Se han cumplido los cien días del nuevo régimen, y con ellos se viene la ineludible evaluación de su temprana gestión. Tradicionalmente se piensa que ese es el tiempo que toma, en teoría, a un gobierno entrante conocer a profundidad la situación administrativa-financiera del país que recibe y, en función de ello, aplicar los cambios necesarios que aseguren una transición ordenada y efectiva hacia la visión que acompañará el resto de los 4 años de mandato.
Pero estos cien días no han sido igual a las transiciones anteriores. Es la primera vez en la historia del Ecuador que un gobierno se estrena enfrentando una crisis como la que se vive y recibe un país atravesado por una Pandemia mundial de proporciones como la del COVID-19; con un paro económico brutal a causa del mismo virus, brechas sociales agravadas, un sistema de salud colapsado y una herencia oprobiosa de dos gestiones manchadas por la corrupción.
Si se quiere hacer un balance justo, corresponde entonces, partir de reconocer la realidad del país que dejaron y refrescar la memoria sobre el estado calamitoso en que quedaron las instituciones como, por ejemplo, la Contraloría y el sistema de salud. Sería bueno recordar que, justamente por eso, el pueblo en las urnas, eligió un modelo distinto que cambie esa fea realidad. Restaurar la institucionalidad democrática, reactivar la economía, y generar fuentes de trabajo, quizás son los nudos más críticos que tiene el gobierno en estos momentos.
La difícil gobernabilidad con la configuración de la Asamblea también torna compleja la tarea porque dificulta la toma de acciones urgentes como la creación de empleo, que requiere de una reforma laboral. Y la postura que han tomado los bloques de mayoría en el Legislativo, en ese y otros temas de interés nacional, constituye un obstáculo que impide hacer efectivo un cambio que le haría bien a todo el país y en especial a los jóvenes que no tienen oportunidades de trabajo.
No obstante, con todos estos aspectos en contra y, a pesar de ellos, el gobierno ha alcanzado logros significativos que por su propia naturaleza harán historia. Sin duda alguna, el éxito del plan 9/100 constituye el hito más importante en este tiempo de gestión.
Según cifras oficiales, un total de 17´248.842 de vacunas, entre primeras y segundas dosis, han sido aplicadas. Es decir, el 40,52% de la población ecuatoriana ya está vacunada y esas buenas noticias han merecido el reconocimiento inclusive en el mundo. Eso, de por sí, constituye un éxito de la gestión gubernamental, porque paralelamente, la economía ha empezado a reactivarse de a poco. El miedo de los ciudadanos a circular ha ido disminuyendo y eso ha hecho que los negocios y emprendimientos empiecen a moverse y la economía a dinamizarse. Los estudiantes están volviendo a las aulas y las oficinas empiezan a trabajar casi normalmente: todo esto, gracias al plan de vacunación. En esa línea, el apoyo e involucramiento del sector privado y la academia, en la ejecución del plan, ha enviado una señal poderosa de solidaridad, empatía y hermandad entre todos. Consecuentemente, la aceptación ciudadana ha alcanzado índices históricos y empieza a constituirse como el bien más preciado con el que cuenta el Ejecutivo.
Por otro lado, los esfuerzos del gobierno para buscar espacios de diálogo son notables y hoy, tal vez, no sean muy apreciados, pero en la medida en que las posiciones políticas hostiles se radicalicen, como parecería que sucederá, esa voluntad de conversar será valorada en su real dimensión.
Cien días y contando de un mandato que recién empieza y que ha logrado posicionarse con causas que son de todos: la lucha contra la corrupción, la equidad, la salud y el progreso. El reto que tiene por delante será sostener el respaldo ciudadano y no soltar la convicción que ha mantenido hasta ahora: en democracia los grandes cambios se logran sobre la base de acuerdos con todos.
Ruth Hidalgo es directora de Participación Ciudadana y decana de la Escuela de Ciencias Internacionales de la UDLA.