En épocas de elecciones presidenciales, como en los últimos 40 años, son recurrentes estas demandas de la sociedad: empleo, productividad, competitividad, salud, educación, seguridad pública y social, vivienda, menos pobres y un amplio etcétera. En rigor, un país de jauja. Siempre se han pontificado derechos, nunca las obligaciones para satisfacerlos. Hoy estremecen las mismas actitudes, más, cuando la pandemia ha magnificado las fragilidades económicas y sociales del país.
Es frecuente demandar más dólares para salud y educación. Sin embargo, poco interesan las angustias fiscales. Está lejos investigar y entender, que se destinan $19.000 millones de dólares para estos sectores más FF AA, Policías, IESS, ISSFA, ISSPOL, GADs, bonos de los pobres. Mientras, los ingresos tributarios y petroleros apenas alcanzan los $16.000 millones. Con indolencia se mira para otro lado ante las medidas de ingresos necesarias para cubrir los $3.000 millones que faltan, valor mayor al incluir el resto del presupuesto estatal.
Municipios, Prefecturas y Juntas Parroquiales, enternecen a la sociedad con sus crónicas lamentaciones. No les entregan al día las transferencias. El Estado les debe millones desde hace años. Para ellos el elevado déficit fiscal es una ficción. Por tanto, los dólares surgen mágicamente agitando las callles.
Trabajadores, pensionados, empresarios, campesinos, hacen coro de la perpetua lamentación de las penurias del IESS. El Estado no entrega el 40 % para las pensiones. El Estado debe al IESS millones de dólares. No se pagan los bonos estatales a quienes se han jubilado. No obstante, para ellos el elevado déficit público es una invención neoliberal.
Más médicos, más profesores, más policías, más fiscales, reclama la sociedad. No alcanza a la comprensión de los demandantes que de los $9.000 millones de dólares que se pagan por sueldos en el presupuesto, el 80 % se destina a educación, salud, FF AA, Policía y Justicia; y, que tal monto no se puede sostener y alienta el elevado déficit público, que los sueldos absorben toda la recaudación del IVA e impuesto a la renta.
Los jóvenes, desempleados y subempleados reclaman trabajos decentes. Sin embargo, las centrales de trabajadores luchan con denuedo por los que ya trabajan. Unos y otros hacen gala de un supino desconocimiento de como funciona la economía. Demandan creación de empleos pero se oponen con empeño a cualquier medida que conduzca a la estabilidad fiscal y al crecimiento de la economía. Lanzan proyectiles al comercio internacional y al deterioro de la institucionalidad jurídica, económica y democrática. Poco les importa el riesgo país. Todos requisitos sin los cuales no habrá inversiones para crecer, generar empleos y reducir el número de pobres.
Casi la generalidad de políticos y asambleístas, prisioneros de sus particulares intereses y carencias, de sus visiones dogmáticas, se ufanan de defender al pueblo en sus demandas sociales, pero se oponen con vehemencia a las reformas económicas y fiscales que allanen el camino para el bienestar general. Ponderan la dolarización pero lanzan misiles en contra de la sostenibilidad fiscal y del entorno para atraer dólares. Si para atender de modo precario las funciones básicas de un Estado -educación, salud, seguridad pública, bienestar social y justicia, GADs-, faltan $3.000 millones, para aumentar tales demandas se requieren ingresos públicos aún más elevados. Para que las seguridades sociales y los GADs reciban a tiempo las transferencias del Estado, se requieren millones de dólares adicionales a los actuales ingresos públicos.
La creación de abundantes empleos y la reducción del ejército de pobres solo será posible con un boom de inversiones que hagan crecer la economía por encima del 5 por ciento durante muchos años. Con una producción por habitante de $500 al mes no se puede esperar vivir como Dinamarca, EE UU, Chile, Uruguay u otros países, en donde se produce 5.000, 4.000, 1.500, 1000 dólares al mes.
Para progresar el Ecuador tiene que institucionalizar la pedagogía del otro relato que prenda en la sociedad. El relato de asumir nuestras obligaciones como ciudadanos para exigir nuestros derechos. El relato de abrazar el orden fiscal como condición del futuro bienestar, en reemplazo del relajamiento fiscal que empobrece. El relato de cobijar la creación de riqueza como requisito para progresar, no su destrucción y oprobio para encontrar la igualdad en la pobreza generalizada. El relato de hacer parte de nuestras convicciones, que cualquier atención social del Estado e inversiones, siempre tiene que financiarse con los impuestos que paga la sociedad. El relato que la deuda pública no puede despilfarrarse en corrupción y contraerse para luego no pagarla. El relato que la total transparencia de la gestión pública es un derecho del pobre y del rico, en respuesta a cuanto entregamos al Estado.
El otro relato de la racionalidad económica, fiscal, social e institucional, es responsabilidad del gobierno del Estado, de las élites económicas y sociales, de los políticos, de los medios de comunicación y de todos quienes deseamos un país próspero en un entorno de libertades y democracia.
Jaime Carrera es economista.
Excelente análisis. Cocuerdo plenamente.
Estoy de acuerdo con lo que manifiesta en su artículo pedimos y pedimos sin ver que el país se encuentra en la banca rota y lo que nos toca es amarrarnos el cinturón ya que 14 años de robolución la corrupción impero en todos los niveles y en todas partes acabando con la pobre economía ecuatoriana.
Lamentablemente en la decada robada el pais se acostumbro a que muchas cosas sean gratis.
Correa (el asesor de Maduro) elimino la matricula diferenciada que existia en las universidades publicas, una de las cosas mas justas que se habian creado en este pais. La matricula diferenciada permitia que la mayoria estudiara gratis, pero muchos pagaban de acuerdo a su capacidad ecomomica. Correa, como su mentor Chavez, votaba dinero por todo lado, y aun le quedaba para robar (gracias a los altos precios de petroleo, porque esos vagos no saben nada de producir). Esta es la receta perfecta para la debacle economica. Gracias al dolar que nos salvamos de estar peor que Venezuela.
Si está de moda hoy que el gobierno sea el que se dedique a “rescatar la economía”, esto ya se está volviendo un mal internacional. La cuestión es que el gobierno es el que destruyó la economía, luego sale que el la puede salvar mediante keynesianismo puro y duro. La gente puede ser insensible a los déficits, a la deuda pública o a la emisión monetaria ya que tiene una mentalidad que tiende a lo imposible. Cree que todo se puede solucionar simplemente con la voluntad y de esa creencia irracional y completamente ficticia se valen los políticos para dar regalos con dinero ajeno. Primero hay que despertar del sueño del gasto infinito.
Importante y valioso análisis como siempre economista Carrera. Ojalá uno solo de los “elegidos” lo tomará en cuenta y actuará en consecuencia. Lamentablemente el país está conducido por auténticos delincuentes, los mismos que hacen del discurso una mera herramienta para llegar al poder. Y de parte de instituciones como el ejército no hay la más mínima corresponsabilidad, más bien igual que sus colegas políticos aprovechan su posición para sacar lo que mas avancen. Sin embargo también hay gente buena a la que le importa el país y el futuro. Por favor continúe con su valiosisimo trabajo hasta que un día logremos retomar el rumbo en nuestra querida patria.
Discrepo completamente del Ec. Carrera.
A nadie, en ninguna parte del mundo, le gusta pagar impuestos. Por algo se llaman “impuestos”: porque es una “imposición” del gobierno a los ciudadanos.
Durante milenios, la gente se ha resistido a pagar impuestos. En la época de Jesús, los judíos detestaban pagar impuetos a Roma (véase La Biblia, Mateo 22). En la edad media, los pobres odiaban los impuestos que estaban obligados a pagar a los señores feudales: la leyenda de Robin Hood es muy ilustrativa acerca de cómo el Sheriff de Nottingham extraía hasta el último centavo a la gente, en nombre del Príncipe Juan. La guerra de independencia de Estados Unidos tuvo su origen en una revuelta en contra de los impuestos que les cobraba el Rey George. Y así…
Por supuesto, los impuestos son necesarios para que funcionen los Estados. Para eso,las legislaturas dictan leyes. Los impuestos deben ser: 1) suficientes; 2) cobrables, 3) eficientes, 4) justos. Hay toda una ciencia al respecto. Hay maestrías y especializaciones.
Pero no siempre los Estados se financian mediante impuestos. En esta semana vimos la importancia que tiene el Canal de Suez para Egipto: el peaje que pagan los barcos suma billones de dólares al año. Lo mismo sucede en Panamá.
Los países petroleros de todo el mundo (Dubai, Qatar, Noruega, Rusia, Brasil, Bolivia), así como los países mineros (Chile, Perú, Australia) viven de la venta de esos recursos.
En Estados Unidos, el pequeño Estado de Delaware tiene la ventaja de estar ubicado entre Washington y New Yok. La principal autopista de la costa Este, la I-95, atraviesa Delaware. El peaje que pagan diariamente decenas de miles de vehículos financia buena parte del presupuesto estatal.
De esa manera, los gobiernos EVITAN cargar de impuestos a sus ciudadanos. Lo cual es bueno para los gobiernos y para los ciudadanos. Porque… cualquier político sabe que a nadie le gusta pagar impuestos.
Es responsabilidad de los intelectuales y de los políticos encontrar soluciones VIABLES que permitan financiar el funcionamiento del Estado, sin encender la mecha de nuevos estallidos sociales.