/

Lecciones desde el altiplano

lectura de 6 minutos

Jeanine Áñez asumió la presidencia de Bolivia luego que el expresidente Evo Morales renunciare al cargo. Según el politólogo Carlos Sánchez Berzain, Áñez marcó su interinazgo bajo la premisa que “salió el dictador pero no la dictadura”. Mantuvo la estructura constitucional de la dictadura y los Poderes Legislativo y Judicial con los que cogobernó.

Durante su interinazgo, Áñez habría sido incapaz de generar las condiciones para precautelar la democracia y la libertad. Ya en el proceso electoral, en lugar de apoyar al opositor Carlos Mesa, se candidatizó a la presidencia, dividió al electorado y facilitó el triunfo de Luis Arce. Se unieron en tal empeño las candidaturas de Luis Fernando Camacho , Tuto Quiroga y otros.

Durante el proceso electoral, Áñez y el resto de candidatos argumentaron ESTAR CANSADOS DE LA FATAL DISYUNTIVA DE ELEGIR ENTRE LA DICTADURA Y LA DEMOCRACIA. No solo disputaron los votos de Mesa, sino que lo atacaron, que no tenía carisma se decía. Jamás sintieron la necesidad de unirse para apoyar a quien podía vencer al candidato de Morales. No fueron capaces de medir los riesgos para sí mismos.

Ganó Arce. Hoy, Bolivia es una dictadura castrochavista bajo la égida de Cuba, con el coro de Venezuela y Nicaragua, y el respaldo de Argentina. Quienes creyeron en la falacia de disfrazar la dictadura como democracia, sienten que la simulación ha terminado. Pues, ha retornado la persecución política judicializada para encarcelar, exiliar y garantizarse impunidad.

En Bolivia se violan los derechos humanos y las libertades fundamentales desde el poder, con leyes y jueces al servicio del régimen. No existe estado de derecho ni separación e independencia de poderes. Es un país con perseguidos y exiliados políticos. Según Sánchez, “Atribuir falsamente crímenes horrendos a opositores, líderes y ciudadanos a los que el régimen quiere anular o destruir, y utilizar jueces infames para procesarlos, encarcelarlos, obligarlos al exilio, liquidar sus economías y asesinarles la reputación, es un viejo y tenebroso mecanismo dictatorial utilizado en los socialismos del siglo XXI”.

Evo Morales regresó a Bolivia y en pocos días sus jueces infames lo liberaron de toda acusación, consagrando su impunidad. Morales ejerce como dictador en jefe. Necesita instituir la mentira del golpe de Estado de 2019 para retornar al poder. Ha roto los acuerdos y hoy persigue a sus opositores. Como parte de su venganza, Áñez está en la cárcel. Los bolivianos lamentan con dolor haber permitido el retorno del populismo autoritario.

En Ecuador, la primera vuelta electoral fue una reproducción de la miopía boliviana. Una atroz dispersión de candidatos, en su mayoría, enceguecidos por sus mezquinos intereses, sin el menor sentido de patria y real valoración del futuro de toda la sociedad, estuvieron a punto de dar la bienvenida a la dictadura populista. Que el candidato sustituto impuesto por el gobernante anterior no haya triunfado en la primera vuelta, quizá, es un halo de la divinidad.

En los albores de la segunda vuelta electoral, parece un lugar común escuchar que para definir el ganador, la búsqueda de votos y la elección del nuevo Presidente, la sociedad debe alejarse del cansancio de la retórica correísta y anticorreísta.  Hoy, Bolivia paga el alto precio de subestimar la disyuntiva entre dictadura populista y democracia.

Si el gobierno anterior encarna la violación de todo género de libertades, la persecución, el odio, el engaño, el ejercicio autoritario del poder, la apropiación de la justicia, la corrupción, la ominosa contraposición entre ricos y pobres. En alarde de un mínimo de racionalidad, no debe existir dilema alguno para rechazar con convicción el retorno de estos males al poder, vía un títere sustituto.

Tampoco debe existir dilema alguno, cuando este nocivo género de gobiernos, además de los estigmas mencionados, destruyen las economías y las cuentas públicas, son un óbice para las inversiones internas y externas, se niegan a comerciar con el resto del mundo, mantienen a los países en perpetuas crisis y subdesarrollo, masifican la pobreza para mantener cautivos ejércitos de pobres sometidos al ejercicio perpetuo del poder.

El Ecuador del futuro será producto de cuanto seamos capaces de aportar para edificarlo. El 11 de abril, en cada centro de votación se definirá nuestro destino y marcará un punto de inflexión en nuestra historia. La pandemia nos ha permitido valorar nuestras vidas y, se supone, las virtudes de una economía sana y cuentas fiscales vigorosas. Si el país decide inmolarse obnubilado por las sinrazones, serán profundos y dolorosos sus pesares y lamentaciones.

La tragedia de Bolivia y las reflexiones de cada ciudadano, deben conducirnos a optar por la democracia y las libertades como égidas de nuestras vidas. En la milenaria historia de la humanidad, son en extremo cortas las existencias de cada individuo. Las mismas en sus diversas etapas, jamás deben ser sometidas a la infame aniquilación de los populismos que destruyen la vida de las personas y sociedades. No hay mejor camino para la forja de la prosperidad, que un marco de libertades para crear,  emprender y vivir con dignidad.

Jaime Carrera es economista. 

2 Comments

  1. 👏👏👏👏👏 Fantástico cable a tierra. Ojalá el electorado ecuatoriano no tenga que lamentarse , como el boliviano, luego de la segunda vuelta.

Comments are closed.