Hay algo en los resultados de las elecciones de los EEUU que parece desafiar la lógica desde el punto de vista del activismo social, tan intenso y combativo durante los últimos años. ¿Cómo es posible que la persona que ha gobernado los EEUU durante cuatro años, calificado como un ogro supremacista blanco, haya recibido más votos de las minorías no blancas que hace cuatro años? ¿Cómo entender que un porcentaje más alto de mujeres hayan votado esta vez por él cuando ningún otro presidente ha sido tan misógino? ¿Cómo entender que en estas elecciones se registró el doble de gays de los que votaron por él en el 2016?
Las estadísticas, publicadas por NPR, de las votaciones son contundentes y hablan de una derrota de la izquierda y del activismo identitario que, durante los últimos cuatro años, desplegó toda su fuerza y energía en movilizaciones y protestas. “La izquierda ha sido aplastada”, decía en una columna en The Week, Damon Linker; “Estas elecciones fueron un castigo al wokeness (así se conoce a la movilización social de los últimos años)”, titulaba el diario Forward, mientras que el escritor negro Charles M. Blow no podía con su decepción y escribía en Twitter que “esto es personalmente devastador para mí: el voto de los hombres negros por Trump aumentó del 13% en 2016 al 18% este año. El voto de las mujeres negras por Trump se duplicó del 4% en 2016 al 8% este año”. The Atlantic, por su lado, publicó un análisis donde afirmaba que estas elecciones demostraron que el tema racial, tan vigente en los últimos años, finalmente no definió nada en los resultados y el The Washington Post sacó un titular que decía “Una vez más, los Demócratas no entendieron a las minorías”.
Trump incrementó su apoyo entre las comunidades negras, latinas, gays y asiáticas que se suponían eran las más afectadas por su discurso anti inmigración, así como machista y misógino según la prensa del establecimiento. Para muestra un botón: un 18% de la población negra apoyó a un señor que fue identificado por el activismo social como un white supremacist y 32% de latinos votaron por el hombre que colocó a los hijos de los inmigrantes en jaulas. Además, la comunidad lesbiana y trans también votó en forma por Trump que es visto como un misógino y homofóbido de la peor calaña.
¿Por qué las minorías lo apoyaron más que en el 2016? Andrew Sullivan, un periodista célebre por haber combatido durante cuatro años a Trump y simpatizante de las minorías por ser gay, sostiene en un artículo titulado “Trump se ha ido. El trumpismo ha llegado”, que muchos negros que votaron por Trump, por ejemplo, estaban aterrorizados con la idea de desfinancier la policía (la campaña por el Defunding The Police), porque consideran que que la delincuencia es una amenaza mayor a su comunidad que el brutalismo policial. Además, porque para ellos lo más importante es que haya empleo y, en honor a la verdad, antes de la pandemia, el desempleo en los EEUU era el más bajo de la historia del país.
Muchos inmigrantes latinos, sostiene Sullivan, han dejado perplejos al progresismo de los EEUU porque resultó que lo que más quieren es detener la inmigración y además son conservadores sociales que, por lo general, se oponen al aborto y a otros temas de la agenda progresista. Muchos gays votaron motivados por las razones más dispares ya que el tema de los derechos civiles fue resuelto por la Corte Suprema de Justicia hace ya muchos años. En definitiva, el mensaje de los resultados fue que las minorías no necesariamente comparten la misma agenda y el mismo relato que las élites progresistas; es más, muchas veces se oponen radicalmente a ella. Y más relevante aún: producen una reacción que los analistas de ese país llaman “reactivación”. Es decir, el radicalismo del progresismo ha fortalecido precisamente a aquellos sectores que dicen combatir.
En la derrota de este activismo y militancia social también destaca el tema de género. Se dijo hasta el cansancio y de las formas más enérgicas que ser mujer en EEUU es una constante pesadilla por la opresión, el acoso, la violencia y la misoginia y que nadie representa mejor que a esas amenazas que el Trump del “grab’en by the pussy”. Sin embargo las mujeres votaron entre un 55% y un 43% en todo el país por Trump, según las exit polls. Entre las mujeres blancas que no tienen educación superior, que se supone son las más vulnerables a la depredación de los hombres, Trump tuvo el 60% de apoyo. Sullivan piensa que todo esto sugiere que el concepto del patriarcado opresor, machacado por el activismo de género, es en el 2020 algo que muchas mujeres no se lo compran o que no creen que deba pesar más que otros temas.
Lo que ocurrió en California, que se supone es el Estado más izquierdista de los EEUU, con el proyecto de ley para prohibir que las instituciones públicas discriminen por temas de raza es sorprendente: fue negada por una importante mayoría. Los californianos, sobre todo los latinos que viven en ese Estado, no quisieron una ley que supuestamente los iba a beneficiar por el tema racial. Eso apunta a que esos migrantes prefieren conseguir el llamado sueño americano por sus propios esfuerzos y no por una ley que había sido promocionada por la izquierda como una forma para acabar con el racismo en las instituciones públicas.
Luego está el tema de la corrección política, que ha sido desde hace muchos años el mecanismo por el que la izquierda y el activismo social ha pretendido controlar el lenguaje, en temas sobre raza y género y sexualidad. Según las estadísticas, las encuestas que daban por hecho un triunfo fácil de Joe Biden fallaron en gran medida porque no pudieron reflejar las intenciones de voto de aquellos blancos, en su mayoría republicanos y con educación superior, que tenían vergüenza de decir que votarían por un candidato tan mal visto por las élites como Trump.
Eric Kaufmann, uno de los académicos más lúcidos que escriben hoy en día sobre política en los EEUU, sospecha que esta gente tenía temor de decir en voz alta a los encuestadores cómo iban a votar. Después de todo, “el 45% de los republicanos con títulos, comparado con el 23% de los demócratas con títulos, dijeron que temían que sus carreras estuvieran en riesgo si sus opiniones sobre Trump se daban a conocer”. Según los estudios de Kaufmann en todos los grupos raciales, el 80% de los estadounidenses dicen que “la corrección política es un problema en nuestro país”. Sólo el pequeño “Activista Progresista”, 8% de la población de EEUU, piensa en gran medida que no lo es.
El encuestador republicano Frank Luntz también sostiene que la corrección política es un fenómeno que afectó a las encuestas. Según él, los votantes de Trump tenían el doble de probabilidades que los de Biden por un margen de 19 a 9 de ocultar su intención de voto a los demás. Pero no es solo eso: los partidarios de Trump que respondieron a las encuestas tienen recelo de los encuestadores porque piensan que son parte del establishment mediático de la élite progresista. En otras palabras, no es tan cierto que el apoyo a Trump únicamente viene de la gente menos educada como se ha pensado: el problema está en que los educados prefieren no decir que son partidarios de Trump.
La corrección política ha creado un resentimiento de muchos sectores que sienten que su lenguaje, es decir su forma de expresarse sobre el mundo en el que viven, es vigilado y reprimido por ciertas élites culturales que quieren controlar el debate y fundar un nuevo orden moral a su medida. Kaufmann llama este fenómeno la “policía del lenguaje” y cree que es visto por un importante segmento de la población como una represión ejercida por un grupo de gente que cree que el mundo tiene que seguir su agenda moral. Las mayorías, frente a esta corrección política, sienten que están siendo despreciadas por quienes se creen moralmente superiores. Así, cuando llega una elección como la del 3 de noviembre, se sienten identificados y empáticos con quien osó salir y desafiar esa dictadura social. “Lo que esta elección muestra -dice Sullivan- es que los izquierdistas no pueden intimidar a los votantes para que abandonen los principios básicos de la democracia liberal, y tampoco pueden comprar su sumisión”.
Damon Linker, en The Week, parece haber sintonizado, siendo él un durísimo crítico de Trump, con ese sentimiento de quienes se sienten humillados y ofendidos por los activistas de la corrección política. “Así que por favor, Demócratas, mírense en el espejo y muestren un poco de humildad. No son tan maravillosos o ampliamente amados como les gustaría creer. No están destinados a prevalecer en ninguna parte. Comparten un país con un gran grupo de personas que odian sus tripas, y que no van a someterse a su gobierno o seguir sus vertiginosos planes para rehacer la nación a su imagen y semejanza”.
Luego de lo ocurrido en los EEUU, vale en todo caso preguntarse si la izquierda y el progresismo activista de América Latina y del Ecuador está dispuesto a escuchar las lecciones de lo ocurrido en los EEUU. ¿Esa izquierda de El Arbolito, por ejemplo, será capaz de escuchar lo que ha pasado en las elecciones con el activismo de Black Lives Matter, de Antifa o de las feministas radicales?
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La época de Trump no ha generado una economía saludable y abierta a nuevas oportunidades. Ha generado una economía desigual, de oportunidades paupérrimas en las que se imponen condiciones sin responsabilidad moral y social.
El expresidente Donal Trump perdió por las deficiencias de carácter y de liderazgo se caracterizo por ser racista, homofóbico, etc y nunca hubo una igualdad en los derechos de los ciudadanos. Con el pasar del tiempo Trump perdió la confianza de su estado y habitantes, ya que mucho se basaba en parte izquierda solo se beneficia en este caso las personas que poseían recursos económicos altos y nunca se baso en los pobres.
Interesantísimo análisis que explica por qué Donald Trump calificado como: racista, homófobo, machista, supremacista blanco, “la peor cara del capitalismo” obtuvo en las elecciones del 3 de noviembre mayor número de votos(cerca de 71 millones) que en las elecciones del 2016. Esto hará reflexionar a los demócratas de los EUA y también a la izquierda latinoamericana.
Gracias por decir la verdad esta vez. Es tan evidente la sensación de sufrir censura, miedo y desprecio de parte de la izquierda radical, que no esperaba que alguien se atreviera a escribirlo. Estoy gratamente sorprendido. Y agradecido de quienes votaron para hacer notar que esos discursos de “niños woke, ricos y sabiondos” no es compatible con la realidad de los que trabajamos día a día, sin necesitar de salvadores ignorantes.
Este enfoque tiene a mi manera de ver 4 errores importantes en su apreciación que detallo a continuación sobretodo para quienes no podrían estar familiarizados con la geopolítica, en especial la de Estados Unidos:
1. Presupone que existen unos autodenominados “buenos” para los que Trump y sus políticas son “malos”, eso en una sociedad liberal y democrática como la estadounidense donde no cabrían estos maniqueismos de absolutamente buenos y malos equivale en la práctica a negar de entrada principios básicos como la pluralidad, la libertad de pensamiento, la igualdad de oportunidades
2. Presupone una generalización de corrientes autodenominadas de “progresismo” o de “izquierda”, que en la práctica sencillamente no existirían unificadas, así como no se puede generalizar en un único pensamiento las autodenominadas corrientes “conservadoras”. Esto es tan real como que no tienen las mismas necesidades ni puntos de vista acerca de las políticas de Trump un negro acaudalado en Alabama que un negro de clase media en Boston, ni un latino cubano de Florida pensará y actuará similar que un latino mexicano de Los Angeles.
3. El ahora presidente demócrata Biden es un conocido autoproclamado católico practicante, lo que en una sociedad donde los católicos son una minoría histórica influye necesariamente en las decisiones políticas de ciertos “progresistas”, LGBTI o liberales radicales que presuponen las decisiones que tendría Biden en temas como aborto, o anticonceptivos, esto pese a que Biden ha afirmado y ha demostrado en varias ocasiones que sus decisiones políticas no están por sobre sus creencias religiosas.
4. Muchos analistas serios e independientes han recalcado un hecho que aquí se evade olímpicamente y es que Trump realmente perdió por la pandemia del Coronavirus y sus devastadores efectos en la economía estadounidense. Si las políticas de Trump crearon empleos como nunca para grupos históricamente rezagados como los latinos, los negros o los LGBTI se puede presuponer que al menos un parte de ellos que consiguieron trabajo en estos 4 años votó con el estómago agradecido y no por convicciones que como se indicó anteriormente ellos no son necesariamente militantes radicales.
Se podría asumir entonces que muchos efectos prácticos de políticas “conservadoras” de Trump ayudaron mucho más a grupos minoritarios que posiciones radicales, de izquierda o protestas tipo “Black lives matter” en una sociedad verdaderamente liberal como la de Estados Unidos.