Sin duda las mujeres anhelamos la igualdad laboral: eliminar las brechas salariales, reducir la incidencia del desempleo femenino que es mayor y eliminar los estereotipos de que hay ciertos trabajos que son solamente para hombres.
Los esfuerzos para lograr esa igualdad en el campo normativo son múltiples. Sin embargo, lo que definitivamente no ayuda a la incorporación de las mujeres al mercado laboral, son los privilegios en nuestro favor que tiene que asumir el empleador.
En el Ecuador, las mujeres gozamos de las siguientes consideraciones especiales:
- No podemos ser despedidas desde que avisamos de nuestro embarazo y durante el período de gestación; y en caso de que se produzca, podemos exigir nuestra reincorporación o una indemnización adicional a la del despido.
- Tenemos derecho a recibir el 100% de la remuneración durante las 12 semanas de licencia de maternidad.
- Tenemos derecho a solicitar una licencia sin sueldo para el cuidado de los hijos, por 9 meses más después del parto.
- Tenemos derecho a reducción de la jornada de trabajo a 6 horas sin reducción de la remuneración, por 9 meses de lactancia.
- Durante la lactancia tenemos derecho a un permiso de 20 minutos cada 2 horas para extracción de leche, para lo cual los empleadores tienen que tener a disposición en los centros de trabajo un lactario con estrictas condiciones de infraestructura y acondicionamiento.
- Si hubiera en la empresa más de 50 mujeres trabajadoras, debe el empleador organizar un servicio de guardería infantil o contratar empresas que provean este servicio.
Estos privilegios para las mujeres se traducen en costos para los empleadores. Es decir, esas normas supuestamente diseñadas para protegernos, lo que logran es desincentivar la contratación femenina pues sale mucho menos rentable que la masculina (a menos que se pague menos, ¡configurándose la brecha salarial!).
La desigualdad financiera provocada por esos costos directos y de oportunidad adicionales para el empleador, puede hacer que muchos de ellos no perciban o no estén dispuestos a experimentar el valor agregado de tener equipos diversos, representativos de la sociedad, con sensibilidades diferenciadas, que se consiguen al contratar a mujeres en todos los niveles jerárquicos de los negocios.
Entonces ¿Cómo lograr una igualdad en el trabajo si no es a costo del empleador? Aquí se hacen algunas propuestas.
Emitir normas que incentiven la contratación femenina: rebajas tributarias, ventajas competitivas, promoción especial de negocios que tengan paridad de género, más puntos para contratación pública, etc.
Adicionalmente, emitir normas que permitan mejorar sustancialmente la conciliación familiar, para que las mujeres no renuncien a trabajar por cuidar de los hijos. Eso se logra con el restablecimiento del contrato por horas para madres, préstamos para emprendedoras a tasas menores y con períodos de gracia, o incentivos para que los empleadores tengan más trabajadores en la modalidad de teletrabajo que permitan a uno de los miembros de la pareja quedarse en casa si es que así lo requiere.
Otra alternativa es que los costos del salario y horas adicionales, durante el tiempo que las madres trabajadoras se dediquen a cuidar de sus hijos, sean asumidos por el IESS. Al fin de cuentas todas ellas han aportado, y deberían poder recibir una prestación económica que beneficiaría a toda la sociedad.
Por último, las mujeres también debemos ser consistentes con nuestro deseo de lograr la igualdad laboral y no boicotearla. Pues si habiendo estudiado, no trabajamos porque “nos casamos”; o si estando trabajando, renunciamos porque tenemos un hijo y “es muy complicado hacer ambas cosas a la vez”, estamos sosteniendo el paradigma de que es mejor apostar por los trabajadores hombres.
Bárbara Terán es abogada y catedrática universitaria.
Me parece buen artículo, aunque creo que habría que tomar como referencias casos de éxito en otros países.
Es muy fácil decirle sí a lo establecido, pero cuando alguien, en esta caso una mujer, hace un análisis objetivo, dejando a un lado el espíritu de cuerpo, buscando alguna alternativa fuera del paradigma tradicional, se convierte automáticamente en una traidora, mala profesora o ha escrito un pésimo artículo. Me recuerda a la alegoría de Platón: el hombre es juzgado y sentenciado a muerte por darles a conocer la luz a quienes han estado habituados a ver solo sombras. Aquí no estamos en Canadá, Suecia o Noruega, la realidad del Ecuador es propia, social y económica, que implica buscar fórmulas equilibradas que propendan a que las empresas contraten a mujeres, sin que de lado y lado se pierdan no tanto los llamados privilegios sino sus derechos básicos y el sentido común, racionalizando aquellas normas que propendan a que las mujeres no sean contratadas y se prefieran a los hombres. El problema del Ecuador, y lo voy a retratar con otra alegoría, es la de un equilibrista, intentando cruzar un abismo, sobre una delgada cuerda, apoyado únicamente de una vara (que serían los derechos o lo justo); las corrientes le pegan, de lado y lado, trastabilla, y al final cae, no importa porque lado lo hace, al final se precipita al abismo. Necesitamos que esa vara sea lo suficientemente adecuada, fuerte, pero flexible a la vez, que nos permita como país llegar a la otra orilla ilesos y en victoria.
Excelente y realista artículo, los progres que quieren imponer un pensamiento único seguramente se rasgarán las vestiduras atacando a través de falacias ad hominem, para ellos es fácil repartir los recursos ajenos del estado que realmente se genera de todos nosotros los contribuyentes. En Venezuela han tratado de financiar todos los supuestos derechos, q se convierten en imposiciones para otros, logrando la inflación mas alta del mundo.
Pero qué barbaridad de artículo!!
Si una catedrática no sabe distinguir entre derechos y privilegios…vamos muy muy mal.
Excelente artículo,difícilmente una mujer enfoca estas relidades, las comentaristas hablan de “derechos” pero cuando los empresarios quiebran por que no pueden subsidiar estos “derechos”…….. fin del cuento.
Pésimo artículo, se ve que no entiende nada de la lucha de género, nunca se entendió la vulnerabilidad de las mujeres, sobre todo de las más pobres. Este sin duda es un artículo escrito desde el privilegio y desde la visión de alguien que puede renunciar a su trabajo porque sus condiciones le permiten. No olvidemos que hay muchas que no pueden, no olvidemos que a las mujeres como condición en su entrevista les preguntan si están casadas, cuántos años tienen y si van a tener hijos, algo que a nosotros no. Si la solidaridad entre mujeres no existe, estamos lejos de lograr igualdad. Tenemos que trabajar en un mundo que entienda las necesidades y vulnerabilidades del resto.
Bárbara te respondo con una frase “Que el privilegio no te nuble la empatía”, ni la sororidad en este punto. Qué pobre tu análisis, adolesce de todo, pero más que nada de humanidad. Qué triste que seas catedrática, me preocupan tus alumnos y alumnas. Asumo que no eres madre porque una madre no podría escribir algo semejante. Me da pena que no hayas considerado ni un segundo los derechos de los niños y niñas, que son en realidad la razón de los “provilegios” (en realidad derechos) que tanto atacas; se asegura su bienestar y que la madre pueda cuidar adecuadamente de ellos. Finalmente, gracias porque me das un motivo más para estudiar derecho, una idea que viene rondando mi mente desde hace algún tiempo, porque el mundo necesita menos abogadas como tú y más abogadas con enfoque real de derechos.