Hacia la una de la tarde, Jorge Yunda quiso retomar la iniciativa: “el dictamen del TCE no me impide el ejercicio de mi cargo” –escribió en su cuenta de twitter-, la justicia constitucional ratificó la violación de mis derechos y suspendió los efectos de un proceso viciado de remoción. Por lo tanto, seguiré en funciones hasta que la Corte Provincial se pronuncie”.
Algunos usuarios de twitter, en particular el constitucionalista Rafael Oyarte, le recordaron lo que se venía comentando en redes sociales días atrás: que la tesis de Yunda es una falacia porque la Acción de Protección no fue interpuesta ante la jueza María Belén Dominguez contra la remoción del Concejo sino contra una resolución de la Comisión de Mesa. El TCE en su fallo deja constancia de que la resolución del pleno del Concejo difiere de la la recomendación contenida en el Informe de la Comisión de Mesa. Dicho de otra manera, los abogados de Yunda cometieron un craso error estratégico y ahora el fallo de la jueza y el pronunciamiento de la Corte Provincial están desvinculados de la decisión del TCE que es definitiva e inapelable. Santiago Guarderas podrá posesionarse apenas se ejecutoríe esa sentencia.
EL TCE liquidó esta faena en 46 páginas que se resumen, en la página 39, en cinco líneas que, en sustancia, dicen: el Concejo Metropolitano cumplió con las formalidades y el procedimiento establecido en la Ley para conocer y resolver la remoción del Alcalde de Quito.
Aquí se puede leer la sentencia del TCE
En este fallo nada sorprende porque los argumentos esgrimidos por Yunda, para afirmar que el Concejo violentó algunos de sus derechos, atentaban contra el sentido común y el espíritu y la letra de la Constitución y de la Ley. Decir, por ejemplo, que para conocer y resolver la remoción del alcalde el número de integrantes del concejo debían ser 22 y no 21. Con esto Yunda pretendió afirmar que el número de votos necesarios para removerlo debió ser 15 y no 14. El TCE recuerda en su fallo, como todo el mundo sabía, que él, que era la autoridad denunciada, no podía participar en la tramitación de la denuncia en su contra.
Igual suerte corrieron los otros argumentos de Yunda, que eran absolutamente deleznables. Que el secretario titular del Concejo no estuvo presente en el trámite de su remoción. Que el concejal Mario Granda no firmó la delegación a su suplente Paulina Izurieta. Mario Granda estaba grave de Covid (aislado como mandan los protocolos de salud) y, tan era cierto, que lamentablemente falleció.
Yunda fue mal defendido porque era indefendible. Y porque, además, él, los concejales y la opinión sabían que las causas de su remoción ni de lejos fueron los cargos que le endosaron dos abogadas. Esa fue la puerta de salida de un berenjenal que estaba anunciado desde que Yunda presentó su candidatura: amigos del radiodifusor y periodistas que lo conocían bien dijeron que no terminaría su alcaldía. No lo dijeron pensando en que estaría envuelto en actos de corrupción. Aludían a la ausencia total de ejecutividad, a su facilidad congénita para escurrirse, para no encarar problemas y también al aburrimiento que le causa trabajar en forma sistemática. Y sobre todo a la falta de preparación para el cargo.
Yunda les dio con creces la razón. Estuvo 26 meses en la Alcaldía sin que los quiteños imaginaran siquiera si alguna vez pensó en un norte para la capital. Su trabajo se limitó a nombrar secretarios a quienes delegó todo, al punto de creer que no tenía que responder por sus actos. Su incompetencia solo puede ser equiparable a su osadía para hacer contratos chuecos con empresas de panas que ahora investiga la Fiscalía.
Escurridizo, ladino, mentiroso, Yunda administró la alcaldía como ha tratado sus negocios particulares: con familiares metidos en ella y tratando la cosa pública con total indelicadeza. El grillete que lleva puesto en un tobillo ilustra, por si hiciera falta, la tragedia que fue para Quito tenerlo como alcalde.
Yunda después de Mauricio Rodas: ese es el espejo en que se tienen que mirar los quiteños. Y ese es el pasivo que asumirá Santiago Guarderas. Ojalá también él haya aprendido y se redima: Yunda llegó a la Alcaldía con su ayuda.
Foto: Panas de Yunda.
Sorprende que en este país no haya cómo deshacerse de un funcionario por el simple hecho de que es incapaz. Si Yunda no hubiera sido deshonesto seguiría tranquilo en su silla estorbando al desarrollo de la ciudad y todos tranquilos. Sería una versión un poco tosca de Rodas.