Horas antes de que termine el 2020, circulaba en redes sociales un meme en el que se preguntaba qué será lo que los chinos están comiendo por estos días pues de ello dependerá lo que le pueda suceder al mundo en 2021. Al igual que el meme, existe un consenso entre los especialistas y estudiosos de la geopolítica según el cual sin entender la China post pandemia es imposible hacer un pronóstico de lo que podría ocurrir en el mundo a partir del 2021.
Entre esos académicos está Rana Mitter quien está considerado como uno de los más profundos conocedores no solo de la política internacional de China sino de su cultura y de su historia. Precisamente, en un ensayo que publicó hace poco en Foreign Affairs, Mitter sostiene que para para poder saber qué hará China el año que comienza hay que tener en cuenta que ese país se mueve por intereses que van más allá del liderazgo de Xi Jinping o de la crisis provocada por la pandemia. Según Mitter, la mayor parte de especialistas occidentales caen en lecturas rígidas que son incapaces de abrazar todo lo que significa la emergencia china en el mundo.
El poder chino de hoy es una fuerza múltiple y dinámica en la que confluyen cuatro elementos esenciales que se relacionan entre sí: el autoritarismo, el consumismo, las ambiciones globales y la tecnología. Es lo que se llama el modelo ACGT y cuyo piloto es el Partido Comunista Chino. El PCC pretende este año y en los que están por venir, de acuerdo a la tesis, afianzar su control autoritario sobre la sociedad china, fomentar el consumismo en el país y en el extranjero, ampliar su influencia mundial y desarrollar y exportar la tecnología avanzada propia de China.
Desde la crisis financiera mundial de 2008, los líderes de China han mostrado su sistema autoritario de gobierno como un fin en sí mismo, no como un peldaño hacia un estado liberal. El PCC insiste en que se trata de un sistema basado en la meritocracia: el beneficio que la sociedad china obtiene de los líderes eficientes del partido compensa, a sus ojos, con creces la falta de participación popular o democracia en su selección. Al menos a corto plazo, la crisis de covid 19 ha fortalecido el autoritarismo en casa. A principios de 2020, China pregonó su supresión del virus en función de su sistema de gobierno de arriba hacia abajo y coercitivo.
Los líderes chinos han creído que para que la China sea un referente político mundial tenía que estar en el centro del escenario mundial. Para conseguir eso, tenía que convertirse en una potencia económica. Para eso, China ha tratado de impulsar el consumo de bienes materiales. Desde 1978, el PCC se ha esforzado en solventar uno de los defectos más notables de la Unión Soviética: la falta de atención a las necesidades y deseos de los consumidores domésticos. El aumento del nivel de vida ha fomentado la expectativa de que el PCC siga cumpliendo sus promesas económicas, incluso después de que la economía china se contrajera gravemente a principios de 2020.
Es en el ámbito de la tecnología donde China ha tomado realmente una nueva dirección en su compromiso global. La combinación del crecimiento económico y el gasto masivo en investigación en las dos últimas décadas ha creado uno de los entornos más innovadores del mundo. Las nuevas tecnologías desarrolladas por China impulsan al ejército del país y producen nuevos productos para los consumidores, al tiempo que contribuyen al establecimiento de un estado de vigilancia de grandes datos en todo el mundo.
Una historia aún más antigua sustenta el sentido del papel global de China, dice Mitter. Así, en los últimos años, influyentes estudiosos chinos, como Yan Xuetong y Bai Tongdong, han defendido una comprensión del orden internacional basada en las opiniones premodernas y confucianas. Los observadores occidentales a menudo interpretan el comportamiento de China en las relaciones internacionales como puramente realista. Pero el uso de la retórica que se basa en el pensamiento tradicional sugiere que China, como todos los Estados, preferiría que sus opciones se entendieran como morales y no sólo como realistas.
El manejo de la crisis de COVID-19 por parte de China ha molestado a muchos países que anteriormente habían estado cortejando a Beijing. A finales del decenio de 2010, China logró cierto éxito entre los países ricos al dotar a sus productos de consumo (como la enormemente popular aplicación TikTok) del tipo de glamour de alta tecnología que antes se asociaba con el Japón. Sin embargo, China adoptó un estilo de diplomacia muy polémico tras el estallido de la epidemia y, en el proceso, según Mitter, desvió la atención pública en Occidente hacia las posibilidades autoritarias de la tecnología china.
La nueva atención mundial sobre el autoritarismo de China complican los esfuerzos para proyectar su modelo en el extranjero. Se debe considerar, dice el ensayo, la lucha de China para conseguir que otros países importantes se comprometan firmemente a adoptar la tecnología 5G, desarrollada por el gigante chino de las telecomunicaciones Huawei. Algunos países del norte del mundo -Australia, Alemania, Japón, Nueva Zelanda y Estados Unidos- han dejado claro que no utilizarán la tecnología 5G de Huawei debido a la preocupación por la seguridad del equipo 5G y por estar asociados con el régimen autoritario de China.
Aún así, los países de gran parte de África, Sudamérica y el sudeste asiático se han mostrado más dispuestos a aceptar la 5G china, y sigue habiendo un gran grupo de países que podrían seguir aceptándola porque es barata y eficaz; para ellos, las ventajas económicas de adoptar la tecnología superan cualquier preocupación en materia de seguridad. Las implicaciones de ese bloque 5G son considerables, ya que Beijing tendría la capacidad de controlar un elemento clave en el desarrollo económico de muchos Estados, así como la posibilidad de acceder a enormes cantidades de datos.
No todo será fácil para que China pueda cumplir con sus anhelos. El ascenso de Joe Biden en los EEUU hará que inevitablemente se fortalezca la alianza entre ese país y Europa, dos bloques que no quieren que la China imponga sus reglas, al menos en zonas que consideran forman parte de su mundo, como América Latina. Según el Financial Times, esa alianza tendrá como uno de sus pilares a un acuerdo comercial transatlántico y otro para reducir el poder de las grandes empresas tecnológicas como Google, Amazon o Apple, pero también para protegerse de las pretensiones de dominio tecnológico que tienen los chinos. Una de las preocupaciones de EEUU y de Europa es el anuncio de China de llegar al 2025 con una absoluta soberanía tecnológica. De cierta forma, sostiene el Financial Times, el 2021 será el año en el que se consolide un mundo tripolar en el que China, EEUU y Europa traten de imponer sus reglas. La globalización no morirá, pero será mucho más limitada a la que se soñó construir durante los años 90 e inicios de los 2000.
Los chinos, sin duda querrán continuar haciendo negocios y exportando su modelo a América Latina aunque, según los pronósticos del Financial Times, lo hará con menor ímpetu ya que ahora se concentrará en su afán por dominar Asia pero sobre todo las zonas de influencia del Mar del Sur de China. El 2021 será el año de la lucha de América Latina para salir de la espantosa crisis económica en la que se encuentra y ahí surge una pregunta: ¿quién pondrá los recursos para su recuperación? EEUU tratará de hacerlo mediante el Fondo Monetario Internacional y China de sus préstamos bilaterales.
Los elementos clave, según Mitter, de la mezcla ideológica de China -marxismo-leninismo, pensamiento tradicional, analogía histórica y éxito económico- han eclipsado en gran medida el siempre limitado poder del liberalismo occidental para influir en la forma en que el PCC ve el mundo. Pero el futuro global de China depende de cómo puede recombinar con éxito los otros aspectos de su modelo de ACGT. Por el momento, su autoritarismo amenaza con limitar la capacidad de Beijing para crear una nueva forma plausible de orden global. Y es ahí donde la administración Biden tendrá que ver las oportunidades para retomar el liderazgo mundial que Trump abandonó. Precisamente en ese sánduche es donde, América Latina y el Ecuador, estarán en el 2021.
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