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Los asambleístas se lavan entre ellos las manos

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Uno de los dramas de los asambleístas es no medir la repulsión que sus acciones causan en la ciudadanía. Supuestamente la conocen. Todos leen sondeos que, por inciertos que sean, coinciden en que su nivel de impopularidad bordea el 90%. Pero cada bancada está convencida de que su catarsis consiste en endosar las culpas a sus vecinos. O a Guadalupe Llori, la presidenta, que decidió prolongar su agonía recurriendo a los jueces y, de paso, complicar el juego del correísmo y el nebotismo, cuyo plazo para meter mano al Cpccs se ha extendido.

Da ternura -para mantenerse en los límites del decoro- el desfile compungido de asambleístas ante los medios de comunicación. Impresiona su espíritu patriótico, su afán por trabajar, su sentido de la responsabilidad. Jorge Abedrabbo, Virgilio Saquicela, Paola Cabezas, Marlon Cadena (la lista es generosa), se quejaron amargamente de la señora Llori. Con aire de “créanme-no-sean-malitos”, dijeron a televidentes y oyentes la preocupación que les asiste de estar devengando sin trabajar; de no poder tratar leyes que -recién descubren- calzan con las preocupaciones de los ecuatorianos. Ellos son héroes ignorados.

De golpe y porrazo, ellos revelaron la causa profunda por la cual la Asamblea es hoy un repelente para el país: Guadalupe Llori. Lo dijeron al unísono. Hubo otros asambleístas, con rostro amable y sonrisa adiestrada que, con pausa y urbanidad, como no puede ser de otra manera, extendieron la culpa también al gobierno: Marjorie Chávez, del PSC, por ejemplo. Ella fue a Teleamazonas a decir aquello. Y lo dejó establecido. Como si nadie supiera que el oficialismo perdió hace tiempo la iniciativa en ese poder.

Parcos y primarios como Saquicela, o parlanchines como Cabezas, los asambleístas dijeron, como si alguien dudara, que todo lo que sucede en el hemiciclo parlamentario es vital -en grado superlativo- para el país. Que el artículo, que el inciso, que el reglamento… Y hubo incluso algunos, como los correístas que solaparon todos los recursos que interpuso Jorge Yunda ante los jueces, que ahora se quejan de que Llori extienda el desenlace que ellos y los nebotistas quisieran procesar en olla de presión.

¡Qué farsa! Y esa gran farsa los cobija y los atrapa a todos. Saben que se encuentran en un territorio propio, reservado, donde se lleva a cabo, en este momento, una lucha feroz por parcelas de poder. Los ocupa aquello; no los proyectos de ley enviados por el Ejecutivo que siguen archivados. Los mueve la reconformación del rompecabezas político; unos arrastrados por su inercia; otros por cálculos tácticos.

Verlos en acción es un espectáculo. Saquicela luce desaforado; fuera de calendario. Desde hace semanas se ve sentado en la Presidencia de la Asamblea y ese antojo no se le cumple: eso lo vuelve más arrogante y más angurriento. Él es el perfecto arribista que conviene a correístas y nebotistas que quieren las herramientas de poder de la Asamblea, pero no su representación que es costosa ante la opinión por su nivel de desprestigio.

Pachakutik, sin Llori, no quiere saber nada de cargos en esa Asamblea. El anuncio, hecho por Marlon Santi y ratificado en un comunicado, hace que Pachakutik sea la primera fuerza política -tras esta crisis de la cual sale debilitado y dividido- que patea el balón para las seccionales.

La ID, en cambio, está en su salsa. Cambiar a Llori y poner a Saquicela era su billete ganador, porque le permite capturar la primera vicepresidencia de la Asamblea y conservar dos puestos en el CAL. Seguramente eso sustenta las intervenciones destempladas de Johanna Moreira en las cuales repite, como si se lo creyera, que los jóvenes como ella -porque habla sin parar de ella- llegaron a hacer una nueva política en la Asamblea.

El oficialismo está operando un viraje estratégico, tras comprobar -ahora sí en forma definitiva- que el número de votos no alcanza para incidir en la agenda de la Asamblea. No apoyará más a Llori, aunque sus movidas jurídicas le ayudan a ganar tiempo. El presidente, por su lado, levantó un muro de Berlín entre él y la Asamblea, y su bancada legislativa expulsó a Saquicela por desleal y prepotente. Así Lasso evita, si Saquicela reemplazara a Llori en unas semanas, el costo que implica que un aliado tumbe a una ex aliada y presida el poder más impopular del país.

Lasso ha dejado de cargar a cuestas la Asamblea. En ese punto -y si no hay acuerdo con el correísmo- dejó solo a Francisco Jiménez, quien sigue haciendo declaraciones eufóricas sobre la posibilidad de llegar a acuerdos con las 5 bancadas…
Nadie quiere esta Asamblea. Salvo sus asambleístas que juran que el país se desvive por lo que ellos hacen en ese manicomio.

Foto: diario El Universo

25 Comments

  1. Desde mi punto de vista por lo que he visto creo que la Asamblea en nuestro país es una lástima ya que existe mucha gente que la confirma y no está debidamente preparada para estar en un puesto como es la Asamblea, ya que algunos de los «asambleístas» están en ese puesto por palancas o por algún otro motivo menos por su debía preparación para ese puesto y esto es una lástima ya que nos hace ver como un país muy pobre políticamente. Aparte varios de estos asambleístas son los que impiden al actial gobierno que logre realizar su trabajo para el crecimiento de nuestro país

  2. Cada día le asamblea se cae a pedazos y se ha convertido en una vergüenza para el país y esto se debe a que las personas que estan allí no estan capacitadas ya que muchos de ellos lo lograron por palancas.

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