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¿Por qué el país ama joderse?

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¿De qué tamaño fue el fraude en las elecciones del 5-F? Mientras la alharaca sube de tono (porque es lo único que ocurrirá), dos temas, que estaban en la consulta popular, han sido relegados del debate con esa resignación tan habitual y tan nacional que a muy pocos sorprende: la extradición y la resurrección del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Cpccs.

A nadie le gusta llorar sobre la leche demarrada. Y el electorado es poco proclive a cuestionar esa suerte de deporte nacional que consiste en votar primero e indagar después por las consecuencias. Le ha pasado algunas veces. Con Abdalá Bucaram. O, luego, con todos los poderes que entregó a Rafael Correa, incluso autorizándolo a meter las manos a la Justicia. La inmensa corrupción que convirtió la política en un negocio absolutamente millonario viene de ahí.

Ecuador ama escudriñar su futuro en un retrovisor. Y acaba de dar dos gigantescos pasos hacia atrás. Volver con fuerza al Cpccs de Rafael Correa; lo cual no es poca cosa. Ese bodrio es famoso. Imaginarlo, sólo se le pudo ocurrir a un colectivo de almas torcidas. Crear un poder para que un puñado de militantes -7 exactamente- designen autoridades en 77 organismos de control es ingenioso. De una impudicia sin límites. Proponerlo al país es de un cinismo pasmoso. Y ponerlo a operar no tiene parangón ni en la política ni en la ética. Pero lo hicieron.

Pues bien: eso produjo esa inmensa caterva de funcionarios tipo el fiscal Galo Chiriboga o el contralor Carlos Pólit. Se multiplicaron como hongos después de la lluvia. Robaron y dejaron robar. No fueron ladrones generosos (Robin Hood y su mito) ni poéticos (corazones ardientes): no. Correa y los suyos inauguraron con fuerza una cleptocracia que institucionalizó la corrupción, el robo, la impunidad. Ese es el quinto poder que está de vuelta y en manos, otra vez, de sus creadores correístas y de sus aliados. 

Con el narcotráfico puede ser incluso peor. Ecuador, tras la elección del domingo, quedó convertido en un refugio para los capos de la droga. ¿Alguien abriga alguna duda de que preferirán las cárceles del Ecuador a una celda en Estados Unidos o Europa? Aquí hacen la ley y tienen fiscales y jueces que pueden comprar, sobornar o amenazar. 

Sus cómplices, o aquellos que por prurito izquierdoso invocan el ejercicio bobo de la soberanía, dirán que el país salvó en las urnas la dignidad nacional. Esos mismos reclamarán, en otro ejercicio bobo de enajenación ideológica, que el Estado construya más cárceles, inexpugnables, con más guardias penitenciarios, con sicólogos, con políticas de reinserción… Porque, claro, dinero sobra. Y que en el caso de los narcos, los doblegue atacando sus imperios económicos, sus lavadores de dólares, sus ejércitos… La extradición ni sirve ni disuade.

Pobre país. Con élites en general tan ideologizadas, librescas, pagadas de sí e irresponsables. El Estado se quedó sin la herramienta mayor en la lucha contra los carteles de la droga. Los voceros del Sí manipularon el debate haciendo creer que la extradición no ha funcionado, por ejemplo, en Colombia. Dos pruebas esbozaron: que el narcotráfico sigue funcionando y, tergiversando las cifras, que sólo ha habido un centenar de extraditados. 

No ven la extradición como un arma porque el problema del narcotráfico sigue siendo para ellos un problema retórico; no una urgencia de seguridad pública. Por supuesto que ni es un remedio milagro para acabar con ese flagelo ni reemplaza el conjunto de políticas que debe tener el Estado para contrarrestarlo: es una herramienta más que sirve, por ejemplo, para limitar la capacidad de violencia de los capos. No disuade el fenómeno; puede disuadir en cualquier etapa de esa guerra a algunos de ellos a bajar el nivel del enfrentamiento. O a desistir de una práctica. 

Falta de memoria, por un lado, y de pragmatismo y lucidez, por otro: así Ecuador acaricia hoy las causas de problemas que le explotarán en la cara en poco tiempo. Ni modo: el país ama tropezar una y otra vez con las mismas piedras.

Foto: El Universo.

1 Comment

  1. El Ecuador necesita una Constitución nueva, que sea corta, sencilla, comprensible para todos.

    Pero lo que planteó el gobierno fue un bodrio PEOR que el Mamotreto de Montecristi. Por ejemplo, con respecto al CPCCS no hubo UNA pregunta sino DOS.

    En la pregunta 5 se consultó al pueblo si quiere que el Contralor, Superintendentes y demás autoridades ya no sean nombradas por el CPCCS sino por la Asamblea.

    Y en la pregunta 6 se consultó al pueblo si quiere que el CPCCS ya no sea elegido por sufragio universal sino que sea designado por la Asamblea.

    Como se ve claramente, en NINGUNA pregunta se plantea la posibilidad de eliminar el CPCCS. Son dos preguntas absurdas, pésimamente redactadas, incoherentes y contradictorias.

    Qué hubiera ocurrido en caso de ganar el SÍ en ambas? El nuevo CPCCS ya no sería elegido por sufragio universal sino que seria designado por la Asamblea. Ok, la Asamblea establece un proceso para la designación, recibe nombres de candidatos, y designa a los nuevos miembros. A renglón seguido, la misma Asamblea designa Contralor, Superintendentes, etc. Entonces… para que @()=$#& designaron un nuevo CPCCS??! Absurdo a la enésima potencia!!!

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