El presidente Guillermo Lasso tardó largos meses para tomar la decisión que ayer produjo una renovación en su entorno más cercano. Debió costarle muelas. No debió ser fácil enviar a su casa a Iván Correa; su colaborador más cercano desde hace décadas, amigo y confidente con quien charlaba, a diario, a veces durante horas.
Lo mismo ocurrió con Aparicio Caicedo; un cuadro de su tanque de pensamiento que Guillermo Lasso creó para estudiar el país y preparar la gente que lo acompañaría en un hipotético ejercicio gubernamental. La realidad probó que Ecuador Libre no estuvo a la altura del reto que los electores confiaron en la elección presidencial-2021.
Esa es precisamente la lección que el presidente de la República tardó en asimilar: no se gobierna con amigos íntimos. Más aún cuando han sido empleados suyos que pueden usar los niveles de confianza para aislar al presidente, so pretexto de protegerlo. Algo similar hizo Jaime Durán con Jamil Mahuad.
Lasso no solo rompió un anillo de poder alrededor suyo: reventó una burbuja y volvió a ganar el espacio necesario, profesional y personal, que requiere todo mandatario, para exigir resultados a sus colaboradores. Así, si del presidente dependió el equipo inicial de colaboradores, que produjo un sistema de toma de decisiones -nada funcional-, de Lasso depende ahora que el cambio no se limite a una nueva fotografía de su gabinete. Que por cierto tomaron.
Ayer Lasso produjo un mensaje -simbólico e intencional-, pero la tarea está incompleta. El presidente podía usar el cambio de gabinete para proponer un gobierno de acuerdo nacional. Es claro, sin embargo, que no tiene interlocutores del otro lado de la línea y que, como están las cosas, esas aperturas están destinadas al fracaso. Por eso el cambio anunciado ayer debe ser visto más como una señal de recomposición interna, cuya profundidad no ha sido señalada hasta ahora en el gobierno. Se limitará, al parecer, según dijo el presidente en la ceremonia de posesión, a “fortalecer acciones”, “mejorar planes y proyectos” y hacer “ajustes necesarios”.
La apuesta de Lasso no está, entonces, en la composición de su gabinete sino, por ahora, en un cambio de operadores. No se sabe hasta dónde el cambio de Iván Correa por Sebastián Corral implica una toma de conciencia, por parte del presidente, de la falta de gestión administrativa (el sector salud es el más ruidoso, pero no es el único), un quemeimportismo en el nombramiento de autoridades (inverosímil cuando hay acusaciones de casos de corrupción) y la carencia de proyectos que articulen a la ciudadanía y movilicen sus imaginarios.
En el campo político, el vacío es voluminoso y se traduce en capacidad reactiva, falta de iniciativa política y una inhabilidad manifiesta para poner agenda o conectarse con los temas de conversación pública. Eso fue Francisco Jiménez. Es claro que, ante el bloqueo político con la Asamblea, el gobierno necesita acelerar la producción de resultados y generar procesos de conversación y entendimiento con grupos de la sociedad.
El presidente dijo ayer, al posesionar a los nuevos funcionarios, que “no hemos olvidado nuestras raíces”. Quizá ahí está la clave de la reconstitución interna de un sujeto político que pudo, en circunstancias que no han variado, llegar a la presidencia de la República. Henri Cucalón es, como ministro de Gobierno, el maestro de ceremonia de esta movida que necesitará mucha creatividad, en un momento en que los actores políticos parecen firmemente decididos a poner fin al período presidencial.
Este cambio precisa, entonces, nuevos rostros, objetivos de gobierno, gestión eficiente, velocidad de crucero y también una enorme estrategia política. Y todo esto impone una mutación drástica al equipo presidencial, al gobierno en su conjunto y, sobre todo, al mandatario. Todos, en cuestión de tiempo, están nadando contra la corriente. Su reto es político y aún se desconoce qué diálogo establecerán con el manejo económico para que el país pueda caminar y mascar chicle al mismo tiempo.
Foto: Presidencia de la República.
Que se cambien los personajes…o no se cambien, realmente tiene ya poca importancia. Estamos frente a una gran realidad tan grande como un peñón. El gobierno está ante un pueblo desmotivado. Temeroso de su seguridad y la de su entorno. Increíblemente sorprendido de la indolencia gubernamental frente a este tema que debería ser primordial para el estado y los municipios que deben estar claros que la seguridad es un problema de todos y no como decía la colorada que eso es problema del gobierno. También la indolencia de esa señora la llevó al fracaso. Por eso, un Presidente de la República de Ecuador debe dedicarse con gran empeño a resolver una vez por todas, la inseguridad y ofrecer un país seguro donde los inversionistas vengan a sembrar sus capitales, donde los ecuatorianos podamos trabajar con tranquilidad para hacer mas grande y mas fuerte a nuestro país.
Perder la ilusión es lo mas grave que puede ocurrir a los habitantes de un país. Estamos frente a un señor que siempre le dio vergüenza asumir ese gran título de PRESIDENTE DE ECUADOR para usar un nombre raro, como operador…como cualquier cosa, pero menos como Presidente Constitucional de Ecuador.
Cualquier populismo, llámase como se llame, venga de donde venga, es el opio de los pueblos. Ejemplos: Venezuela, Nicaragua, Argentina, Cuba etc etc. Gran parte de la crisis que vivimos es: la miopía y soberbia de Don Guillermo. El gobierno de Lasso tampoco ha podido consolidar su política económica. Su primera propuesta que abarcaba reformas tributarias, laborales y relacionadas a las inversiones, fue devuelta por la asamblea (fracaso de su ministro de gobierno). En un escenario de crisis profunda, permite al presidente de la República disolver la Asamblea Nacional , no le queda otra alternativa. Revive el fantasma de la inestabilidad política. Rafico lo que busca es venganza. ¿podemos tener una vocación democrática para ayudar, de manera inteligente, en el largo periodo de recuperación que se avecina? El presidente Lasso responde a la emergencia con lentitud. Si la respuesta del gobierno no es eficiente ni efectiva y sí da la impresión de estar desconectado, el descontento popular podría llevar a su colapso. El falso orgullo no tienen cabida en una crisis. La incompetencia del gobierno indigna a muchos ecuatorianos que antes la insensibilidad del gobierno se resignan a mantenerse al margen de la política. Esa indignación puede derivar en la creación de movimientos de protesta civil y campañas que reclaman una mejor gobernabilidad.