Uno de las grandes expectativas despertadas con la llegada de Biden como presidente electo de Estados Unidos, es la revigorización de la agenda climática global.
Su discurso político durante la campaña, dirigido a una población joven y progresista preocupada por el futuro de la humanidad destacaba la necesidad de empujar un “Nuevo Acuerdo Verde”, lo que le generó algunas resistencias desde sectores económicos conservadores. Estos sectores ven con preocupación que esta transformación puedan volver obsoleta la matriz productiva actual, sin poder dar alternativas económicamente viables en un plazo razonable.
Pero a pesar de estas dudas, queda claro que Estados Unidos necesita hoy más que nunca ese viraje estratégico. No solo por el retraso que ha sufrido su economía e inversiones frente a otros países de la OCDE frente a los compromisos para empujar una agenda de inversiones verdes, sino por que el país requiere retomar los retos de protección ambiental y climática, así como renovar su infraestructura doméstica.
Esta agenda de reconversión productiva que impulsará, recoge algunos lineamientos claves. Como el reconocimiento que la salud del planeta y la salud de la economía están conectados y que el mundo requiere hoy un firme liderazgo que lo conduzca al cumplimiento efectivo de los compromisos climáticos contemplados en el Acuerdo de París. Desde la ausencia de Estados Unidas del escenario climático global en el 2016, el presidente francés Emmanuel Macron tomó la posta y se posicionó como el líder mundial indiscutible, logrando acuerdos con China y empujando acciones concretas en avance de esta agenda, liderando una cruzada para lograr que las agendas comerciales y financieras se pongan al servicio de la nueva agenda por el clima.
Sin embargo será el retorno de Estados Unidos al Acuerdo de París y un compromiso por su cumplimiento lo que tenga la capacidad de lograr el redireccionamiento de la economía global hacia nuevas inversiones verdes. Así como hacia un comercio internacional que internalice los límites a las emisiones de carbono en las cadenas de valor y empuje las economías de los países al cumplimiento de los objetivos climáticos.
¿Pero qué significa esto para los Estados Unidos? Primero, una revolución por la energía limpia con inversiones que creen nuevas industrias y revigorizen la manufactura local generando nuevo empleo para la clase media, logrando a su vez el cambio de la matriz energética doméstica. Y, segundo, asegurar un compromiso y una hoja de ruta hacia el cien por ciento de energía limpia y cero emisiones netas hacia en el 2050. Lo que incluye establecer los mecanismos de cumplimiento de objetivos climáticos hacia finales del 2025; así como generar importantes inversiones en investigación e innovación climática, asegurando la rápida transferencia de infraestructura y tecnología hacia las comunidades más afectadas dentro de ese país.
En el plano internacional, no solo volverá al Acuerdo de París el primer día de mandato, sino que anuncia liderará una cruzada internacional para que los países cumplan sus compromisos domésticos dentro del marco del acuerdo. Además integrará la agenda de cambio climático en la política exterior y en las estrategias de seguridad nacional así como un enfoque frente al comercio internacional. Finalmente, una propuesta de justicia climática y ambiental que propone una inversión de fondos federales de USD 1.7 trillones de dólares en los próximos 10 años, apalancando con fondos privados y estatales así como inversiones locales hasta llegar hasta USD 5 trillones de dólares.
Esta propuesta que empezará a ejecutarse enero del 2021, es relevante para nuestros objetivos de crecimiento comercial. En el contexto de una acuerdo con Estados Unidos tenemos que tener la capacidad de anticipar este redireccionamiento económico, y ser capaces de adaptarnos a la demanda de los próximos años en los cuales se requerirán bienes agrícolas e industriales libres de deforestación y una estrategia productiva climática clara de nuestra parte.
María Amparo Albán es abogada y catedrática universitaria.
El GND tiene también lo que llama “aspiraciones”, como “garantizar un trabajo con un salario
capaz de mantener a la familia, permisos de familia y de incapacidad adecuados, vacaciones
pagadas, y una jubilación garantizada para todas las personas en los Estados Unidos.” En
otras palabras, la garantía de empleo promovida por los entusiastas de la MMT (ver
mi artículo). Y más derechos para los sindicatos para organizar: “fortalecer y proteger el
derecho de todos los trabajadores a organizarse, sindicalizarse y negociar colectivamente
libres de coerción, intimidación y acoso.” Otra aspiración clave es “proporcionar a todos los
miembros de la sociedad un sistema sanitario de alta calidad, vivienda asequible, segura y
adecuada, seguridad económica y el acceso a agua y aire limpios, alimentos saludables y
asequibles, y al disfrute de la naturaleza.”
En la raíz del problema está la mala interpretación del ser, desde Platón y Aristóteles que concibieron al ser como un ente, ahora pagamos en la modernidad el afán por las cosas lo que nos lleva a la industrialización y a la explotación de los recursos naturales.
Hay una diferencia ontológica que dice que el ser no es un ente, aquí yace el origen del problema, hay que revisar la historia y deconstruirla para corregir los errores de interpretación del ser que es básico en filosofía.
Para luego sin ese afán por lo cósico, llegar al conservacionismo, a la ecología a cuidar nuestro planeta tierra.
El nuevo acuerdo verde es el “cambio de la matriz productiva” que Correa impulsó hace tiempo pero verde y gringo.