El año que terminó ha significado una dura prueba para la humanidad entera. La pandemia causó incontables estragos y nos sigue acechando por todos lados. En el mundo ha sido un reto nunca antes pensado en términos sanitarios y también democráticos.
Hemos tenido que generar resiliencia desde lo más profundo de nuestro ser y enfocarnos en resurgir desde las cenizas de nuestros muertos, de nuestros negocios y de nuestros trabajos. Todo esto sobre la base de la esperanza de tiempos mejores, aunque advertidos de que en este 2021, el peligro continúa.
Quienes enfocan su vida en la espiritualidad opinan que cada situación difícil en la vida de los seres humanos viene con un mensaje y una lección, y esta misiva del universo siempre se acompaña de simbolismos. Hemos pasado casi un año con mascarillas y, al parecer, seguiremos con ellas por un tiempo. ¿Y qué estamos cuidando? Pues según ciertos sabios nuestros ojos, nariz y boca de seguir contaminándonos de otras pandemias. Siendo así, conviene identificar de dónde vienen esos contagios de los que necesitamos cubrirnos.
Los ojos: quizás la humanidad estaba dejando de ver las cosas fundamentales y estuvimos muy ocupados de lo banal, distraídos con el brillo de las redes sociales. Los líderes políticos construyendo “imagen” para que otros los miren, en lugar de buscar soluciones para problemas mundiales y los gobiernos maquillando sus errores para vender productos comunicacionales que suban su aceptación. Con la llegada de la pandemia, nos hemos visto obligados a ver aquello que no queríamos: los ciudadanos a volver a prestar atención y mirarnos entre nosotros; los políticos a buscar cómo solucionar los problemas económicos y sociales que nos aquejan, y los gobiernos a asumir los errores de sus mediocres gestiones.
La nariz: el olfato es uno de los sentidos más finos porque nos conecta con muchos placeres como el de la comida, por ejemplo. Pero también nos sirve para desarrollar la intuición sobre muchas cosas. Pues parece que la humanidad estaba obviando ese sentido y, en lugar de confiar en la intuición que nos decía que cuidar el planeta, luchar por la equidad, aliviar la pobreza y cuidar por los que más lo necesitan debe ser una prioridad de sentido común, estábamos haciendo todo lo contrario: ciudadanos, políticos y gobernantes. Y hemos sido obligados a cubrirnos la nariz, quizás para desarrollar el olfato y caminar con más respeto y cautela en nuestro planeta.
La boca: lo que decimos y declaramos tiene una fuerza incontenible, porque no sólo manifiesta los deseos, sino que decreta decisiones y puntos de vista que dependiendo de quién vienen y hacia quién se dirigen, pueden ser sanadoras o letales. Con la boca y las palabras es precisamente desde donde también se puede hacer daño a la humanidad. Discursos polarizantes, frases anti derechos y diálogos violentos de gobernantes y políticos, han partido en dos a naciones enteras, volviendo irreconciliables los desacuerdos. Nuevamente, tal vez nos convenía mantener una moratoria de esas expresiones y, a punta de mascarillas, empezar a pensar bien antes de hablar.
Con esta reflexión, venida desde el espíritu, pensemos que el 2021 seguiremos con mascarillas. Que sirvan para cuidar todo aquello que con nuestros ojos físicos escogemos ver y aquello que creamos con nuestros ojos imaginarios.
Que en 2021 los ciudadanos podamos ver con ojos de sabiduría y entendimiento lo que necesita la democracia ecuatoriana. Que nuestro olfato no nos falle al momento de votar y logremos afinar nuestra intuición para escoger correctamente. Y que nuestra boca acepte ingerir solo alimento saludable para el cuerpo y el espíritu, y estemos siempre alertas para rechazar discursos mentirosos que nos pudieran confundir.
Con esta receta, bienvenido el 2021. Te recibimos con coraje, fuerza y entereza y prometemos cuidar Ojos, Nariz y Boca.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.