Contrariando lo que repiten los medios y gran parte del establecimiento, hay una tesis que ha cogido mucha fuerza entre académicos especializados en geopolítica: China ya no es una potencia en ascenso sino que ha empezado a decaer. Además, esa decadencia no es necesariamente una buena noticia para Occidente y su contradictor, EEUU, sino un peligro muy grande.
Tras esta tesis están mentes tan lúcidas como la del escritor y economista turco de MIT, Daron Acemoglu -autor del histórico éxito editorial “Por qué los países fracasan”- y el experto Dan Blumenthal. Además de otros como Michael Bentley, Jude Blaqnchette, Hal Brands, Robert Kaplan, Susan Shirk y Fareed Zakaria.
Con sus matices, todos sostienen que el modelo político, basado en el autoritarismo brutal que el actual presidente Xi Jinping dejó atornillado en 2022, destruirá los factores que estaban llevando a la China al desarrollo y la prosperidad, con tasas de crecimiento anual de alrededor del 10% anual.
Si China creció entre 1978 y 2014 , sostiene esta visión, es por un proceso de liberalización de su modelo político y por la brutal inversión extranjera que disparó su innovación tecnológica. Esa expansión de las libertades ha terminado con Jinping y lo que ocurrió durante el Congreso del Partido Comunista, donde cimentó su dominio absoluto y consolidó su modelo de Estado hiper autoritario, es la señal más clara de que ese período terminó.
Desde que asumió el poder en 2012, Jinping, en su afán de poder personal, ha desmantelado sistemáticamente casi todas las reformas que se montaron para borrar la huella de Mao Zedong y así evitar lo que Francis Fukuyama denominó el problema del “mal emperador”. Jinping consolidó el poder en sus manos y eliminó los incentivos burocráticos para decir la verdad y lograr resultados satisfactorios, sustituyéndolos por un sistema que sólo premia la lealtad. Mientras tanto, impuso nuevas leyes de seguridad draconianas y un sistema de vigilancia de alta tecnología, aplastó las organizaciones no gubernamentales independientes y aisló a China de las ideas extranjeras. En el último año, también lanzó una guerra contra los multimillonarios de China, golpeó a sus empresas tecnológicas estrella y aumentó el poder y la financiación de las ineficaces y poco rentables empresas estatales del país.
El reciente congreso del partido fue la cereza del pastel: Xi Jinping lo aprovechó para humillar a Hu, su predecesor y último dirigente chino elegido por Deng Xia Ping, quien inició las reformas post Mao Zedong. Esa fue la coronación de Xi como el último Emperador Malo de China, según Jonathan Tepperman.
El daño que ha causado Xi está empezando a notarse: la economía china se ha desmoronado y su estrategia cero-COVID (más de 313 millones de personas se encontraban recientemente bajo algún tipo de bloqueo) ha sido un desastre apocalíptico. Los días del 10% de crecimiento anual del PIB han quedado atrás; aunque el gobierno prevé que China alcance el 5,5% este año, los analistas serios creen que tendrá suerte si llega a la mitad de esa cifra. El valor del yuan alcanzó recientemente su nivel más bajo en 14 años, y las ventas al por menor, los beneficios empresariales, la producción industrial y la inversión inmobiliaria cayeron en picada. Mientras tanto, el desempleo se disparó, alcanzando el 20% entre los jóvenes. Los datos muestran que el país está sufriendo una fuga masiva de cerebros a medida que los señores de la tecnología, otros multimillonarios y profesionales de clase media se apresuran a marcharse.
En esas condiciones, China se estanca y es cada vez más improbable que supere a EEUU como la mayor economía del mundo. El nivel de vida nacional puede estancarse o caer. Y la reducción de los presupuestos y la incompetencia burocrática dificultará a Pekín hacer frente a sus numerosas y peligrosas condiciones preexistentes: un rápido envejecimiento de la población, una enorme carga de deuda, una grave escasez de recursos naturales (incluida la energía y el agua potable) y un sector inmobiliario salvajemente recalentado, cuyo fracaso podría arrastrar a toda la economía: los hogares chinos tienen más de dos tercios de sus ahorros invertidos en propiedades.
Según Acemoglu, uno de los problemas que tiene China es propio de todo autoritarismo: el dictador se rodea de gente que no le dice la verdad. Un funcionario del Departamento de Estado advirtió incluso que muchas veces las comunicaciones que le envían no le llegan porque sus funcionarios temen incomodarlo.
La decadencia de China puede ser deseada por los halcones de Washington, pero académicos como Tepperman advierten que esa posibilidad podría ser terrible para los EEUU y para Occidente. Una desaceleración y mucho peor un colapso de la economía china puede ser bonito desde el punto de vista geopolítico, pero un desastre para la economía global.
Foto: CC-BY-SA
Como gobierno socialista espero mucho que cambie, pero dudo mucho que ese colapso sea tan catastrófico, al menos no a largo plazo.
Estimado señor Pallares, esto es otro ejemplo de que:
EL SOCIALISMO NO SOLO NO FUNCIONA POR SUS CARACTERÍSTICAS, SINO POR SU LIDERAZGO: Si revisamos la historia de todos los gobiernos socialistas, siempre pasa, que a más de no entender de economía, la única forma de liderazgo que conocen es la dictadura, pues es la única manera que tienen de imponer sus ideas, cuando sus estrategias económicas comienzan a naufragar. La libertad económica y el resto de libertades, son la única manera real en la que las sociedades pueden avanzar. Cuando esto no existe, los problemas se multiplican.
LOS GRANDES INVERSIONISTAS YA COMENZARON A IRSE DESDE ANTES: En realidad, muchas multinacionales ya comenzaron a buscar donde relocalizar sus fábricas, desde antes del COVID, porque era evidente que la economía estaba siendo mal manejada, y, las actitudes de Xi Jinping, hacían prever que iba a ver un sin fin de problemas: restricciones, controles, irrespeto de propiedad intelectual, etc. La crisis del COVID, solo acentúo el éxodo. Por ejemplo, Apple esta produciendo algunos de sus productos en India, y, a partir de 2023 también lo va a realizar en Vietnam. Incluso, se está construyendo una fábrica de micro procesadores de uno de sus proveedores en Estados Unidos. Parece que la mayor parte de fabricantes, van a dejar en China, las fabricas que requieren para cubrir el gigante mercado chino. La producción para el resto del mundo, se realizará en otros países. Esto podría ser un oportunidad para países como el nuestro.
CHINA ES CHINA: La historia nos ha demostrado que el pueblo chino siempre fue dirigido por un emperador, que asesorado por los sacerdotes confucionistas, siempre fomentaba el aislacionismo. Incluso después de los 7 viajes del explorador Zhen He, que se dice, comando una de las flotas marítimas más grandes del mundo, realizando múltiples acuerdos comerciales, que mejoraron la economía, la tendencia de los emperadores chinos fue la de aislar a China del mundo. China nunca tuvo un afán expansionista, colonialista, o, imperialista. Tal vez por eso, a pesar a haber inventando la pólvora y armas que la usaban, nunca usaron estas armas para conquistar otros países fuera de su ubicación o continentes, como si lo hicieron los europeos. Increíblemente, Xi Jinping, no se esta comportando como un líder moderno, sino como una especie de emperador con aires de Mao Tse Tung, el primer líder comunista de China. El que haya tenido que dejar atrás su política de COVID cero, por las protestas del pueblo, demuestran, que su estrategia esta comenzando a tener problemas. El fracaso de la aventura de Putin en Ucrania, también le debe tener preocupado. En la práctica, en el mediano plazo, es probable que el mayor problema con China, sean sus propios ciudadanos: tal vez busquen un rumbo diferente. El rearme chino, pensado en Taiwan, tal vez estaba pensando realmente en contener a su pueblo.