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El país no está polarizado, como dice Hervas

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Xavier Hervas, que al parecer no ha abandonado la política, habla de poner fin a la polarización. Hervas, que fue candidato a la presidencia de la República por la ID y en agosto pasado se desafilió de ese partido, no dice de qué polarización se trata. Él es un político curioso. De esos que cree que nombrar un tema equivale a explicarlo. O decir que votar “con conciencia” es señalar un rumbo. Así son los líderes que corren tras sus huestes.

Si el país estuviera polarizado, tendría dos polos entre los cuales se podrían zanjar sus divergencias. Eso no es cierto. Este es un país fragmentado y dividido políticamente en forma exponencial. Hay 272 partidos y movimientos y los principales están fracturados. Xavier Hervas haría, entonces, un gran servicio si dijera a qué polarización se refiere cuando llama a los electores a no caer en esa trampa.  ¿Izquierda y derecha? ¿Autoritarios versus demócratas? ¿Ricos y pobres? ¿Gente decente versus corruptos? ¿Pronarcos y antinarcos? ¿Republicanos versus comunistas fanáticos de la dictadura del proletariado? ¿Progresistas y conservadores? ¿A qué se refiere?

Hablar de polarización, frente a la anarquía conceptual y política instalada, representaría un avance. Poder hablar, por ejemplo, de bloques que comparten, a grandes rasgos, visiones del Estado y de la sociedad. Por ejemplo hubo en la sociología política del país posibilidad de hablar de una centro-izquierda y una centro-derecha. En este momento esa catalogación resulta si no imposible, muy compleja para que calce, con sus presupuestos conceptuales y políticos, en la realidad.

Basta ver la campaña electoral para deducir que, actualmente, las divergencias y las coincidencias nada tienen que ver con los clivajes políticos y las definiciones de tipo conceptual o doctrinario: tienen que ver con incentivos tácticos en la captura y gestión de espacios de poder, prebendas burocráticas y económicas e incluso urgencias de carácter judicial. Aquí, lejos de hablar de polarización, cabría hablar de verdaderas fanescas; dables y exitosas solamente en la gastronomía ecuatoriana.

Es claro que las viejas líneas ideológicas ya no sirven para dividir los campos políticos. Es claro que hay temas que se han convertido, en las democracias más maduras, en patrimonio de todos los demócratas. El respeto de los derechos humanos es el primero y apareció a finales de los años setenta con una visita histórica: dos intelectuales en absoluta contienda ideológica, Raymond Aron y Jean Paul Sartre, fueron al Elíseo a pedir al presidente Valéry Giscard D´Estaing que Francia defendiera y rescatara en el mar a los boat people que escapaban del comunismo en Vietnam. En Ecuador, ese tema -el respeto de la vida por encima de la lucha ideológica- ni siquiera hace parte de la doctrina de la mal llamada izquierda.

A su vez, la defensa de democracia formal, la lucha contra la dictadura y el autoritarismo, la defensa de la sociedad liberal y de libre mercado, deberían hacer parte de la cultura de la centro derecha. No es el caso. Jaime Nebot y su partido, que juran defender esos postulados, hacen buenas migas con Rafael Correa y Leonidas Iza. Correa ya mostró su particular forma de entender y practicar la democracia y el dirigente indígena ha escrito que él no cree en el sistema democrático y quiere instalar aquí el comunismo indoamericano. Algo ya dejó ver de sus convicciones y de las formas de imponerlas durante los 18 días de paro, violencia y terror en junio pasado.

No solo no hay polarización, como dice sin explicar Xavier Hervas, sino que las alianzas se hacen mofándose de lo que, hasta hace unos años, eran líneas ideológicas indeclinables en el país. Es peor. La defensa de valores -decencia, delicadeza en el manejo del erario, respeto a la legalidad…- tampoco polariza la sociedad política. Robar, violentar la ley y ser aliado o cómplice de los narcos no tiene bandera política. A Nebot no le preocupa -no lo ha dicho- que Correa e Iza sean, en los hechos, abogados del narcotráfico.

No caer en la polarización, dice Xavier Hervas. Se equivoca: parte de la cura que requiere Ecuador es, precisamente, que los políticos se definan. Y que operen en función de convicciones. No es lo mismo ser demócrata, decente, amigo de los derechos humanos y contrario al narcotráfico, que autoritario, corrupto, perseguidor de sus críticos y cómplice o aliado de los narcos.
Xavier Hervas haría bien en decir desde dónde habla.

Foto: diario Expreso.

1 Comment

  1. Estar polarizados no significa que existan dos polos. Hay innegables controversias entre el poder y la oposición. El primero tratando de reflotar al país de un caos administrativo y la otra, intentando borrar sus delitos y lograr los objetivos del castro-chavismo. Es como una cuerda que se tensa y que puede romperse con un país en medio. En esa pugna, un gobierno sin afán de confrontación hala una cuerda solo, mientras en el otro extremo, se mezclan la corrupción con la ambición política y los intereses personales. La otra cuerda en tensión es la la organización civilizada y legalmente constituida, ante la horda indígena, que de consolidar el falso liderazgo y generalizar el caos polarizaría una pugna descontrolada y nefasta. Una pugna que se va convirtiendo en lucha racial y defensa del espacio habitable. Otra polarización se constituye la lucha anti-delictiva de un gobierno sin recursos, ante la arremetida del narcotráfico colombiano y la extinción sistemática entre bandas en cárceles y calles del país. La minería ilegal frente al cuidado ambiental y la Minería que aporta divisas. No se diga que no se advierte la controversia entre instituciones del propio Estado, Asamblea-gobierno; Jueces-Fiscalía; lo público y lo privado; el empleo y el desempleo;, mientras la sociedad civil en el medio, indefensa ante el desastre.

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