Cynthia Viteri no puede quejarse. Ayer dio de qué hablar en redes sociales donde funge, según los días, de mujer maravilla, Lady Gangstar o Top Gun. Ayer algunos la confundieron con la directora de algún tráiler criollo y muy socialcristiano que les hizo pensar en la saga Mad Max de George Miller: la caravana de camionetas negras de Guayaquil, entrando a Quito, sirenas encendidas y policías, tipo Alex James Murphy, de pie en sus baldes. Esos son sus roboCops y ella los quiso exhibir.
Que la alcaldesa de Guayaquil no esté en sus cabales no parece sorprender a la prensa en general. Solo las redes lo dicen, haciendo honor a esa desfachatez cruda que las caracteriza y que hay que celebrar. Algunos con humor pedían a la delincuencia de Guayaquil que hagan el favor de tomarse un día de vacaciones porque Viteri, tan preocupada por la inseguridad en su ciudad, tiene grandes ideas para combatirla: una es, por ejemplo, dejarla con menos guardias y menos camionetas. Al fin y al cabo ella es la alcaldesa y los necesitaba en el show que vino a hacer a Quito para demostrar a Guillermo Lasso, el presidente, que ella sí sabe. Y él no. ¿Inverosímil? !Qué importa! Para hacer el ridículo, ella agravó la inseguridad en su ciudad y malgastó el presupuesto. Que se entienda: ella es la mujer maravilla. Una mujer poderosa que hace lo que le da la gana.
Viteri no solo desafía el sentido común: ella prueba que lo ridículo no mata. Ella vive en una película de ficción en la cual cree que el libreto que le diseñó el troll que sirvió a Correa es real. Ella sabe qué hacer con la delincuencia, con las bandas, con los narcos. Lo sabe porque Bukele lo ha hecho. Y ella lo imita. Lleva, por ejemplo, gafas negras. Y como Bukele, ella provoca golpes de efecto. De eso depende políticamente. Pero ella no es Bukele. De seguridad nada sabe. Y tampoco cómo combatir bandas o narcos. Da vergüenza ajena.
En su caso, la política dejó de ser un ejercicio de lo posible, un diálogo entre la realidad y la posibilidad de cambiarla. Viteri es un libreto y, más que un libreto, es una pose: la mezcla tóxica de mujer maravilla y adolescente insufrible. Una mujer de 57 años metida en la sicología del enfant terrible, insoportable y caprichosa, que desafía la autoridad, tiene brincos de humor impredecibles y asume nuevas adiciones.
Los cambios los ha operado hasta en su cuerpo, en su forma de vestir, en los tatuajes que ha incorporado. Ella cambia para parecerse a la idea que se hace de sí. Para habitar el cuerpo físico y político que le están fabricando. Antes quería parecerse a Nebot. Después no. Ahora a Bukele. En esa mutación a la carta, la única certeza que aflora es que manda y después piensa. Ordena bloquear la pista con autos para impedir que dos aviones aterricen porque se le ocurre que así no habría más contagios. Un acto de supuesta responsabilidad para ella, no fue más que un papelón triste para el mundo. Y la prensa española, en particular, se encargó de ponerlo en escena.
Lo mismo ha hecho con diario Expreso. Seguidores suyos han ido a manifestar a su sede por los artículos que dan cuenta del estado en que se halla realmente Guayaquil. O de los escándalos de corrupción, contratos a precios absurdos o manejos amañados que desembocan en que su ex esposo -y quizá ella de paso- resulta beneficiado con decisiones del Municipio. Es decir, de ella. Y por supuesto están sus actos de populismo ramplón. Todo con plata pública. Para inducir votos a favor de la mujer maravilla que está en afiches y en fotos por todos lados. Ella se ama Cynthia Viteri. Ella no rehúsa verse multiplicada, diciendo cosas bonitas de ella, en la publicidad pagada por los guayaquileños.
Esa Cynthia Viteri, real y desquiciada, narcisa y manipuladora, no existe para ella. Es creación de la prensa. Maledicencia pura. Ataque vil de envidiosos y periodistas pagados que quieren hacerle sombra porque entienden que están ante un fenómeno político inusual. Y no la toleran.
Verla en Quito, a la cabeza de un comando de camionetas de la ATM y de la Policía de Guayaquil, es dantesco: es entender que la política populista es el mejor sinónimo de la desvergüenza. Y que si Maduro puede hablar con los pajaritos, Viteri puede hacer cualquier cosa para seguir en la Alcaldía de Guayaquil. Y allí seguir haciendo cualquier cosa. Ya no importa si está totalmente chalada. O si solo aparenta.
Foto: Alcaldía de Guayaquil.
Ya lo han dicho todo, este tipo de políticos le hacen mucho daño a una ciudad, que en los eventos cívicos se la maquilla, pero el pueblo pueblo sabe que no se los atiende, ni siquiera con lo básico que es el alcantarillado, el agua potable y las vías decentes de acceso
Mas que chalada y ridiculesas, es la desverguenza de un aborto politico entre matraca y atraca para mas 3 millones de ecuatorianos que vivimos en Guayaquil., que se puede esperar de la fiel representante de las bandas delicuenciales y encorbatadas que azotan a la patria, estamos hastiados de tantos latrocinios disfrazados de falsos liderasgos en la que la danza de los millones hacen del festin de la patria un homenaje a la corrupcion politica.
Con el cuento de equidad genero una mas del monton….la politica dejo de ser un arte hace decadas..ahora son payasos y payasas..