En el mundo gastronómico, existe un plato de sabor inigualable y cuyo origen y receta involucra al Argentina y a Italia: la milanesa. Su procedencia e historia es ampliamente discutida pero para los latinoamericanos, al menos, la receta emblemática de tan delicioso plato pertenece a Argentina.
Tanto se ha discutido sobre el origen de este platillo cuya receta “el secreto de la milanesa” ha pasado a formar parte del léxico porteño y latinoamericano, y es utilizado cuando se quiere expresar una realidad irrefutable sobre algún hecho o situación. De aquel que la tiene clara se dice que posee el secreto de la milanesa.
Este divertido término del glosario latinoamericano, y su intrínseca sabiduría popular, cae como anillo al dedo a propósito de la campaña electoral a la que estamos todos asistiendo.
Mientras transcurre el proceso de promoción de los candidatos y sus propuestas, muchas verdades irrefutables se han dejado ver; realidades que hacen pensar, como ecuatorianos, que se necesita urgentemente cambiar la forma de hacer política. Pues bien, la milanesa electoral ecuatoriana del 2021, que debía haber sido un plato contundente, por su contenido en argumentos y propuestas, está resultando un proceso insípido.
Si bien los temas centrales de los debates han sido propuestos con claridad en las preguntas planteadas, las respuestas han sido tan variadas como disonantes en su mayoría. Por lo tanto vale la pena ensayar un corto resumen de cómo ha ido hasta ahora en referencia a algunos aspectos planteados por los medios de comunicación en los debates y sus curiosas respuestas:
Respecto a la institucionalidad y corrupción, se escuchan propuestas de algunos candidatos que van desde llamar a una Consulta Popular para que el pueblo decida si quiere autonomía o no -se desconoce de qué pero así se lanzó la respuesta-, hasta que se gobernará con el ejemplo y se mejorará la conectividad: primera vez que se oye que la institucionalidad se mejora con esos aspectos. Y así por el estilo.
Cuando se pregunta sobre las relaciones internacionales y los derechos humanos, las respuestas de la mayoría se centran en hablar sobre la contaminación, la creación de más burocracia –no se entiende para qué– y la visión secular sobre los derechos sexuales. Solo un par de candidatos demuestran tener conocimiento de lo que son los acuerdos internacionales, su importancia y para qué sirven.
En lo que concierne la corrupción, desde un análisis objetivo, se han escuchado propuestas interesantes que demuestra que la situación actual en torno a ese fenómeno ha provocado pensar al país en una ruta de anticorrupción, y eso es bueno. No obstante, los mismos despistados de siempre han sorprendido con lugares comunes y reflexiones disonantes; al punto que a ratos se llega a dudar si la tesis de la escopolamina es verídica.
De 16 candidatos, la mayoría está naufragando a la deriva. Pocos tienen clara la película. Mientras tanto, parecería que los ciudadanos empiezan a tener claridad sobre verdades irrefutables:
- La dispersión daña a la democracia;
- El ego y el cálculo sigue siendo el motor principal de muchos actores;
- Hay candidatos que se presentan sin conocer los temas;
- Todavía se sigue pensando que en la gestión pública se puede improvisar;
- La violencia política sigue presente;
- Se sigue apostando al populismo clientelar para captar votos;
- Las mujeres siguen siendo minoría, etc. etc.
Sobre estas consideraciones y, ante el poco tiempo que queda a los ciudadanos, corresponde por responsabilidad hacer una valoración objetiva de lo que se está proponiendo. Hay que pesar las propuestas con un grano de sal para votar bien; sólo así se votará a conciencia y se podrá decir que se ha descubierto el secreto de esta milanesa.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.
Los debates fueron insípidos, pero muy provechosos. Permitieron conocer a los candidatos (muchos de ellos completamente desconocidos), sus ideas fundamentales, sus propuestas, su carácter y capacidad de liderazgo.
La principal conclusión de los debates fue que, en general, los candidatos coinciden en que el principal problema del Ecuador es el DESEMPLEO (sin duda tienen encuestas que lo demuestran).
En consecuencia, las propuesta de los candidatos están dirigidas principalmente a GENERAR EMPLEO: atraer inversión, flexibilizar leyes laborales, crear zonas francas, crear líneas de crédito preferencial, etc.
Hubo dos candidatos que se apartaron de esa línea. Arauz, quien no propone generar empleo sino regalar dinero a la gente. Y Montúfar, quien considera que el principal problema del Ecuador no es el desempleo sino la corrupción.
Asociado íntimamente al desempleo está el segundo mayor problema del Ecuador: la inseguridad, expresada en la explosión de la delincuencia, la violencia doméstica, y el crimen organizado. Ahí también surgieron diversas propuestas: leyes más drásticas, fortalecimiento de la policía y la función judicial, etc.
La corrupción, la institucionalidad, las relaciones internacionales, los derechos humanos, son aspectos secundarios para los votantes…. y para los candidatos.