hubo crecimiento del empleo en el sector manufacturero.
Contrario a lo previsto por los agoreros del desastre (casi la totalidad de columnistas y pundits), la fortaleza de la economía benefició a todos los grupos sociales. El desempleo en la población negra y latina cayó a niveles nunca antes vistos.
En estos años, Estados Unidos no ha iniciado guerras. Se ha desactivado la amenaza nuclear de Korea del Norte. Y el narco-comunismo de Maduro ha sido tratado como un enemigo. Al fin!!!
Una vez que el “establishment” (Biden) se re-instale en la Casa Blanca, vamos a extrañar Donald Trump.