Un debate muy intenso se ha producido en los últimos días, a raíz de la suspensión de las cuentas en Facebook y Twitter del aún presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En realidad, se trata de un debate sordo que durante varios años se ha dado entre quienes sostienen que las plataformas deben ser reguladas por los estados y quienes sostienen la conveniencia de mantener la libertad propia de empresas privadas que prestan un servicio a terceros y dónde no debe haber injerencia gubernamental.
En la clausura del IGF (Internet Governance Forum) de Paris 2019, el ministro para Europa y de Asuntos Exteriores de Francia retrató el debate de esta forma: “No se trata de escoger entre China o California, sino de buscar un punto equilibrado para avanzar en la regulación de Internet”. El problema es que ese punto de equilibrio no se ha logrado de ninguna forma.
Las mismas regulaciones adoptadas por Francia y la Unión Europea en contra de la desinformación son problemáticas y han sido extensamente criticadas por significar severos riesgos para la libertad de expresión. Por no hablar del hecho de que un aporte de las cortes europeas ha sido el desarrollo del problemático y mal llamado “Derecho al Olvido” que significa dar de baja información en los buscadores cuando una persona se sienta perjudicada por lo que se cuenta de él, aunque sea un acusado de corrupción o de otros delitos. Un verdadero golpe al derecho ciudadano a recibir información de interés público.
El hecho es que, en ningún caso, se ha logrado llegar a una propuesta de equilibrio y menos a un consenso de regulación de Internet y en especial de las Redes Sociales. Los intentos de los estados han sido torpes en la mayoría de casos y en muchos otros, intentos claramente autoritarios.
Al otro lado, es inquietante y problemático que empresas privadas que han logrado un poder gigantesco a escala global se conviertan en árbitros de la verdad y la mentira y en jueces que castigan a usuarios por violación a reglas comunitarias que están en constante transformación en procedimientos que han sido cuestionados por falta de transparencia.
En este punto, llegamos la baja de cuentas de Trump por violar esas normas comunitarias y como medida preventiva para evitar más llamados a la violencia, tal como se vio en la nefasta jornada del 06 de enero con el asalto de una turba al Capitolio, en lo que ha sido calificado como una rebelión o un intento de golpe de Estado, por parte del mismo presidente.
Cómo vemos el tema no es sencillo. Las dos partes tienen buenos argumentos que se deben considerar, aunque el debate se ha planteado en términos equivocados, poniendo nombre y apellido. Los intentos de regulación llevan la marca de regulación contra o regulación a Facebook, Twitter, Google y sus derivados como Instagram o YouTube, entre otros.
Así quienes piden leyes y regulaciones lo hacen porque “se debe controlar el poder inmenso de las plataformas que supera al poder de muchos estados.” O porque las “plataformas actúan de forma poco transparente y arbitraria limitando la libertad de expresión de muchos usuarios sin que se sigan procesos claros, que incluya la oportunidad de la debida defensa.” La mayor parte de esas posiciones no toman en cuenta que en todo el mundo hay gobiernos con rasgos autoritarios dispuestos a utilizar esas regulaciones para hacerse con el control de la información y la opinión públicas.
El debate está un poco más allá y tiene más que ver con la tolerancia o no que se debe tener en sociedades democráticas a expresiones que están destinadas a minar esas mismas democracias. El problema no es que Twitter y Facebook den baja una cuenta o 70.000 cuentas, como se ha hecho con los seguidores de QAnon o con la “desaparición” en Internet de la red Parler, dónde suelen confluir los conspiranoicos de todo tipo desde los antivacunas a los terraplanistas y a los que creen en el robo de las elecciones estadounidenses.
El problema es que en las democracias actuales existen grupos políticos que utilizan como arma de lucha política las mentiras y la desinformación, que reclaman la protección de las instituciones democráticas (incluidas la libertad de expresión) para minar esas mismas instituciones.
En esas condiciones, la cuestión es, ¿cómo se hace en una democracia para proteger las libertades y las instituciones fundamentales y, al mismo tiempo, limitar el impacto de los grupos que quieren destruirla? ¿Censurando? ¿Imponiendo leyes? ¿Dando armas de control a gobiernos autoritarios? ¿Educando a la población en el uso de las herramientas digitales? Lo razonable parece ser lo último, pero pocos estados han apostado definitivamente por la alfabetización digital y muchos optan por el camino fácil: el control.
César Ricaurte es periodista y director de Fundamedios.
Bastante desinformado su artículo, tal vez porque no se consultan diferentes fuentes en inglés, sino que se ve solamente lo que editan cadenas como CNN que tenían un claro interés en arruinar la carrera política de DJTrump y silenciar de esta forma a las personas que no comulgan con ideas bastante extremistas, que representan el partido demócrata en EEUU.
Cuando DJT dice “to peacefully and patriotycally march to the Capitol”, cuando la incursión empezó antes de que el hombre siquiera acabara de hablar, cuando el FBI determinó que un grupo anarquista, no pro Trump planificó con mes y medio de anticipación el ataque, a usted le falta fuentes o le falta verdad.
Lo del Parler tiene un fin meramente económico, porque a usted le hace falta averiguar que era la app con más descargas en el último mes, y que tenía la proyección de superar a Twitter, así que lo más fácil era coludirse para sacarla del mercado y con la valiente excusa que el riot se organizó a través de esa plataforma cuando se comprobó que se organizó a través de FB. Pero la verdad no importa sino quien tiene el poder.
Qué bueno que usted sí esté bien informada.
Un caso interesante es Assange. Héroe para quienes defienden la libertad de expresión… hasta que se instaló en la embajada ecuatoriana en Londres, desde donde no solo defendió al gobierno autoritario y corrupto de Correa (oh, la ironía) sino que conspiró en contra de la democracia ecuatoriana.
Porque para controlar, necesitas unicamente policias en cada esquina. En cambio para educar necesitas muchas más instituciones que confluyan: familia, sociedad, estado.
Muy buen análisis César Ricaurte.
El problema es que dejar aparatos de control listos para ser usados es que un día llega alguien agradable que nos cae bien a todos porque habla como nos gustaría y una vez en el poder esta persona empieza a hacer la de Stalin pero con una sonrisa. Es realmente un peligro dar demasiado poder a quien sea por las razones que sean.