El tufo fascista de los jueces de Lasso

Los asambleístas correístas y de PK que presentaron ayer un bodrio por informe, contra Guillermo Lasso, no saben que están instalados en el mundo kafkiano que es, como dijo Kundera, la imagen del mundo totalitario. Al final de El Proceso, una de las obras icónicas de Franz Kafka, el lector entiende que el protagonista estaba condenado desde el momento mismo de iniciar el procedimiento. Y eso está contenido en la primera frase: “Alguien tenía que haber calumniado a Joseph K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo”. El proceso se inició antes de ser detenido.

En el caso de Lasso ocurre exactamente igual: en la resolución de la Asamblea Nacional del 7 de Octubre, se lee: “requerir a la Comisión Especializada Permanente de Garantías Constitucionales, efectúe la investigación correspondiente del caso denominado “Pandora Papers”, por ser un hecho de gran interés ciudadano que ha generado seria conmoción social (…)”. La “seria conmoción  social” se repite en los objetivos generales de esa Comisión y en sus objetivos específicos. En “el escenario social, político, institucional y mediático” del Ecuador derivado de las causas y consecuencias de la investigación de dicha Comisión. En las causales previstas por los estados de excepción identificados por la Corte Constitucional. En los “signos y síntomas que de manera concurrente y simultánea se encuentran en la realidad nacional y que fueron gravemente afectados luego de que se develaron las investigaciones de los “Pandora Papers”. lo repitieron tanto, que se lo creyeron.

¿Hay conmoción interna por los Pandora Papers? No. Ni la pudieron generar Leonidas Iza y los sindicalistas que sí hicieron esfuerzos, en vano. Pero ese es el motivo invocado para acusar a Lasso de “incumplimiento constitucional por grave crisis política y conmoción (…)”. Aquí, como en El Proceso de Kafka, nadie necesita probar nada. Se entiende que inmediatamente formulada, esta consideración no requiere ser demostrada. Es más: es un hecho, aunque no haya evidencia material. Lo mismo ocurre con los paraísos fiscales. La Comisión debía probar el vínculo efectivo de Lasso, una vez que inscribió su candidatura para la elección de 2021, con cuentas offshore. No lo hizo. Pero lo considera un hecho, aunque en el informe, que no contiene una sola prueba, solo figure como una posibilidad. No solo eso: en la primera recomendación se habla de “continuada violación del artículo 4 de la Ley del Pacto Ético”… Sin que haya evidencia alguna de lo que afirman. Se vuelve así a prácticas dignas de la inquisición. La acusación, demostrada o no, sella el destino del acusado. El resultado de la investigación sólo puede parecerse a la acusación que la propicia, se pruebe o no. Lo que la Comisión dijo desde el inicio es la verdad; nada puede contrariarla y solo eso puede ser verdad.

Correístas y asambleístas de Pachakutik siguen el patrón de los regímenes totalitarios y fascistas. La razón política se vuelve verdad indeclinable. Solzhenitsyn mostró en sus obras que los tribunales soviéticos nunca se equivocaban. Costa Gavras denunció en 1970, en su película “La Confesión”, las prácticas establecidas por el estalinismo en los países del Este. Artur London, viceministro de asuntos exteriores, fue acusado en los procesos de Praga de “conspirar contra el Estado”: fue detenido, torturado, condenado a cadena perpetua y luego rehabilitado. Nunca supo de qué lo acusaban y el juicio, en el cual fueron procesadas otras 13 personas, de las cuales 11 fueron condenadas a muerte, mostró las técnicas del estalinismo para que los acusados se auto incriminaran.

Esa es la posibilidad que la Comisión ofrece ahora a Guillermo Lasso en su informe que debe ser aprobado por el pleno. Que vaya a la Asamblea a confesar lo que ellos quieren oír y fueron incapaces de probar.  Que vaya a ser objeto de una metamorfosis tal y como Kafka describió a K: convertirlo en lo que la Comisión da por sentado que él es, aunque nada haya demostrado. Ese es el daño irremediables que esos seis asambleístas correístas y de PK han hecho a la democracia. Instalar en la práctica política un sistema para metamorfosear a sus adversarios; en este caso a Lasso: cubrirlo de mentiras, insinuaciones, medidas verdades, sospechas que se dejan flotando… sin importar si las prueban o no. El resultado es que, aún en el caso de que el investigado resulte inocente, no sea absuelto, salga manchado, muerto civilmente o destituido de la Presidencia de la República. Además, destruir su vida privada. Por eso quieren que cuente todos sus secretos, aunque mucho de lo que sueñan preguntar, sea ajeno a la investigación que ya concluyó y que ahora quieren que el pleno haga en una sesión. El mensaje es claro: Lasso (pero puede ser cualquier ciudadano) debe ser culpable por las buenas o a la brava. Eso lo determinan ellos; no los hechos.

Así en Ecuador, los adoradores del totalitarismo, correístas y de PK, intentan un golpe de Estado recurriendo a prácticas medievales: quieren que la carga de la inocencia -aunque ellos no demuestren delito o irregularidad alguna- recaiga sobre el condenado. Y que, como en el medievo o en los regímenes totalitarios y fascistas, sus víctimas se sometan ante pruebas no racionales que desembocan, como no puede ser de otra manera, en su condena.

El reto de la Asamblea es ese: evitar que esos totalitarios devuelvan al país siglos atrás. Eso es lo que está en juego con ese bodrio que parieron y que quieren que los demócratas avalen como un gran informe. Impresentables.

Foto: Asamblea Nacional.