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Las víctimas silenciosas de la pandemia

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A  partir de marzo, recién declarada la pandemia, 188 países impusieron toques de queda que implicaban el cierre inmediato de escuelas y colegios para precautelar la salud de los niños, niñas y jóvenes. Entre ellos el Ecuador.

Se cree que esta medida afectó a las de 1.6 billones de niños, niñas y jóvenes. Se supo luego que su capacidad de resistencia al temible virus era mayor que en los adultos y ancianos, pero no se tenía claro aun cuál era el impacto que esta medida iba a tener en su bienestar. Su salud física no corría mayores riesgos, no así su salud mental.

Se cree que las precarias condiciones existentes en muchos países en desarrollo ahondaron la inequidad. Cerca de 463 millones equivalente al 31 por ciento de niños y niñas de escuela no tienen acceso a herramientas digitales y a sistemas de aprendizaje virtual. Y el entorno económico desfavorable convirtió a muchos hogares en ambientes más inestables y violentos para el desarrollo infantil.

Nadie ha sido inmune al estrés que la pandemia ha desatado, sin embargo, los niños y niñas han llevado de este estrés la peor parte. Y una parte muy poco visible hasta ahora. Una que se esconde detrás de las puertas y paredes de cada hogar y que no se registra ni se visibiliza en ninguna estadística pública. De ahí el alto riesgo sobre su salud mental.

Viviendo las consecuencias de una restricción que está fuera de su control, la vida de los niños y niñas ha cambiado de forma significativa. La suspensión de clases les privó del sistema de socialización con su grupo etario. Esto significó no solo la necesidad de adaptarse sistemas remotos de aprendizaje, sino que les privó de sus rutinas habituales de ejercicio y deporte. De pronto, sus vidas transcurrieron día tras día frente a una pantalla de computador conectados a sus clases y confinados a una creciente inactividad física.

Aumento de peso, desmotivación, aburrimiento han sido solo algunos de los síntomas desarrollados por muchos niños y niñas. Pero eso no es todo.    La soledad que experimentan al estar separados de sus amigos incrementa su ansiedad y generan otros problemas. En países como Italia y España se han reportado el incremento significativo de alteraciones de comportamiento en niños y niñas entre 3 a 18 años. Estudios muestran que el 85.7 por ciento de los padres reportan cambios emocionales en sus hijos durante la cuarentena. Los más frecuentes son problemas de concentración (76.6%), aburrimiento (52%), irritabilidad (39%), nerviosismo (38%), soledad (31.3), inquietud (30.4%) y preocupación (30.1%).  Los otros problemas vienen de la mano de la creciente adicción a los videojuegos, lo que altera su comportamiento.

Otro estudio en China, en la provincia de Hubei donde se originó la pandemia, analizó a un grupo de 2,330 niños y niñas de escuelas luego de haber sido confinados por un promedio de 33.7 días. Aun luego de un mes de encierro el 22.6% de ellos reportó depresión y un 18.9 % experimentó ansiedad.

Y en Ecuador, ¿qué estamos haciendo al respecto? ¿Cuáles son las directrices de política pública o qué campañas informativas existen para mejorar la situación de la niñez durante esta pandemia? ¿Qué se investiga?

Estamos obligados a incorporar rápidamente medidas adecuadas para la detección temprana de la ansiedad y depresión infantil. Algunos hogares realizan actividades como salir a las montañas el fin de semana. Pero no todos lo pueden hacer.

Necesitamos pensar desde ya en el mundo post pandemia que encontrarán los pequeños, inclusive con la llegada de la vacuna. Distanciamiento social, reorganización de juegos y actividades en sus colegios y escuelas, sumado a hábitos de sedentarismo, ansiedad y adicción a videojuegos, así como un sinnúmero de medidas que seguirán por mucho tiempo más afectando su socialización y normal desarrollo.

Las sociedades tienen que ser capaces de crearles un entorno favorable para la normalización de su vida; ellos han sido, después de todo, las víctimas silenciosas de esta pandemia.

María Amparo Albán es abogada y catedrática universitaria. 

4 Comments

  1. Cordialmente, no son 1.6 billones, sino 1,6 miles de millones o 1,6 millardos.

    En todo caso una cifra inmensa, a nivel global que tiene una porción proporcional en nuestro país. Mientras los políticos sigan financiando y siendo financiados para ganar las elecciones, poco cambiará. Recordemos que “quien paga para llegar, llega para robar” (Carlos Gaviria Díaz), no para cambiar al mundo de manera positiva.

  2. Buen artículo! Ojalá se escribiera mucho más sobre este tema, hasta que la sociedad comprenda la barbaridad a la que han sido sometidos los niños y jóvenes durante un año entero.

    Entre abril y junio, un grupo de investigadores ecuatorianos recopilamos información sobre el impacto de la pandemia en estudiantes de un colegio municipal de Quito (n=324), una universidad pública de Quito (n=1401) y 26 institutos superiores de 16 provincias del Ecuador (n=5613), así como en profesores de institutos superiores de todo el país (n=527).

    Encontramos:
    1. Problemas de acceso a la educación online, así como un alto grado de insatisfacción con esta modalidad de estudios, tanto en estudiantes como en profesores.
    2. Un empobrecimiento masivo de la población, expresado en pérdida de empleo y reducción de ingresos.
    3. Dificultades para obtención de alimentos en un grupo de la población, a la vez que otros segmentos mostraban problemas de sedentarismo y aumento de peso.
    4. Señales de alarma con respecto a la salud mental de estudiantes y profesores: soledad, ansiedad, depresión, etc.

    Entregamos los informes respectivos a las autoridades de las instituciones indicadas. Presentamos los resultados ante el Consejo de Educación Superior, la Senescyt y la Red de Universidades. Hicimos foros online con grupos de estudiantes y profesores.

    Y qué pasó?

    Absolutamente NADA! Los rectores estaban preocupados de que el gobierno no les recorte el presupuesto; el CES y la Senescyt… dedicados a otras cosas… Ni siquiera nos autorizaron a publicar la investigación en revistas científicas ni a difundir los resultados en los medios de comunicación.

  3. Depresion es una palabra que no ha sido tomada tan en serio porque en el pais no se ha discutido el tema a profundidad. Muchos no tienen idea de las graves consecuencias de la depresion, especialmente en los jovenes. Para el gobierno es facil emitir decretos para que sigamos “encerrados”. Es hora de manifestar nuestro descontento de tanto encierro y de que el gobierno nos diga lo que tenemos que hacer con nuestras vidas. En vez de eso, eduque mas a la gente para que evite cotagiar a los mas propensos a los efectos graves del covid. En este pais necesitamos trabajar, no estar encerrados. Mexico es un ejemplo de que sin tanto encierro es posible controlar bastante bien la situacion.

  4. Fenomenal artículo Doctora.

    Y es que, el Sistema educativo en el Ecuador estaba colapsada desde antes de la covid-19»

    Recordar al tirano Gadafi que decía: Ya tenemos “educación de calidad” …. El “Buen vivir”

    Universidades creadas, desde donde despegan cohetes y naves a la Estación espacial Internacional”… C O RR U P C I ó N” total.

    Cuántos años atrasados a Dinamarca, Japón, Alemania, seguiremos en el subdesarrollo.

    Y !sigue la Impunidad!!, Imposible cambiar… lástima de Ecuador!!.

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