Alexandra Vela, ministra de Gobierno, oficializó una de las decisiones políticas trascendentes de la administración de Guillermo Lasso: habrá este año una consulta popular.
El mensaje concierne, en primera instancia, a la Asamblea Nacional tradicionalmente entrampada en juegos populistas de suma cero para el país. Producto, sin duda, de un diseño político hecho desde la fragmentación política, que sirve a la fragmentación, la mantiene y genera inmovilismo e ingobernabilidad. Ese es el resultado, entre otras causas, de votar por los asambleístas en la primera vuelta. Y también de la forma cómo los políticos locales entienden y hacen política: sobre las cenizas de sus contrincantes.
El panorama para el actual gobierno es, por supuesto, complejo. Tiene una alianza con Pachakutik y la Izquierda Democrática que ya cuenta con certificado de defunción. La alianza sirvió para elegir presidenta del legislativo a Guadalupe Llori, a los miembros del CAL y de las comisiones. El gobierno en esa operación no aseguró ningún derrotero programático.
En los hechos, Pachakutik está más cerca de las tesis reaccionarias del correísmo y esa mayoría, que algunos exhortos ha juntado, no votará ninguno de los proyectos de ley que pueda impulsar el gobierno de Lasso. Los votos no existen para cambios fundamentales -por ejemplo en el campo laboral o la reforma del IESS- aún si se juntaran CREO, la ID, el PSC y los independientes.
Se trata, entonces, de un problema de votos pero, sobre todo, de un obstáculo irresoluble: hay una ideología que marca los espíritus y que la vieja izquierda, en la que se inscriben en particular el correísmo y Pachakutik, ha convertido en religión. Es absurdo, en el tema laboral por ejemplo, pretender mantener un código de trabajo que data de 1938. Resulta estrafalario que esos movimientos se muestren incapaces de asumir la realidad contemporánea y quieran procesarla con tesis que la tecnología, los estilos de vida y las visiones de las nuevas generaciones revelan obsoletas. El gobierno -cualquier gobierno que cuente con GPS- debe animar una ruptura cultural porque requiere adecuar los marcos legales al imperativo de facilitar la creación de empleo para 5,5 millones de ecuatorianos sin trabajo formal.
La vieja izquierda ha logrado posicionar un discurso absurdo que se nutre de los miedos de aquellos que tienen trabajo y quisieran que el mundo no mutara. Han logrado así hacer creer que modernización es sinónimo de pauperización, pérdida de derechos y despidos masivos. Otro término que han estigmatizado es flexibilización. Como si el problema estuviera en el lenguaje y no en las condiciones del mundo que obligan a los ciudadanos a encarar, desde nuevos conceptos -uno de ellos es la flexibilización- la construcción del presente y del futuro. El presidente Lasso no tiene que reformar el código laboral por ser conservador, liberal, neoliberal o lo que sea que se le endose. Lo tiene que hacer sencillamente porque él y los ciudadanos que viven en 2021 tienen que asumir el mundo tal y como es. No como fue consignado en un código hace 80 años.
En este contexto, la consulta popular tiene más que ver con un revolcón cultural que con el establecimiento de una ideología política. Y lo que es inaudito es que sea la sociedad la llamada a poner los relojes a la hora, cuando se supone que la política es visionaria. Otro ejemplo del atraso de la política sobre la agenda que anima la sociedad se puede ver en la minería. Es claro que no puede haber minería en fuentes de agua, pajonales, páramos etc. Cuidar la naturaleza; cuidar el agua es un imperativo contemporáneo. La salud de todos, como lo ha mostrado la pandemia, impone igualmente cambios fundamentales que tendrían que convertirse en mandato solidario expresado en las urnas.
El bloqueo político e institucional del Ecuador no depende de los votos: ahí se retrata. Depende sobre todo de visiones anticuadas que partidos y movimientos cultivan con fines populistas, y que han convertido en dogmas ideológicos y negocio electoral. Por eso la consulta popular anunciada se convierte en un reto: un salto cultural que implica para los demócratas ayudar a instalar a Ecuador, en forma decidida, en el siglo XXI.
Foto: Presidencia de la República.
La justicia está direccionada hacia el que más paga, la educación hacia el facilismo, los que tienen trabajo protegidos para ser indolentes. Hay que cambiar todo, cuidando que los empresarios tengan responsabilidad social.
Para que la Consulta Popular logre el objetivo de ubicar al Ecuador en el Siglo XXI , algo obvio y necesario , pero que desgraciadamente ciertos ” PROGRES ” jamás permitirán , deberá ser perfectamente diseñada y estructurada , para que los ciudadanos , no sus tutores , decidan sobre el país en el que quieren vivir y desarrollarse .
Como encaminar al Ecuador al progreso y desarrollo? y la respuesta es, hay que hacer todos los cambios necesarios que la modernidad exige, para lo cual es importante que los representantes de los trabajadores consulten en el internet, cuales son las profesiones del futuro, para aprendan que sus puestos de trabajo tarde o temprano tendrán un fin porque la robótica, la mecatrónica, la inteligencia artificial, la era digital, les dejará fuera de combate en el mercado laboral, y para que los cambios no sean drásticos, es necesario que estas transformaciones se vayan haciendo ya¡¡, justamente para dar oportunidad a los hijos, nietos de la clase laboral, y que puedan encarar el futuro. Ellos sostienen que sus “derechos se respeten”, y quien respeta a los adolescentes, a los jóvenes para tengan oportunidades en el plano laboral. Con este pensamiento caduco se alinean fuerzas como Pachakutik, Correistas, los unos porque no saben donde están parados y los otros porque están pensando en que el caos debe permanecer para que pueda regresar su adefesio de líder. Presidente Lasso, la consulta será respaldada por el pueblo porque no podemos estar al vaivén de estas fuerzas retardatarias que solo persiguen el beneficio de su bolsillo, y cumplen con la arenga de su legisladora “roben bien” .
Algunas veces parece que no hay rumbo en el país. Los defensores del pueblo ignoran la evidencia de países como Estonia, Dinamarca, Noruega o Singapur que teniendo mercados más flexibles nada tienen que ver con explotación y miseria al contrario de Venezuela o Argentina que tienen todas las leyes laborales habidas y por haber, siendo que en el último la gente prefiere trabajar en negro para incluso cobrar los bonos del estado. Como esos mismos defensores prefieren arrastrar empresas deficitarias y corruptas solo porque dicen que la privatización es mala ignorando la experiencia de Reino Unido o al menos teniendo en cuenta que el estado ecuatoriano es chiro. Luego sale el señor Quishpe o los correístas a apuntar la pistola para pedir recursos para financiar al estado quebrado y corrupto. Como la gente prefiere regulaciones estatales más férreas que solo fortalecen la presencia de ciertos jugadores en el mercado mientras destruyen al resto, en vez de pedir por mercados más libres. Incluso me dio risa que un supuesto economista, más bien economemista exdecano de la Católica haya salido a decir que la inversión extranjera podría tener como resultado otro feriado bancario. Me parece irónico que Correa haya dicho que Pachakutik iba a llevar al Ecuador al Tahuantinsuyo, la verdad es que ambos se están encargando de hacerlo con el poder que lograron captar. Todos son amigos del reparto, enemigos del comercio, pero eso si, “a Cuba la tienen bloqueada”. Todos estos son los que dicen que Bolivia es un modelo de algo pero que Chile ni Perú no lo fue. Que las AFP en Chile no servían pero que el IESS no está quebrado, es más, que estaba en plena salud. Al menos por parte del gobierno noto algún esfuerzo por cambiar la situación, claro pese a los mamertos traumados con el “neoliberalismo”. Espero que el ánimo no decaiga al final de los 4 años y que por ahora este tipo de cosas tengan resultados positivos y vayan dejando algún mensaje en la mafia correísta y sus aliados ideológicos.