Las ideologías son unas gafas que distorsionan la visión que tenemos de la realidad, escribió Karl Marx y argumentó en “La Ideología alemana”, libro póstumo que recién se publicó en 1932, que las ideologías básicamente denominan al pensamiento dominante escolástico o burgués que lleva a la falsa conciencia. Lo contrapuesto a la ideología, dice Marx, es la ciencia, el pensamiento objetivo.
Por supuesto, el marxismo para Marx no era ideología. Sí era el “socialismo científico” o también conocido como “materialismo histórico”. Cien años después y con los genocidios y masacres en Unión Soviética, Camboya, Corea del Norte, Cuba y China sobre la mesa, sabemos que no hay nada más ideológico que la ideología marxista. Aunque eso no importa para una ideología. Perdón que cite nuevamente a Harari, pero tiene una idea que lo resume todo: para cada religión, la verdad revelada es ella misma y el resto de religiones no son más que falsos mitos y mentiras sin sentido. Al final, las ideologías son primas hermanas de la religión. No existe nada más parecido a un fanático religioso que un militante político radical.
Cuando cayó el Muro de Berlín se suponía que había sobrevenido el fin de las ideologías. Incluso Francis Fukuyama habló del “fin de la Historia”. La ficción duró algunos años, pero ha ido cayéndose en pedazos, poquito a poquito… despacito.
Las ideologías cambiaron de eje, pero solo para retroceder 80 años. Al punto que el principal insulto ideológico hoy mismo, es decir a alguien “facho”, fascista o cualquiera de sus variantes. Sabes que llegaste al límite 0 del debate, cuando todo se zanja con un “facho”. Pero así estamos.
Lo que sucede hoy año 20 del siglo XXI es que la ideología se nos volvió a meter en la cama. En la comida, en la música, en el trabajo, en el baño. Tal como siempre ha sido, más allá de los avances laicos del último siglo. Porque esto, es tal como fue cuando los curas estaban metidos en las camas de nuestro abuelos, sobre todo con la contrarreforma y los jesuitas moldeando el alma americana a punta de preciosismo barroquista para decir de qué lado dormir y cómo ver el sol o la lluvia del amanecer.
¿Cuál es el problema? Que las ideologías y religiones no ven seres humanos solo ven consignas. Para ser precisos los seguidores de religiones y consignas no ven seres humanos sino consignas. Y no hay nada más deshumanizante que una consigna repetida una y mil veces. Que lo digan Lenin y Stalin y Mao y Pol Pot que comenzaron con el (supuesto) humanismo marxista y terminaron en los Campos de la Muerte.
Por eso, da migraña mirar, escuchar leer a personas supuestamente inteligentes que en simples tuits o ensayos completos no hacen más que repetir consignas llenas de las palabras de moda para interpretar complejos conflictos humanos. Relaciones. Vivencias. Errores: Harvey Weinstein es igual que un chico de 16 años.
Está fuera de lugar, hacer valoraciones particulares, tratar de entender matices o contextos, en el sentido de Hanah Arendt: comprender no es perdonar, sino explicar y explicarse lo sucedido, asumirlo como vivido o experimentado. Pero en la era de las consignas, trata de comprender es una excentricidad, un atentado contra la verdad revelada que además es un crimen que revictimiza a las víctimas y provoca que la sal no sale ni el azúcar endulce. Una tragedia.
Por eso, la política y más que nada los políticos hoy por hoy son poco más que caricaturas de sí mismos o del titiritero que mueve los hilos o del financista que cobra negocios, legales o ilegales, categorías que en un momento dado se vuelven lo mismo. Claro, al final, el crimen organizado bien puede ser considerado una ideología política en toda regla.
No hay cinismo en mis palabras. Porque basta darse una vuelta por el universo y ver la caricatura que son los líderes políticos… Sería de una comicidad irresistible, decía el gran Javier Marías, en el último País Semanal para referirse a los líderes europeos y en especial a la pandilla socio-podemita que gobierna España.
En Ecuador estamos en un nivel aún más extremo de la comedia: Del “qué chuchas” como consigna política al “recuperar la patria” como grito de batalla de las pandillas del crimen organizado. De la “lucha contra la corrupción” de los demócratas fallidos a la “familia, tradición y propiedad de los pastores. Del “nunca seremos Venezuela” de los liberales de Twitter al “Maricones de Mierda” de los ultraconservadores, igual de Twitter…
En fin, la política como farsa y tragedia, al mismo tiempo.
César Ricaurte es periodista y director de Fundamedios.
Fe de erratas previó a la publicación:
Solo voy a celebrar la excelente redacción de este artículo. Citas y relatos narrativos lúcidos y una puesta en escena con ritmo. Y solo lo voy a hacer así porque es lógico que cualquier artículo provoca posturas polarizadas. Eso es natural. Lo que no les natural es darnos el lujo de quedarnos con la satisfacción de una redacción por encima del contenido y del objetivo
Muy buen artículo, César. Las ideologías se incrustan en millones convirtiéndoles en manadas de fanáticos, y el fanatismo es psicopatología social, que destruye la convivencia y degrada a la democracia.
Panas, es importante que en las siguientes votaciones le pensemos bien y le echemos coco porque no podemos cometer los errores que ya cometimos con Correa, el Ecuador merece un mejor mandato, los correistas solo nos quitan la plata!
El ser humano se compone de un conjunto de emociones, ideas, creencias que se derivan luego en ideologias creadas , tenemos que aprender a convivir con las ideologías y también con las religiones existentes que son millones en el mundo, lo que no se puede permitir que nos idioticen con ideologías tontas y que nos las impongan a la fuerza, con respecto a las religiones, ventajosamente somos un país laico y podemos profesar yo no diría religión sinó creencias con total libertad, lo que en otras latitudes no lo pueden hacer, por la falta de libertades de pensamiento y de acción, En este momento están de boga las ideologías de las grandes élites que con el dinero que poseen imponen con vandalismo en diferentes partes del mundo ideologías sin ninguna base científica, ética ni moral, con fines de lucro.